Capítulo 8: Mamma, madre, mamá

453 95 85
                                    

Ojalá fuéramos tú el cielo y yo el mar. Pasara lo que pasara, nos encontraríamos al final del camino...

-Madre - decía César sorprendido - ¿Cuándo llegaste? ¿Cómo?

-Hoy, en bus.

-¿Y para qué?

-¿Cómo que para qué? Hace dos meses que escucho de esa boda y no la veo, eso no es boda, ¡es la quinta novela tekila!

-¿Y qué con eso? ¡Eso es asunto mío!

-Te equivocas, ¡también es mío! Tú te casarás, ¡así el mundo se caiga!

-Madre, ¡no me saques de mis casillas!

-Holiiiis - salió de la cocina Antonieta interrumpiéndolos, limpiando sus manos en una toalla - Dime papasito, digo César, escuché que me llamabas - frunciendo las cejas - ¿Y la señora? Ay, no, Jesucristo bendito, ¡tenme piedad! César, no me digas que esa señora es tu...

-Mi madre, sí.

-¡Ufff! - aliviada - ¡Y yo que pensé que era tu sugar mommy! - riendo.

-Su sug... ¿qué? - se extrañó la señora - ¿Ella me insultó ahora?

-No, madre, no - se apresuró César.

-¿Y tú quién eres? - miró la señora de reojo a Antonieta - ¿La madre o la hija?

-Con todo respeto señora-como-se-llame, ¿le parezco yo a ser la madre? ¿Tan joven?

-Tan joven no, tus añitos los tienes.

-¿Qué dijiste vieja sangrona? - se enojó Antonieta.

-Cuida tus palabras, ¡mensa grosera! - respondió en el mismo tono la señora María.

-Oígame, ¡grosera puedo ser pero mensa no!

-Chicas, ¡no peleen! Madre, mens... eeeh Antonieta, ¡por favor! - trató de calmarlas César.

-¿Y A TI QUIÉN TE HABLÓ? - al unísono.

-Es que esos hombres de hoy nada aguantan - confesó la señora a la rubia.

-Ni me diga, señito, ¡y además están llenos de nervios!

-¿Cómo? - se ofendió César - Es que de verdad, ¡no puedo con ustedes dos!

-Ay ya, deja de quejarte y ve a traer mis cosas de la estación - le pidió su madre.

-¿Cómo? ¿Hay más?

-Unas pocas ahí... Tres botellas con aceite, cuatro kilos de queso, cinco litros de leche...

-...y seis vacas - añadió César.

-Lo pensé, pero no me dejaron traer animales. ¿Cómo querías que llegara a la casa ajena con las manos vacías? Qué soy, ¿alguna desconsiderada?

-Madre, a esa "casa ajena" ni te invitaron.

-Esos son detalles. Anda, ¡vete!

-Pues con mucho gusto - sonrió y salió, batiendo la puerta tras él.

-Oye - miró la señora María a la rubia - ¿Ustedes aquí hablan parados? ¿No me dirás que me siente?

-Perdóneme, señito, siéntese aquí, ¡está en su casa!

-No estoy en mi casa, pero bueno... - observando el lugar - ¿Y mi nuera dónde está?

-Salió, está en Greenpeace.

Dolce VitaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora