Epílogo: Princess Justice

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Pasó una semana desde lo ocurrido, Marinette faltó el resto del día de su desakumatización y el día siguiente a él. Pero cuando se presentó frente a su clase, a diferencia de cómo había pensado que estarían fue todo lo contrario, todos se le quedaron viendo a Adrien primero y después se acercaron a ella para pedirle un centenar de disculpas por como la habían tratado. Marinette le preguntó si él tenía algo que ver con el cambio de todos sus amigos, alegando que sí pero que el cómo lo hizo ahora es historia antigua, pero contando que se sintió como ella cuando la defendía.

Sin embargo, los días posteriores la Dupain-Cheng empezó a tener problemas de confianza en ella misma, cosa que Adrien había notado que prevalecía tanto como Marinette como con Ladybug y al ser consciente de que ambas chicas eran una sola no dudó en actuar pero quería hacerlo como Adrien ya que a la perspectiva de ella, Chat Noir no estaba al tanto de la situación ni de su akumatización.

Solo que no sabía cómo.

Esa misma noche, Marinette entró por el tragaluz del balcón luego de una ronda de patrullaje individual do de solo fueron ella y París. Se recostó en su cama luego de anular su transformación y descansó su cabeza sobre su almohada. Pero Princess Justice seguía dentro de su cabeza. Adrien le contó apenas algunas cosas sobre lo que había pasado durante su akumatización y el por qué había terminado sobre él cuando recuperó la consecuencia. Pasó por una vergüenza horrible en aquel momento.

Volviendo como otras veces a hacer memoria de los momentos después de ser liberada del akuma recordó el objeto del Lucky Charm que había recibido: Una fotografía de la Mansión Agreste.

Y fue ahí que lo entendió. El Lucky Charm actuaba y obraba de manera misteriosa; cuando necesitaba la ayuda de un aliado heroico la magia le mostraba un objeto de la casa del Maestro Fu para ir en busca de un Miraculous, pero ahora le había indicado que debía ir a la mansión de su amor platónico. Giró su rostro para ver a Tikki que a veía a ella con una ligera sonrisa pues conocía tanto a su portadora que sabía cuando tenía una idea en mente. Sin tanto apuro, Marinette invocó su transformación y cuando volvió a estar cubierta por aquel traje rojo con motas negras salió por el balcón con dirección al hogar de Adrien.

El frío golpeando su rostro hizo que los músculos del mismo se sintieran tensos por el cambio radical de temperatura, pero siguió su camino y en poco tiempo ya había llegado a los techos de los edificios en frente a la habitación de Adrien. Notando como el chico tocaba el piano y que la ventana se encontraba abierta le dio una oportunidad. Necesitaba hablar con alguien y ese alguien era Adrien.

Jamás se había imaginado tener un acercamiento tan íntimo con Adrien en tan corto tiempo para ese entonces y mucho mucho menos imaginó que todo aquello resultaría ser a causa de que fue akumatizada. Con el pequeño porcentaje de valor que le quedaba dio unos últimos saltos y quedó apoyada en el marco de la ventana llamando así la atención de Adrien por el sonido que se produjo en seco tan de repente.

-¡Marinette!-. Exclamó el rubio con sorpresa. Se levantó del asiento para el piano y se acercó a la heroína quien se había sentado en el marca de la ventana con la vista hacia la ciudad. -¿Sucedió algo?

-Necesitaba verte y hablar-. Contestó la ojiazul con un pequeño sonrojo apareciendo en sus mejillas. -Eres el único con el que puedo.

-¿Pasó algo malo?-. Preguntó el chico empezando a preocuparse.

-Es Princess Justice... el tema de mi akumatización no deja de atormentarme.

-Marinette, Princess Justice ni existe. Esa no eras tú, es lo mismo que me había dicho yo cuando descubrí que estabas akumatizada.

-Pero es que no me cabe en la cabeza que haya cedido ante Hawk Moth-. Reclamó la chica haciendo puño su mano derecha y la cual sintió el calor de la mano de Adrien sobre la misma después. -¿Qué clase de héroe soy si caigo tan fácil en un truco de alguien que ha manipulado a tanta gente todo este tiempo? Se supone que conozco cómo es que manipula a la gente, ¡¿Y me dejo engañar?!

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