Monstruito

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El resto de la madrugada Alex sintió que durmió mejor que nunca. Era como que Piper tuviera poderes mágicos, sentía su cuerpo tan relajado, tan sereno, aún sentía los besos de su profesora, su calor. En la mañana se levantó con la misma emoción que no cabía en su pobre corazón de colibrí, ni su madre ni su mal humor pudieron quitarle la felicidad que le daba saber que había entregado por completo a Piper.

- Alex, estás castigada, te estoy hablando y pareciera que le estoy conversando con el viento - sentenció Diane.

- Sí, sí, lo que tú digas estoy castigada, llévate las llaves de mi auto, dile a tus empleados que no me dejen salir, no me importa - reviró los ojos y se fue a su taller.

Michael y Nicky no pudieron evitar sonreír disimuladamente por lo que había hecho la muchacha. Minutos después la rubia entraba a la mansión con una emoción reflejada en el rostro similar a la de Alex que no pasó desapercibida por su cuñada.

- Señorita Chapman, acompáñeme a mi despacho tengo que hablar con usted - dijo con autoridad la madre de Alex.

Cada vez que esa mujer le pedía hablar con ella a la rubia le temblaban los pies. Recordar que solo hace un par de horas la hija menor de Diane se había corrido escandalosamente en su boca la ponía peor.

- Señorita Chapman, usted sabe que estoy muy ocupada y no puedo estar pendiente de lo que hace mi hija todo el tiempo y sé que usted es una mujer muy inteligente y sabe cómo controlarla, como lo hace no lo sé, pero confió en usted - confesó mirándola a los ojos.

- ¿Adónde quiere llegar, señora Vause? - preguntó firme la rubia.

- Siento que mi hija... me ve con odio últimamente - soltó tragando saliva la rubia hasta miró tristeza en sus ojos - ¿por qué? - preguntó.

- Señora Vause, agradezco la confianza que me tiene significa mucho para mí y para la formación de Alex - sacó aire de sus pulmones para sentir más­ valentía - si me va a despedir por lo que le voy a decir lo entiendo, yo soy la profesora de arte de su hija, usted me paga para que la guie en su formación como artista, si a veces hemos salido juntas es por la amistad que ha nacido entre nosotras - la mujer la escuchaba con atención -, pero espero que le quede claro que yo no soy la niñera de su hija, yo no tengo porque rendirle cuentas de los sentimientos de su hija, si siente que la ve con odio, examínese usted misma que está haciendo mal como madre para ganarse el desprecio de su hija - soltó con sutileza la rubia.

Diane cambiaba de color sin saber que decir. Tenía una manía igual que Alex cuando estaba nerviosa, movía una y otra vez su cabello.

- Señorita Chapman, váyase al taller mi hija la espera - ordenó apenada.

La rubia salió sonriente del despacho de la madre de Alex, no sabía ni de donde había sacado valor para enfrentarla. Por un momento pensó que la sacaría a patadas de su casa, sin embargo la reacción de la mujer fue otra. No le pareció justo que la quisiera ver como su espía, jamás iba a traicionar a su novia por la manipulación de Diane, ¿Que le iba a decir? ¿Qué Alex sufría al saber que su madre es infiel? ¿Qué sabe que no es la mujer recta e integra que todos piensan?

Trató de olvidar esa conversación absurda y subió al taller desesperada por ver a Alex. Cuando entró se quedaron en silencio nada más viéndose con las miradas más brillantes que tenían.

- Buenos días, mi pequeña preciosa - dijo la profesora.

- Buenos días, mi amor - ambas caminaron para encontrarse y se dieron un desesperado beso.

- ¿Cómo dormiste, cariño? - preguntó la rubia acariciando el rostro de la muchacha.

- Oh de maravilla, ¿tengo que recordarte que ayer fue el mejor día de mi vida?

EL ARTE DE AMARLADonde viven las historias. Descúbrelo ahora