"Ella lo era todo"

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  Como lo pensé, mamá saltó de contenta cuando supo que ____ se mudaría con nosotros. Sabía que era feliz de saber que habría más personas en casa, más personas con quien hablar y eso la hacía sentir mejor, menos sola a pesar de saber que no lo estaba.

Decidí que era hora de volver a mi antiguo dormitorio del primer piso, en primer lugar porque ya estaba en condiciones de subir escaleras y en segundo porque allí mi cama era de dos plazas.
Todo allí estaba en su lugar a excepción de mis dibujos que antes pegaba por las paredes, los mismos que ilustraban a Alice en mis momentos de inspirado amor. Agradecí que mamá los hubiera dejado en el cuarto de abajo, ya no me parecían tan bonitos desde que había encontrado una musa más hermosa.
Las paredes continuaban siendo de un celeste pastel exacto al que habían pintado cuando yo había nacido, la cama seguía en el centro de la habitación, entre el clóset color caoba y la puerta que daba al baño. Sobre la cabecera seguía el collage de fotos que había armado el último año de la secundaria y al que iba agregando algunas. Quité las que me mostraban con Alice y las tiré a la basura, tenía pensado reemplazarlas por otras mejores y más actuales.
_______ se separó de mí y se dirigió al balcón a un lado de la cama mientras yo guardaba mi ropa en el clóset de modo que quedara espacio para sus cosas. Ocupé sólo uno de los tres cajones y la mitad de la barra de las que colgaban mis camisas.
Cuando me giré hacia ____, se encontraba observando el cielo, con las manos sobre los bordes del balcón, la luz de la luna la bañaba en todo su costado derecho acentuando sus curvas de por sí pronunciadas, el cabello marrón se mezclaba con el manto del firmamento y las estrellas la hacían ver como la ilusión que parecía ser. Una ilusión en mi cuarto. Me quedé contemplándola embobado con la cabeza recostada contra la pared y los brazos cruzados a la altura del pecho, cualquier movimiento de las olas de su pelo hacía que me sintiera de lo más afortunado.
—Es una vista hermosa —musitó mirando el cielo. Sonreí al tiempo que me acercaba a ella.
Coloqué una mano en sus mejillas sonrosadas y acaricié su piel con la yema de los dedos, memorizando el color de sus ojos, su brillo y el número de pestañas que enmarcaban tan encantadora mirada.
—Sí, es hermosa —coincidí no refiriéndome al cielo con exactitud. Ella sonrió—. ¿Sabes? Cuando no podía ver pensaba que no podía amarte más —le dije—, ahora me doy cuenta de que estaba equivocado.
____ se estiró para unir sus labios con los míos y mi mano se encontró cómoda descendiendo por la lana de su sweater blanco hasta su cintura donde se instaló. Nuestras bocas jugaron a nuestro juego favorito, aquel en el que cada uno daba lo mejor para terminar estremeciéndonos de amor.
Mis manos reptaron hacia más abajo, hasta su cadera mientras las suyas se anclaron en mi pecho y la noche fresca de invierno pasó a ser una cálida de primavera en un segundo. La agarré con más fuerza, alzándola en vilo ignorando sus advertencias, no me importaba que acaba de salir del hospital, y la llevé hasta adentro sin dejar de besarla, sentí sus labios sonreír bajo los míos y los mordí juguetonamente.
_______ cayó de espaldas sobre el colchón, el pelo contrastaba como un abanico sobre el celeste claro de mi edredón y me invitó a acompañarla con una mano tendida hacia mí.
No podía decirle que no ante su belleza por lo que me incliné sobre ella con suavidad, acoplando mi cuerpo a las curvas del suyo, unimos nuestras frentes y nos dedicamos a sentir el aliento del otro en nuestros rostros. Su calidez me abrazaba, y los latidos de su corazón se iban acompasando al ritmo de los míos.
Acarició mi mejilla con su nariz y cerré los ojos mordiéndome el labio inferior. ¡Con tan poco podía volverme loco!
—Te amo —susurró en mi oído con una cadencia sensual que logró erizarme la piel.
Me dio un beso a un lado de la oreja y sentí que sus manos frías se colaban bajo mi ropa haciendo que una descarga se deslizara columna abajo y retorciera mi estómago. Me ahogué con mi propio oxígeno. Asalté su boca una vez más y sin pedir permiso mi lengua comenzó a inspeccionar su paladar en busca del exquisito sabor del que era fuente.
Se escucharon dos golpes en la puerta en ese momento y la burbuja de pasión se pinchó como si le hubiera rozado la punta de una aguja. Nos quedamos congelados en nuestro lugar con los corazones latiendo a mil por hora.
—¿Chicos? —preguntó la voz de mamá.
—Ya voy, mamá —me las arreglé por contestar mientras me acomodaba las prendas que traía puestas.
—Le traje un camisón a ____ para que duerma más cómoda —explicó ella inocentemente cuando le abrí la puerta. _______ se había sentado aparentando tranquilidad, tenía los labios hinchados y más rosas que de costumbre, mientras tanto yo me sostenía contra el costado del clóset para recuperar la cordura.
_______ se rió de mi expresión antes de responderle a mamá.
—Gracias, Pattie —dijo y tomó la bolsa de papel que mi madre le tendía.
—Bueno... —musitó mamá mirando a su alrededor—, los dejo solos. Avísenme si necesitan algo —agregó ahora sí incómoda y haciendo nudos con sus dedos—. Que tengan buenas noches.
—Tú también, mamá —deseé mirándola. Mamá nos dedicó una sonrisa antes de salir. ____ se había entretenido con la bolsa de papel.
En mi fuero interno rogaba porque dentro no hubiera uno de esos camisones de abuela con puntillas y largos hasta los tobillos. Me imaginaba a ____ con algo más pequeño quizás. Sacudí mi cabeza antes de avanzar en mis pensamientos.
—Creo que iré a ponerme esto —avisó mi novia, me dio un beso corto que me supo a poco y desapareció detrás de la puerta que daba al baño. Aproveché para ponerme mi pijama y cerrar la ventana, por alguna razón la brisa fría me resultó más fría sin ella.
Apagué todas las luces y dejé encendida sólo la lámpara de una de las mesas de luz para que el ambiente se volviera más cálido. Me metí entre las tapas y esperé a que ____ volviera mientras pensaba en la inmortalidad del cangrejo.
—Cierra los ojos —gritó desde el baño.
—¡Ok! —canté desde mi lugar y me coloqué el antebrazo sobre los ojos con una sonrisa de oreja a oreja.
Escuché el abrir de la puerta con un sonido ligeramente metálico y que alguien que no hubiera estado un año privado de la vista no habría escuchado, las pisadas de un par de pies descalzos sobre la alfombra que terminaban frente a mí, al final de la cama. Respiré hondo.
—Ya puedes ver —susurró la voz de ____ aún cohibida.
Destapé mis ojos y me senté sobre el colchón al ver semejante deidad de pie a un metro de mí, vestida por un minúsculo camisón de seda negra que le llegaba a duras penas hasta los muslos y se ajustaba en forma de graciosas olas que se ceñían a su cintura dejando prácticamente nada a la imaginación.
Fijé la mirada en el rostro de ____ y se ruborizó al instante, se veía tan tierna, como si aquello no fuera lo suyo y no tenía idea de lo bien que le quedaba ni de la avasalladora imagen que barría mi consciencia por dentro...
Le sonreí y le tendí una mano para que me acompañara, ella se acercó tirando del borde inferior de la única prenda que la vestía en su afán de esconder un poco más de carne.
—Tranquila —murmuré cuando estuvo a mi alcance, lo decía tanto para ella como para mí. Necesitaba la tranquilidad—. Te ves... —pronuncié buscando una palabra en mi diccionario mental que al menos abarcara uno de los sentimientos que producía en mí—, ni siquiera puedo describirlo —me rendí luego de un minuto.
____ rió bajito. Tenía la piel erizada por lo que supe que sentía el frío del ambiente. El camisón podría quedarle perfecto y arrebatadoramente sensual pero no abrigaba y no estaba dispuesto a que mi ____ pescara un resfrío sólo por quedármele contemplándola.
Abrí las tapas y la invité a refugiarse en mis brazos. Ella se acurrucó en mi pecho y soltó un suspiro sonoro.
—Debo agradecerle a mamá por esto —musité entre risas.
—Sé que lo hizo a propósito —dijo ella ofendida —. Pero... dime la verdad, ¿cómo me veo? —preguntó separando su rostro de mi hombro.
La observé concienzudamente en todo el espacio que el edredón me permitía. Luego volví a abrazarla y en su oído susurré:
—Me ha dejado sin aliento, señorita Hadgen.

_______ se estremeció y giró el rostro para que sus labios estuvieran a mi alcance. Iniciamos con un beso suave, delicado y tierno, continuamos acelerando el ritmo con un beso tan osado que si tuviéramos público se escandalizarían.
Mi mente rápidamente se llenó de su aliento mentolado y pronto no podía siquiera pensar, las neuronas no hacían sinapsis y mi cabeza parecía haberse sumido en una anestesia. Nuestras lenguas se acariciaban llenas de pasión y mis manos se deslizaron por sobre su piel cálida rogando por más de algo que no me atrevía a decir en voz alta.
La quería a ella, a su cuerpo. Quería sentirla tan mía que olvidara mi propio ser y pertenecer también a ella, entregarle una vez más mi alma con cada suspiro y mi cuerpo con cada gota de sudor.
Nos separamos un segundo para algo tan vital como respirar y ella clavó sus pupilas en las mías con preguntas que respondí a fuerza de besos.
'Sí, soy tuyo', gritaba en mi mente. Ella lo entendió al instante.
Sus manos delinearon los músculos de mi abdomen y su boca recibía mis gemidos, ahogándolos y evitando que el resto de la casa se enterara lo feliz que era. Feliz en sus manos y feliz de sentirme tan vivo.
Feliz. ¡Qué fácil era serlo con ella conmigo!
La timidez de su previa exhibición se iba diluyendo conforme nuestras ropas desaparecían. Sólo ella se mantenía vestida con aquella prenda atrevida que osaba cubrir su piel tersa. Pronto dejaría de ser una molestia.
Mi musculosa blanca decoró el suelo a los pocos minutos de habérmela puesto y sus labios depositaron besos húmedos desde mi cuello hacia abajo, por mi pecho, entre mis pectorales, en mi abdomen que subía y bajaba al intentar llenar mis pulmones del aire que parecía haberse vuelto más espeso.
Al llegar borde de mi pantalón corto —y de mis fuerzas — se detuvo y también se deshizo de él con un rápido movimiento, dejándome indefenso, vulnerable a nuestros instintos, tan libre como había nacido pero con las ansias de más aumentando a cada segundo.
Me miró a través de sus largas pestañas antes de sentarse sobre mí y regalarme una de las mejores vistas, sino la mejor desde que me había reencontrado con la luz hacía una semana.
Una que no incluía el reciente regalo de mamá que ahora descansaba en alguna parte del alfombrado que no me preocupé por descubrir. Una vista que la luz de luna que se colaba por la ventana cercana sólo intensificaba haciéndola mil veces más sublime. La veía en blanco y negro, como en las antiguas películas, pero tan sensual que debería ser ilegal. No podía concebir algo más bello que ella. Que mi ____ vestida sólo por su propia piel.
Su pelo me cubrió el rostro y llenó mis vías respiratorias de su aroma a naranjas cuando ella se inclinó a besarme con creciente calor, mordisqueó mis labios llevándome al cielo con los movimientos ondulantes de su cuerpo como si fuera un baile al son de una canción compuesta sólo para nosotros dos. Vagamente recordé una fiesta, la música vibrando en mis tímpanos y a ella bailando frente a mí casi con el mismo erotismo.
Me uní a ella en ese instante en el que ya no me sentía dueño de mí mismo, ya no era capaz de manejar mis pensamientos y mis acciones. Sus uñas cortas se clavaron en mi pecho y mis dedos parecían encastrarse en sus muslos como si hubieran hallado su lugar en el mundo acompañados por gemidos de gloria al unísono y estremecimientos que iban a la par de las repeticiones de ella.
A mi nublada mente venían frases como: 'tocar el cielo con las manos' y 'sin ti no soy nada', que sentía, incluso, escasas para describir aquel momento.
Ella era mi cielo, sí, pero también era mi cable a tierra. Podía ser tan fácilmente mi cordura y volverse mi locura un segundo después.
Ella lo era todo y cuando la sentía así, tan mía, podía comprobarlo tangiblemente, robándome la vida, bebiéndomela con cada beso y obsequiándome la suya con cada suspiro, con cada exhalación de su boca.
____ tensó su cuerpo sobre mí y el mundo parecía haberse congelado en ese instante en el que todo acababa, en el que el frenesí parecía explotar desde nuestro interior y cayó pesadamente con el rostro en mi hombro y las manos flácidas entre mi pecho y el suyo.
Yo mientras tanto, intentaba controlar mis temblores a mismo tiempo que quería abrazarla estrechamente, agradecerle una vez más por su sola existencia.
Ya medio dormida y ambos con la respiración y poco más regular que hacía un minuto antes, la deposité de espaldas a mi lado, la arropé y con la tenue luz de la lámpara detrás de mi cabeza la vi sonreír con los ojos entrecerrados y llenos de brillo.
—Te amo —susurró mientras me acomodaba lo más cerca de ella posible.
Su pelo estaba revuelto y parecía una maraña de algas que resaltaban sobre la almohada. Se veía como una niña exhausta después de correr. Le besé la nariz.
—No tienes idea de cuánto lo hago yo, amor. Un 'te amo' no alcanza —confesé y ella se acercó a mí y rozó sus labios calientes con los míos.
Se removió entre las sábanas y suspiró sonoramente antes de caer en brazos de Morfeo.
Le coloqué un mechón de cabello detrás de su oreja y me dediqué a contemplarla tan frágil como hermosa, tan delicada y tierna a su vez que no podía quitar mis ojos de su figura tranquila.
—Ni aunque te regalara todas las noches de mi vida lograría demostrarte lo importante que eres para mí —susurré acariciando su mejilla sonrosada.
Mi _______ sonrió entre sueños.  

"Luz de Media Noche" (Richard Camacho y Tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora