Cap. 18

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—Has vuelto.

—Ya te lo dije. Es rara y tonta—, dijo una voz a su lado.

Pero no estaba rodeada de personas, eran siluetas oscuras. Oía las voces, las reconocía pero no las asociaba con ningún rostro.

—Ni rara, ni tonta... loca.

—No vine a pelear con ninguno de ustedes—, dijo, manteniendo la compostura.

—No pelearás con nosotros, dulzura—, dijo una voz aguda, la silueta dueña de esta voz levantó un brazo y con sus dedos huesudos apuntó a una mujer bastante lejos—. Pelearás con ella.

—A quien más odias...-

Con cada paso que daba la mujer en su dirección, parecía que el mundo a sus pies temblaba. Las siluetas habían desaparecido, y ya no se hallaba en la sala de Erudición, ahora estaba en un campo abierto de Cordialidad. Un aura oscura emanaba de ella, y todo a su alrededor se transformaba a medida que caminaba.

—¿Quién eres tu?

—Soy tu, Valentine. Soy quien realmente eres—, dicho esto empezó a correr hacia la castaña.

—¿En serio me veo así de fabulosa?—, se burló, entonces el choque de su espalda contra una pared de concreto le quitó el aliento y todo rastro de burla de su rostro—. Maldita sea.

Se removió de dolor, sintiendo dos manos pequeñas envolverse alrededor de su cuello.

—No pelearé—, jadeó, sin siquiera intentar apartar las manos de su doble de su garganta.

—Te haré pelear—, la soltó y luego golpeó con fuerza su mejilla, haciéndola caer al suelo; este se fragmentó en grandes pedazos.

—¡No!

—¡Sí!

—¡Deja de contradecirme!—, gritó desde su posición en el suelo—. ¡Tú no eres yo!

—Claro que lo soy. Soy lo que todos ven cuando te miran—, se ubicó sobre ella, nuevamente enredado sus manos en su cuello.

Pateó el cuerpo sin fuerzas de la muchacha. Todo lo que pisaba a su alrededor se fraccionaba en grandes pedazos.

Intentó levantarse con las pocas fuerzas que le quedaban. Sintió un tirón en su cabello, era su doble quien la había tomado con fuerza para levantarle la cabeza.

—Sí lo soy. Soy tu. Una máquina mortal. Mataste a Will, a Al, a Tris, a Lukas, a tu madre... a Jonathan.

—¡Ya basta!—, se giró, soltándose del agarre y empujando con fuerza lejos de ella a la réplica.

—Eres una asesina, y lo sabes. ¿Quién seguirá? ¿Uriah? ¿Marlene? ¿Lynn? ¿Hector?... ¿Cuatro? Bueno... igual no es como si tuvieras muchas opciones, digo, a fin de cuentas todos tus amigos terminan muertos; pregúntale a Jonathan.

Apretó los puños con fuerza. La ira la invadía y sentía su pulso latir con fuerza detrás de sus oídos. Ansiaba partirle la cara a esa copia barata. Sin embargo, sabía que si lo hacía, moriría. Y no podía dejar a Cuatro solo.

Se tranquilizó. Tomó varias bocanadas de aire para regular su respiración y su pulso. Casi le recordaba a los entrenamientos.

—Yo...

—Habla, muda, tienes dos minutos para hacerlo o también habrás acabado con la vida de Cuatro. Aunque, sabes, ni siquiera me sorprendería.

—Te perdono.

Oh... pequeña, dulce y sentimental...—, fingió estar conmovida poniendo una mano en su pecho y plasmando una sonrisa socarrona en su rostro—. Me enfermas.

Comenzó a correr hacia ella. Ahora era peor, en cada paso que daba el suelo se fragmentaba cada vez más y el mismo temblaba, casi como si quisiera hacerla perder el equilibrio.

Entonces saltó, estando a unos metros de distancia, en un intento por tirarla al suelo; sin embargo, la réplica se desvaneció. Se hizo polvo frente a sus ojos.

Ugh... ¿soy así de insoportable?

"Simulación de Cordialidad: superada. Iniciando mensaje".

—Hola. Vengo de afuera de la Valla, donde casi nos hemos destruidos los unos a los otros—, dijo un holograma de una mujer mayor, bien vestida—. Diseñamos su ciudad como un experimento, pensamos que éste sería la forma de recuperar la humanidad que hemos perdido. Y diseñamos facciones para preservar la paz. Pero estamos seguros de que habrán aquellos que trasciendan estas facciones; ellos serán los Divergentes. Ellos son el propósito de este experimento. Son vitales para la supervivencia de la humanidad.

Mordió su labio, aún mirando el holograma de la mujer frente a ella. Un nudo se creó en su garganta, desconociendo siquiera el motivo.

—Si están viendo esto, entonces al menos uno de ustedes es la prueba viviente de que nuestro experimento fue exitoso—, el holograma falló unos segundos, distorsionando la cara de la mujer, sin embargo la voz de esta jamás se dejó de escuchar—. Es momento de que emerjan de su aislamiento, y se unan a nosotros. Les hemos permitido creer que ustedes son los últimos, pero no lo son. La humanidad los espera, con esperanza... más allá de la Valla.

Entonces la mujer desapareció frente a sus ojos y todo se oscureció. Despertaba de la simulación. Despertaba con una sonrisa en su rostro.

( . . . )

—Val—, el brazo fuerte de Tobias rodeó su cintura, evitando su inminente caída debido a la desorientación causada por el suero que, seguramente era aquel que la había conducido a la simulación—, ¿estás bien?

—Y lo preguntas...—, sonrió de lado, mirando el par de ojos azules que la analizaban detalladamente. Él no pudo evitar responder a esa sonrisa con una igual.

Miró a su alrededor cuando hubo aclarado su vista y recobraba el equilibrio. Vio a Jeanine, mirando las pantallas en completo escepticismo, seguramente había visto el mensaje también. Caminó hasta ella, acercándose tanto como la habitación se lo permitía, pues el vidrio que separaba las habitaciones era un impedimento para lo que le quería hacer.

—Te equivocaste—, escupió socarrona, cruzando sus brazos sobre su pecho, sintiendo el triunfo inundar su ser—. Dijiste que el problema éramos nosotros, sin embargo, somos la solución.

Jeanine parecía atónita, como si aún no creyera lo que acababa de escuchar. Se giró y miró a la castaña, su cara se transformó; ahora quien sentía el triunfo recorrerla era ella.

—Entierren la caja—, ordenó fuerte a los soldados que mantenían sus armas aún en alto, apuntándole a la pareja.

—¿Qué?—, Cuatro y ella se miraron, luego miraron a Matthews y finalmente a los guardias.

—Nadie la verá, jamás. Mátenlos.

Max alzó su arma, apuntando a la castaña.

—¡No!—, Cuatro se interpuso, entonces sonó un disparo. Pero ninguno de los dos sintió el dolor punzante, vieron entonces que Max yacía en el piso muerto y el dueño de ese disparo había sido El Abandonado -de quien aún desconocía su nombre.

En menos de nada la sala se lleno de Osados y Abandonados, y Jeanine tenía más de tres armas apuntando a su cabeza.

—¿Evelyn?—, preguntó atónita.

—Asombroso. Nos gustará estar aquí...

—¿Y tu crees que las otras facciones te aceptarán?

—¿Porque eres tan popular?—, alzó una ceja—. Llévensela de aquí.

Empujaron a Jeanine y a Edd fuera de la habitación, con las muñecas atadas con fuerza.

—¡En cuanto se escuche ese mensaje, habrá pánico!—, desesperada gritó Jeanine, aún siendo empujada.

—¿Qué mensaje?

—Lo pasaré por todas las pantallas de la ciudad—, dijo Cuatro y entonces caminó hasta una computadora para cumplir con lo dicho.

Todos debían escuchar el mensaje. 

-V

Lovely || Tobias Eaton (2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora