Capítulo 9

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Miki, seguramente, ya sabe toda la verdad. Conoce todos los datos sobre la venta de mi canción porque Julia lo ha vomitado todo presa de la frustración y de la animadversión que le inspira Carlos.

Desde entonces, el amigo de Natalia está pendiente de mí constantemente, al igual que Julia, que ha dejado de lado a todos los famosos para cuidarme.

Yo no miro a Carlos y a su nueva novia. Solo pienso en lo hipócrita que es. Me viene a ver a la cafetería para decirme que quiere que seamos amigos, y que me ponga guapa en el evento. Me regala el vestido que me regala, y va y se presenta con Melanie.

¿Cómo me tengo que tomar esto? En realidad, le quiero, porque son muchos años queriéndole como para dejar de hacerlo en una semana. Pero no es amor. Me duele porque me siento traicionada, no porque me esté destrozando emocionalmente.

Si soy sincera, estoy más fuerte de lo que nunca pensé que estaría en una situación así. Porque tengo una gran ilusión: que es sentirme orgullosa de lo que voy a oír y a ver esta noche. El tema es mío y de mi yaya, y eso no me lo va a quitar nadie.

Y entonces aparece Loli. Ella es como el ojo que todo lo ve. Lo primero que hace es ubicar a Carlos y a Melanie. Sonríe taimadamente a la chica, y a él le hace un gesto desinteresado con la barbilla.

—¿Qué cariño? —me mira y me pasa un brazo por los hombros—. ¿Cómo vas? ¿Bien? —vuelve a mirar a Carlos de reojo.

—Estoy en ello —bebo un poco de refresco y me llevo un par de aceitunas a la boca. No tengo hambre.

Sé que Loli es una superviviente. Una guerrera que está en medio de una batalla sentimental y visceral con Esteban. Y me lee perfectamente. Sus ojos azules me entienden a través de los cristales de sus gafas. Ella nunca supo la verdad sobre mi ex y yo, aunque ahora la sospecha. Así que me temo que Estif le ha contado lo poco que sabe.

—Tienes que disfrutar —me pide—. No sé qué pasó entre vosotros pero lo que sé me es suficiente como para ponerme de tu lado. No estuvo bien lo que hizo, pero yo se lo agradezco —reconoce con una disculpa—. Ahora bien, esto es tan tuyo como de Natalia y de todo el equipo. Así que hazte a la idea de que nada puede empañarte este momento.

—Sí —lo asumo.

Lo peor de todo es que no quiero que nadie le odie. No quiero que odien a Carlos. Porque yo no le odio. Sencillamente, es tonto, egoísta y torpe. Pero no es mala persona.

La sala está llena de lámparas de techo en forma de bola de porcelana blanca. Los manteles de las mesas son blancos. Parece la antesala de una boda. Hay un photocall con una imagen de Natalia cantando a pleno pulmón en un concierto, con el pelo alborotado por un ventilador. Parece una amazona, su maquillaje ahumado la hace poderosa. Y hay una frase en la parte baja del mural que dice: «Esta es nuestra Eurovision. Somos tarántulas».

Hay una barra donde sirven todo tipo de copas. Veo a Noemí Galera y a Manu conversando animadamente con Amaia y Aitana. El evento se celebra en el mismo plató donde se hacía el concurso, así que debe despertar sentimientos melancólicos en ellos.

—Pues, venga, chicos —nos anima Loli—. Vamos a plató, que nos tenemos que colocar en nuestra grada y el tiempo empieza a escasear.

Me zampo un par de canapés con toda la dignidad del mundo posible y lo hago bajar por la garganta con la bebida. Creo que la ansiedad me está empezando a dar hambre.

Julia entrelaza un brazo con el mío, y Miki nos secunda mientras seguimos a Loli. Y me susurra al oído.

—Va a ser maravilloso, Alba—me asegura.

Lo que nunca te canté. Cara A - AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora