Capítulo 3

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Al día siguiente

Hoy he dormido mejor que ayer. Posiblemente, porque estaba cansada por la falta de sueño y la tristeza. Pero he dormido bien.

Ayer no hice nada en especial. Me pasé todo el día con mis padres. Mi mejor amiga Julia estaba haciendo ruta de montaña y no pude quedar con ella. No sabe nada de lo que me ha pasado. Pero hoy sí la veré. En el trabajo.

Dormir hace que me levante con más ganas y con algo más de energía. Lo primero que hago es cargarme un buen café en mi Nespresso Krups Expert. No os penséis que tengo nada con George Clooney porque no, pero me la traje de casa de mis padres porque a ellos les sobraba una.

Me ducho, me visto y cojo mi moto para ir a la escuela. Tengo un buen horario en El Petit Món. Todas las clases de música se dan por la mañana, así que después de las dos, que es cuando doy las últimas clases con los más grandes, yo ya estoy libre. Eso sí, desde las ocho que entro para nuestro briefing con todos los profesores no paro.

Julia es profesora de ciencias. Entré en esta escuela, en parte, gracias a ella. Ella me avisó de la vacante, yo me presenté y les gusté.

Es una escuela que también incluye secundaria. Tiene dos edificios separados. Uno para los de primaria. Y el otro para los más mayores.

Trabajar en el centro me gusta mucho, porque me gusta Barcelona, sus gentes y el hecho de que sea una escuela donde entienden la pedagogía de otro modo. Con cada clase que tengo, doy una hora de musicoterapia a la semana. Y de una a dos horas de música normal.

Así que después de mi jornada laboral de hoy, de hacer coros, cantar canciones, leer partitura y tocar la flauta, quedo con Julia para comer en el Gótico. Allí tenemos un restaurante fijo, donde vamos a comer juntas una vez a la semana. En el Bliss.

Julia es una chica preciosa, hija de padre y madre gaditanos. Tiene un pelo largo y ondulado que me entusiasma.

A Julia la conozco desde el instituto. Nos hicimos inseparables. Es gente guay, molona, como se suele decir. Tiene un estilo muy desenfadado, pero se ponga lo que se ponga parece que tenga delante a una modelo de ébano. Es más alta que yo y de proporciones perfectas. Y aunque tiene un rostro dulce y bonito, lo que más llama la atención de ella, es que puede hablar como una máquina de insultos argentinos. En el instituto se comporta, obvio. Pero en la calle... Julia es una taladradora de hablar mal. Y esa es otra cosa que me gusta de ella. Porque hay un estudio que dice que las personas que dicen muchos tacos son más sinceras, porque no usan filtros sociales. Dicen lo que piensan, sobre todo con los más allegados. Por eso sé que ella siempre es honesta conmigo.

Cuando le cuento lo que me ha pasado, me convenzo de que no vale la pena sentir tanto dolor. Y sé que voy a superarlo. 

Ella, en cambio, deja de comer. Es como si se le cortara el apetito. Sus ojos verdes se oscurecen, y sus labios mullidos forman una mueca de desprecio y rabia ante lo que oye.

No me deja ni acabar.

—Qué. Hijo. Del. Demonio —niega con la cabeza—. No me lo puedo creer. ¿Te dije o no que no te fiaras de los que son tan guapos? —me señala como si yo tuviera culpa de algo. Sé que es su manera de preocuparse por mí—. Con los guapos solo revolcones. Nada más. Porque no están hechos para ser buenos.

—Nunca he tenido ningún problema con Carlos hasta ahora.

—Pues menos mal. Porque la que te ha hecho es bien gorda. Saco de pulgas con hemorroides... Polla infestada.

Lo que nunca te canté. Cara A - AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora