Capítulo 10: Amor exótico

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Llévame contigo al sueño más bonito
Sobre tu cuerpo, al mar de tus besos
Un viaje más lejano que el día y la noche
Donde el sol despierta y duerme en tus ojos



-Ángel Luís, ¡creí que te habías ido!

-No, ahora me estaba yendo. ¿Tú todavía tienes trabajo? ¿Necesitas ayuda?

-¡NO! - se sobresaltó ella, llena de estrés - Quiero decir que... me quedan unas cosas que sólo yo puedo hacer, tú ve tranquilo - sonriéndole.

-¿Segura?

-¡Segurísima!

-Si es así, buenas noches.

-Buenas, buenas - siguió sonriéndole hasta verlo partir.

Victoria, después de asegurarse de que él se había ido, se permitió a sí misma soltar el aire que llevaba contenido en sus pulmones. Esos sustos se habían transformado en parte de su vida quotidiana: el peligro yacía en todas partes para dos amantes que intentaban esconder su amor.

-¡Jitomate! - gritó, pero nada pasó - ¡DIJE JITOMATE!

César escuchó la señal y abrió lentamente la puerta del baño. Sacó primero su cabeza y, al perceber que estaban solos, salió.

-Por fín, casi me asfixié allá adentro.

-Ay, qué dramático señor Évora.

-Bueno, no tanto como tú. ¡Tú sí que eres la Queen del drama!

-Y de la comedia también. Hasta podría ser la protagonista de cita a ciegas.

Victoria se sentó en la silla de su despacho y le sonrió pícara, ya no quedaba nadie más en la fábrica que ellos dos. César, al ver esa sonrisa, se acercó a ella como si de un imán se tratase.

-Veo que es usted muy humilde, señora Ruffo - le susurró, apoyándose en los brazos de su silla e inclinándose hacia ella. Sus ojos hambrientos buscaron los ojos de ella de inmediato, cuánto le encantaba esa mirada...

-Es una de las muchas virtudes que tengo.

-Muero por descubrirlas todas.

César acortó más la distancia entre ellos para besarla, pero ella inesperadamente lo detuvo con una pregunta.

-¿Qué es lo que más te gusta de mí?

El joven paró y la miró extrañado, él ya se imaginaba sus labios colándose en los suyos. ¿Acaso quería torturarlo con la espera?

-Pues... toda tú me gustas - confundido.

-Eso es obvio - soltando una pequeña risita - ¿Pero si tuvieras que escoger?

César cerró sus ojos fuerte para controlar el deseo que se había acumulado en su cuerpo y pensar claro. Que ¿qué le gustaba de ella?

-Diría que tus ojos, pero...

-¿Pero?

-Hay algo más.

-No me digas que es el sexo, porque...

-¿Cómo lo adivinaste? - bromeó, ganándose un golpe en el torso.

-¡Payaso! - le gritó riendo.

-Era broma, era broma - riendo también - Ahora poniéndonos serios... Lo que más me gusta es que cuando estamos solos, me sonríes diferente.

-¿Diferente? - entrecerró los ojos, sin entender.

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