Capítulo 1: Una noche en Italia

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-¡Ángel Luís! ¡Ángel Luís!

-Dime Victoria.

-¿Los containers con las latas para Jalisco ya se fueron?

-Sí, hace rato.

-Perfecto, yo te llamaré cada día, ah, y no se te olvide lo del pedido de Chihuahua, ¡por Dios con esta silla! - empujando una silla que estaba al lado de su oficina - Y de lo de los nuevos embalajes, ¡me mantendrás informada!

-Descuida - le aseguró.

Y es que de verdad, Victoria no necesitaba preocuparse por nada. Su mano derecha en la fábrica de latas de tomates, Ángel Luís, era más que capaz de resolver cualquier asunto mientras ella estuviera en Italia, donde su hija, Maria del Carmen, estudiaba arquitectura.

-¡Victoria! - saludó una mujer pelirroja entrando a su despacho sonriente.

-Camila, mi amor, ya voy de salida.

-¿Cuándo sale el vuelo?

-A las 8 en punto.

-¿Yo puedo irme, Victoria?

-Sí, claro Angel Luís, si necesito algo te llamo.

Victoria observó que su mejor amiga miró de forma extraña a Ángel Luís, pero no dijo nada.

-Victoria - cambiando su voz cuando la puerta ya estaba cerrada - creo que él últimamente se ve más bombón.

-Por Dios Camila, qué cosas dices.

-¿Nunca han hecho el amor?

-Claro que no, Ángel Luis y yo somos como hermanos.

-Pues hagan un incesto.

-Ya cállate, ¿acaso no piensas en otra cosa?

-Claro que no, qué quieres, ¿que piense sólo en los jitomates y el ketchup como tú? Ay, Victoria, frente a mi casa se está construyendo un edificio, y una cosa te digo, tienes que ver al pintor de la brocha gorda...

-Por qué, ¿qué tiene?

-Lo más importante, 24 años de edad. Piensa que él te haga el amor sobre el andamio...

-¡Pero es que no tienes vergüenza!

-Ay déjame, tonta, que tienes a Ángel Luis a tus pies... - mirándola - O mejor no lo tienes.

-Hazme el favor, Camila, ¡tú con el muchachito de 24 años y yo con el viejo!

-Mi amor, si no encuentras carne fresca, comes del congelado.

-Pero con hambre no te quedas.

-Nunca - con voz golosa - quédate tú para ganar el premio de la viuda fiel - mirando su reloj - ¡Dios mío!

-¿Qué pasó?

-Ya son las tres, terminan los obreros, ¡me tengo que ir!

-Bueno - riendo - ¡mucha suerte!

-Gracias, y tú salúdame a María del Carmen y no desaproveches la oportunidad, ¡diviértete!

-Siiii claro, de discoteca a discoteca estaré.

-Es que tú nunca vas a gozar la vida - mirándola sério.

La puerta volvió a abrirse y era de nuevo Ángel Luís. Camila le guiñó el ojo a su amiga señalándolo.

-Adiós Ángel Luís, yo ya me voy.

-Adiós Camila - ajeno a los señales que ella estaba haciendo detrás suyo.

Dolce VitaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora