La noche estrellada

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Fue el despertar más bonito que Piper había tenido en su vida. Se quedó viendo el techo mientras sonreía emocionada. Se movió con sutileza hasta quedar de lado, miró a Alex dormida, recorrió con la yema de sus dedos su rostro sin dejar de sonreír. Incluso se le hizo tierno ver a la criatura dormido en el costado de la muchacha.

Se acercó levemente a su alumna y le dio un suave beso en los labios. La joven se movió un poco, abrió los ojos y se encontraron sus esmeraldas más intensas que nunca con el brillo azul de la mirada de la rubia.

— Buenos días, preciosa — susurró Piper.

— Buenos días, guapa — le contestó sonriente la muchacha.

— Te ves más preciosa al despertar — dijo emocionada la rubia.

— ¿Por qué no me das otro beso ahora que ya estoy despierta? — pidió la joven.

— No señorita, ya te di los buenos días, es tu problema si no estabas despierta, además nos puede ver la garrapata que tienes pegada — dijo la rubia refiriéndose al niño.

— No seas cruel con él, le caes bien.

— Mejor me levanto, no creo que sea buena idea que las otras trabajadoras me vean salir de tu cuarto — trató de evitar el tema del niño la rubia.

— ¿Las otras trabajadoras o Holly? — desafió Alex.

— Al, no me interesa nadie que no seas tú, ella y quien sea están fuera de mi vida porque ahora quiero estar contigo — le dio un beso en la mejilla y se dirigió a la salida.

Se dio un relajante baño sin dejar de sonreír, estaba loca por su alumna, se tocaba sus labios recordando los de Alex, recordando que ella también la quería, esa muchacha era un sueño hecho realidad.

Ahora sus planes habían cambiado totalmente, tenía que incluir en ellos a Alex, primero esperaría que cumpliera la mayoría de edad; le pediría que sea su novia, si era necesario dejaría su trabajo en su casa, si le iba tocar enfrentar a los padres de su alumna lo haría. Pero también le iba a dejar claro a Alex que ella estaba en busca de alguien, que necesitaba limpiar su nombre por ser acusada de un crimen que no cometió, era muy fácil decir lo que tenía planeado, no sabía si la muchacha iba a aceptar estar con alguien como ella, al menos lo iba a intentar.

Ese día además darle clases a Alex tuvo que soportar a la criatura, quien tenía al igual que ella más gusto por la alfarería. Empezó a jugar con él llenándolo de barro y burlándose de verse su carita sucia. El niño quiso vengarse tomando una bola de barro en sus manos, corrieron por todo el taller mientras la muchacha los veía sonriente. Eran dos niños, estaba conociendo a una nueva Piper, una más dulce, cariñosa y hasta se veía que le agradaba el niño.

— La criatura se quedó dormido, ven aquí preciosa — la rubia se recostó en la pared y atrajo a su alumna a su cuerpo para darle un desesperado beso.

— Me encantan tus besos, Pipes — susurró dándole pequeños besos a su profesora.

— Al, yo quisiera comerte esa boquita deliciosa que tienes — respondió, seguido la apretó más a su cuerpo y la besó de nuevo.

Así pasaron los días en los que Piper se quedó con Alex en la ausencia de sus padres. Produciendo arte, pero no como antes, ahora tenían una inspiración sublime, el simple hecho de saber que sentían lo mismo, que se querían y deseaban estar juntas. La rubia a veces se enojaba porque el niño no les daba la oportunidad de pasar tiempo juntas como a ella le gustaría, sin embargo admitía que disfrutaba de la compañía de Santiago, lo empezaba a apreciar.

El día que llegaron los padres de Alex, Piper ayudaba al niño a hacer su mochila dejando que la familia Vause se reencontrara. Había llegado la hermana de su alumna y se escuchaba una fuerte pelea en el salón principal de la casa.

EL ARTE DE AMARLADonde viven las historias. Descúbrelo ahora