Me quema tu amor

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Un odio que consumió su alma por años, que fue creciendo cada vez que veía a un niño y no podía estar con el suyo. Un dolor profundo que era como una llaga que nunca sanaba la atormentaba de día y de noche. Una rabia que traspasaba lo irracional recorría su cuerpo en ese momento mezclando con todos los sentimiento que por años deseó sacar, su mente era un caos, deseaba rogarle a ese hombre para que le dijera donde estaba su hijo, deseaba golpearlo y destrozarle la cara como que si su dolor le iba a regresar los días que perdió con su Patrick, como si su dolor fuera la condena por haberle arrebatado lo que más amaba.

Mientras su mente estaba en estado de shock, ella permanecía petrificada respirando jadeante frente aquel despreciable ser que sonreía cínicamente. Como lo hacía aquel día en que la dejó tirada en el suelo lamentándose al ser apartada de su bebé.

- ¿Qué pasa, Patricia no eras una mujer muy valiente? ¿Por qué tiemblas? ¿Será porque sabes que tus días están contados? Que nadie juega conmigo y sale libre - gruñó apretando los dientes el hombre mientras se acercaba lentamente hasta la pared de la casa de Bennett donde se recostó nerviosa la rubia.

- ¡No te me acerques! vivo con un policía y si grito en dos segundos te mete un plomazo en la frente, hijo de puta - lo sentenció con la respiración agitada.

- Pero ¿por qué la violencia? Vengo a verte en paz, soy un hombre elegante, sofisticado, no soy un ordinario que todo lo soluciona a golpes, como tú - se burló mientras se lamía los labios observando a la rubia de pies a cabeza.

Las sospechas de la rubia fueron ciertas, era él, llevaba meses tras ella, la siguió en la feria de la ciudad vecina, estuvo en el evento de la madre de Alex. A esas alturas ya sabía todo de ella, lo que hacía y quienes le importaban. Le costaba respirar de rabia, de miedo, de impotencia, sabía que con ese hombre estaba arriesgando su vida, pero necesitaba respuestas que solo él le podía dar.

- Cariño, estoy aquí háblame - continuaba burlándose de su turbación - ¿Quiero saber cómo estás? ¿Cómo te va en esta vida que te has inventado? Una pregunta ¿no encontraste nada más patético que ser profesora de artes? Cuando tú solo eres una vulgar muerta de hambre - soltó con desprecio parado con los brazos cruzados frente a la rubia.

- ¿Dónde está mi hijo? ¿Qué le hiciste, desgraciado hijo de puta? - expresó furiosa la rubia.

No soportó más, la rabia se había apoderado de su cuerpo y decidió sacarla. Aprovechó que era de noche y había poca visión. Lo tomó del cuello exigiendo una respuesta, el hombre no movía ni un dedo, solo empezó a reírse de la desesperada rubia.

- Ay rubiecita eres tan estúpida, lo has sido toda tu vida, elegiste al hombre equivocado, dejaste que te quitaran a tu horrible criatura - expresó simulando voz de mujer mientras Piper apretaba más su cuello ignorando sus palabras - hice todo un operativo para que salieras de la cárcel y como eres muy estúpida se te ocurrió la brillante idea de golpear policías y a mi hombres - confesaba el hombre con el rostro enrojecido y dificultad para hablar - huiste hasta este pueblo de mierda, solo quería darte trabajo idiota, quizás hasta te hubiera dicho del paradero de ese niño - Piper lentamente fue retirando su mano del cuello del hombre, sin creerse lo que se escuchaba.

Tuvo la oportunidad de saber dónde estaba su hijo, pero eso le hubiera costado no conocer a Alex y regresar al bajo mundo de las drogas. ¿Qué le iba a decir a Patrick? ¿Qué era una delincuente? ¿Para que iba a encontrarlo si era una vergüenza de madre?

- ¿Qué quieres de mí? ¿Qué tengo que hacer para saber de mi hijo? - preguntó con la voz quebrada, con la mirada cargada de desesperación.

- ¿Qué quiero de ti? ¿Todavía lo preguntas? ¿Por qué no me habías buscado? ¿Creí que las cosas estaban claras ahora que soy tu suegro? - la rubia odiaba que ese maldito no dejara de reírse burlándose de ella, pero una palabra reinició completamente su cerebro, ahora no comprendía nada.

EL ARTE DE AMARLADonde viven las historias. Descúbrelo ahora