Castigando al ladrón

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Su vida nunca había sido lo que podría llamarse "perfecta", pero tampoco podía quejarse. Familia normal, infancia normal, adolescencia normal. 

Su padre era dueño de una gran cafetería famosa en su ciudad, su madre era la pastelera del local. No era un gran restaurante de lujo, pero les alcanzaba para vivir cómodamente. 

Su hermano pequeño estaba terminando su carrera de medicina, en la prestigiosa universidad de Tokio, y tenia planes de casamiento con una hermosa jovencita llamada Hitomi. Su historia de amor era todo lo que ella nunca pudo tener. Se conocían desde primaria y, tantos años después, aun seguían juntos. 

Por su parte, a pesar de no tener pareja, no podía quejarse. Tenia su grupo de amigas y, los fines de semana, salia a bailar y conocer chicos junto con ellas. No era una puritana, pero tampoco se acostaba con todo lo que caminase. Aunque tenia unos gustos algo particulares cuando referido al sexo se trataba. 

Le gustaba un poco el dolor. Y, mas de una vez, sus parejas sexuales habían salido huyendo cuando les pedía, en el fogonazo del momento, que la nalguearan fuerte o que apretaran sus pezones.  

Suspiro cansada al recordar como Houyo, su ultimo "novio" con el cual estuvo mes y medio, la llamo loca, insana y pervertida. Y no recordaba bien, pero creía que algunas cosas mas. Ella, en su ingenuidad, creía que al ser policía seria un poco mas fogoso, pero había resultado ser un enclenque. 

Se que era difícil buscar un hombre como ella lo deseaba. Que la domine y demás. Y no, no estaba obnubilada por leer novelas como "50 sombras". De verdad su placer residía en el dolor y sonaba extraño hasta para ella. 

No era que no disfrutaba del sexo común o vainilla, según el señor Grey, pero si de verdad quería disfrutar, necesitaba esa cuota de dolor en el sexo. 

- Kaghome, despierta - La voz de su amiga hizo que saltara en su lugar. Dejo la taza de latte en la mesa y la miro, con una sonrisa. 

- Discúlpame, San, ¿Que me decías?

- Estas en la luna, ¿Que sucede?

- Lo de siempre, San. Mi problemita con el sexo - La pelinegra sonrió, comprendiéndola. Solo ella, que era su mejor amiga de toda la vida, sabia sobre sus gustos y, lejos de burlarse, al comprendía. 

- Ya encontraras a ese hombre que te haga delirar por horas, amiga - Tomo su mano, sonriendole con cariño - Pero ahora tenemos que pensar en lo bien que la pasaremos esta noches. 

- Claro que si. ¡Fiesta! - Grito la azabache, con emoción. Aparte del sexo rudo, amaba salir a bailar y beber con sus amigas. Y esa era una ocasión especial, porque era su cumpleaños. 

Y así fue. 

Como habían predicho, bailaron toda la noche y bebieron hasta desfallecer. Ayumi y Yuka se habían retirado juntas, no recordaba en que momento de la noche. Eri seguía colgada del cuello de un joven muy guapo, que no dejaba de pasear sus manos por las curvas de su amiga. Sango hacia lo mismo, con un joven de cabellos negros y ojos azules, que tenia una sonrisa picara. Y ella, la cumplañera, la que se suponía tenia que estar a punto de tener el mejor sexo de su vida, se encontraba en la mesa, con una copa en la mano. 

- ¡Maldición! - Gruño y se bajo la bebida, sintiendo como le picaba la garganta. Levanto su mano hacia la camarera que en pocos minutos le trajo otra. Un joven rubio se acerco a ella, sentándose a su lado, tomando sus hombros. 

- ¿Por que tan sola, preciosa?

- Porque mis amigas consiguieron sexo y yo no - Gruño. En su nebulosa alcohólica, su filtro se perdía por completo. 

Mucho sexo 🍓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora