¡Respóndeme, colibrí!
¿Qué mano del viento te trajo?
¿Qué rutas tenían tus alas?
¿Cuántas noches fuiste sueño
Para el vuelo que ahora eres?
Contéstame, sin demora,
Pequeña pregunta del aire.
Era una lúgubre noche fría, una llovizna caía impidiendo la visión de Piper que llevaba más de media hora corriendo a las orillas de unas vallas. No sabía hacia donde se dirigía, solo tenía presente huir. A lo lejos miró un letrero que anunciaba que había llegado a un pueblo, entonces, corrió más rápido en busca de un lugar seguro para pasar la noche.
— Villa Aurora, Cayuga — leyó con voz temblorosa del frio y del miedo a ser encontrada.
Había escuchado hablar esporádicamente de ese lugar; un pequeño poblado de New York, de esos que son desapercibidos y olvidados por el mundo, el lugar perfecto para ella.
Las casas en su mayoría tenían estilo clásico, característico de Europa. A esas horas de la noche las calles estaban desérticas, lo que era ideal para ella. Necesitaba ropa, tenía que quitarte ese sucio traje que llevaba puesto. Estaba estudiando el sistema de seguridad de una tienda para intentar meterse a cambiarse, cuando de pronto sintió que le pusieron una esposa en su muñeca.
— ¿Quién eres y que pretendes hacer? — preguntó firme un oficial de la policía.
Piper se dejó caer al suelo temblando y sollozándose. El hombre asustado intentó levantarla.
— ¿Señorita, le pasa algo?
— ¡Ayúdame, por favor! estoy huyendo me quieren hacer daño — exclamó.
— ¿Te quieren hacer daño? ¿Escapaste de la cárcel? — la estudió con la mirada al ver que llevaba un traje de prisionera rasgado y ensangrentado.
— Me acaban de dar libertad, no tengo a donde ir, unos hombres intentaron hacerme daño — el policía respiró hondo al ver el rostro angustiado de la rubia tan vulnerable, veía en su mirada miedo, ansias de un poco de paz.
— Ven conmigo — le dio la mano y la acompañó a la patrulla.
El hombre la llevó a lo que parecía su casa. Piper entró un poco temerosa, aunque parecía ser una buena persona. Era un chico de unos 28 años de rostro amigable, pero un poco tímido. Le ofreció ropa y la llevó a darse un baño. Cuando Piper bajó luego de una placentera ducha de agua caliente, él la esperaba con una taza de chocolate caliente.
— Gracias por lo que hiciste por mí — dijo tímida.
— No tienes que agradecer — le entregó amable la taza de chocolate — soy John Bennet ¿y tú?
— Eh... yo, yo... soy Piper, Piper Chapman — exclamó en un hilo de voz.
— Piper, ¿quieres contarme tu historia y como llegaste aquí?
La rubia confió en ese hombre, la única persona que en mucho tiempo se había preocupado por ella. No sabía porque, pero le inspiraba confianza. Ella necesitaba a alguien en quien encontrar consuelo, alguien que la protegiera, que la apoyara.
— Es muy triste todo lo que has pasado, Piper, ¿hay algo que yo pudiera hacer por ti?
— Necesito un lugar donde vivir, estoy sola en el mundo — expresó vulnerable.
Él se quedó pensativo unos minutos, respiró hondo y habló.
— Mira no suelo hacer esto, pero tu historia me conmovió... te puedes quedar un tiempo aquí en mi casa, diré aquí en el pueblo que eres mi hermana.
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EL ARTE DE AMARLA
أدب الهواةBrochas, pinceles y corazones. Piper, una fugitiva, encuentra en Alex, su alumna, una conexión artística y emocional que la hace cuestionar todo lo que creía saber sobre el amor. ¿Podrán su pasión por el arte y su amor prohibido sobrevivir a las pru...