Epílogo ✔

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El día en que Abigail murió, fue como cualquier otro. El sol brillaba fuertemente luego de un par de días nublados, logrando que las personas salieran de sus casas y sonrieran más alegres. Una brisa fresca recorría los lares, acariciando el rostro húmedo de sus familiares y levantando las hojas del suelo. Sólo habían asistido ellos, porque Abigail nunca fue una chica que fraternizara más de lo necesario con las personas. Cuatro figuras abrazadas y deseando retrasar el último adiós.

Eli, tan rota como se veía, arrastró su cuerpo hasta el suelo, deseando que ella no se hubiera ido. No quería sus cosas, no de esa forma, así que le imploró que volviera. Ella siempre soñó que un día le pediría uno de sus discos o su camisa favorita, discutirían un poco y luego terminarían por compartirlo todo. La llevaría a su primera cita, brindándole consejos sobre qué permitir que pasara y las señales que su pretendiente le daría. Sujetaría su mano en su baile de graduación, porque no aceptaría a ningún chico; le pediría a su hermana mayor que la acompañara, y le presumiría al mundo que una gran persona estaba a su lado.

Alguien más se acercó y unió a ellos, cargando un par de cosas entre sus manos. Traía un aspecto desalineado, el rostro cansado y pareciera que las últimas semanas envejeció muchos años. Su estado emocional y físico se consumió tan rápido como la llama de la vida en Abigail.

-Lamento venir hasta ahora, señores Vásquez -dice Matt con la voz rasposa, observando con dolor a la pequeña en el suelo-. No había tenido el valor de venir antes, mucho menos teniendo en cuenta que Zach se fue hace una semana y media. Él me pidió que les hiciera llegar estas cosas y yo... -Las lágrimas no le permiten continuar.

El señor Vásquez lo rodea con sus brazos, permitiendo que suelte el dolor que lleva dentro. La madre de Abigail sujeta los objetos que les traía, dejándolos en el suelo y consolando a otra víctima del cáncer.

-Murió de una neumonía luego de su último tratamiento. Estaba demasiado débil y el cáncer consumió todas sus defensas, así que les fue fácil a las enfermedades asaltarlo. -Mantiene la cabeza inclinada hacia el suelo, como si quisiera acompañar a Eli-. Él me pidió que les trajera estas cosas luego de su muerte, pero no pude salir de mi casa hasta hoy. Escuché de la noticia y tomé el valor suficiente para venir aquí.

-Cariño, descuida, está bien. -dice la señora Vásquez y lo abraza mientras Eli se toma la libertad de revisar los objetos.

En el interior reposan muchas fotos de su hermana y de paisajes, incluso algunas que parecen haber sido tomadas por ella. Eli no puede evitar reír entre lágrimas, porque nunca había visto a su hermana cargar con esa mirada de enamoramiento antes. Aparece rodeada de mariposas, con una flor pegada a su rostro, en la cima de una colina, durmiendo con el cabello revuelto sobre una almohada y sujetando a su oso de peluche. Hay infinidad de retratos, pero en todos lados presenta una chispa de vida en sus ojos y una radiante sonrisa abarcando sus labios. La extraña, porque esa Abigail se perdió desde que su salud comenzó a ir en picada a velocidades catastróficas. Esas fotos, los vídeos en un par de discos y algunas pertenencias, son lo único que le queda de lo que fue su querida hermana.

La señora Vásquez recibe un papel arrugado y un tanto maltratado, reconociendo la letra de Abi en él. Matt decidió que debía darles la carta, las fotos, los recuerdos y todo lo que era de su hija. Con la muerte de Zachary, no hay otro lugar al que esas cosas pertenezcan.

Se siente idiota por no haber insistido lo suficiente, por haber permitido que él viajara y porque no pudo estar a su lado en todo ése tiempo. Eso le hace creer que es un maldito egoísta, porque sería capaz de retroceder el tiempo para evitar que Zachary acepte los pedidos de Abigail. ¿Eso lo hace una mala persona? No, sólo lo vuelve alguien que está sufriendo por haber perdido a su mejor amigo, socio y hermano de otra madre.

Matt no se queda demasiado, sólo recibe las condolencias y los abrazos que le ofrecen antes de marcharse. Trata de imaginar cómo se sintió Abi cuando Zach nunca volvió a su lado. ¿Habrá estado triste, enojada o sólo desilusionada? Creyó que lo mejor era mantener el pedido de Zachary, ocultándole la verdad de su situación e ignorando sus llamadas. Él jamás le dijo por qué lo hacía, a pesar de que Matt insistió muchas veces. ¿Por qué Zachary le ocultó que la leucemia lo estaba matando a grandes pasos? Son preguntas que él se hará, pero nunca encontrará respuestas.

Mientras vuelven a su hogar, Eli sigue rebuscando en la caja hasta que encuentra unos papeles. Se los lee a su madre, descubriendo que todos los gastos médicos y del entierro de Abigail fueron pagados por los padres de Zachary. Los señores Hoffman les agradecen haber traído a Abi al mundo, porque, de otro modo, su hijo no hubiera podido ser feliz en sus últimos días de vida. También mencionan que la historia de la Reina Mestiza debe ser conocida por el mundo, así que hicieron un par de arreglos para obtener un contrato con una editorial; éste reposa dentro de una carpeta prolijamente guardada y totalmente listo para ser firmado.

A pesar del dolor de la partida de su hermana, Eli sonríe. Está sonriendo porque le prometió que seguiría adelante, cumpliendo sus sueños y viviendo tantos años como le fuera posible. Le juró que amaría, reiría y disfrutaría cada pequeña cosa de lo que conlleva vivir. Además, ambas tienen una promesa, así que ella esperará todas las mañanas a la avecilla azul. Esperará a que golpetee su ventana y cante con mucha euforia, casi como cuando era más pequeña. En esos tiempos solía correrla por la casa para que dejara de gritar totalmente desafinada, pero ahora soportará sus cantares con mucho gusto.

Podemos ver que, aunque Abigail no haya cumplido su último deseo, ella ha vivido tanto como le fue posible. Tomó el consejo de su abuela, cargó una maleta al hombro y se lanzó a una aventura totalmente desconocida. Se permitió disfrutar, sentir, amar y llorar con la naturalidad y certeza de que eso era lo correcto. Decidió aprovechar el tiempo, uno de los recursos más preciados que puede existir, y lo exprimió hasta robarle la última gota. Si el tiempo podía robarle a ella, ¿por qué no hacerle la misma jugada? Abigail pudo morir a los veintitrés años, pero vivió por todos los que no alcanzó a cumplir.

El tiempo es relativo, tan flexible que algunas veces puede hacerte perder el rumbo. Da giros, saltos, vueltas y enredos que te llevan a lugares desconocidos e incluso te traen de vuelta al inicio. Lo que importa es vivir, disfrutar y ser lo que quieras. No importa que tu amiga ya se haya casado, ni que tu vecina terminara su carrera universitaria en tres años; sólo vive. Toma lo que te da la vida, aprende a usarlo y reniégale al tiempo. De todas formas, todo pasa como debe pasar. ¿Por qué no hacer que ocurra de la mejor manera posible?

Si olvidas eso, sólo procura ver a las avecillas surcando los cielos. Son dos pequeñas criaturas azuladas que danzan sin parar, como si todas las nubes fueran de su propiedad. Los verás sobrevolar, girar, retorcerse y estirar sus alas en un rítmico baile. ¿Quién sabe? Puede que Abigail y Zachary desean recordarte que debes vivir. Ellos aparecen cuando las nubes se ponen arreboles y el sol baja al suelo, lanzando los últimos brillos sobre sus alas extendidas.

Mi último deseoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora