Cap. 16

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Le permitieron descansar y le concedieron el privilegio de tomar una ducha. Jamás en su vida tomó una ducha tan larga como esa, tampoco apreció una tanto. Fue cuidadosa al quitar la sangre que salía de sus oídos y de su nariz.

Se había vestido con la misma ropa, sin olvidar ponerse la chaqueta de Cuatro sobre su ropa. No quería olvidar su olor, le encantaba y era, tal vez, lo único que la mantenía cuerda en ese lugar y lejos de perder el control.

Le habían dado algo de comer, que si bien, no era pastel de Osadía, tampoco era una cena de Abnegación. Lo comió sin ganas, sintiendo que vomitaría si comía un bocado más. Apenas tocó la comida, dejó la bandeja en una esquina, alejada de ella.

Ahora se hallaba recostada en una cama que parecía estaba en un cajón dentro de la pared. Era una pequeña cueva.

Los murciélagos duermen en cuevas. ¿La cama de Jeanine será igual a esta?

Daba vueltas en la cama intentando dormir un poco, sabiendo bien que al día siguiente la tortura continuaría.

Sin embargo no pudo dormir en toda la noche.

Sabía que ya era de día, tal vez alrededor de las nueve, pues empezó a ver movimiento fuera de su celda.

Ella se hallaba envuelta entre las cobijas, su cabello estaba amarrado en una coleta de modo que este no le molestara en la cara -a excepción claro de su fleco que como siempre, seguía repasando en su frente, un poco más largo pues ya le llegaba a los ojos.

—¿Qué quieres?

—Yo quería hacer lo correcto...

—Tus padres estarán tan avergonzados. Al sacrificar a la única amiga que tenías.

—Bien. ¿Y qué hay de los tuyos? No soy un tonto, recuerdo a Jonathan y lo que le hiciste a su familia. Les quitaste un hijo, un hermano...

—Eso no es de tu incumbencia. Está muerto y recordármelo no lo traerá de vuelta—, dijo a la defensiva, jugando con las mangas de la chaqueta, que a pesar de estar sucia aún emanaba ese aroma fuerte y dulce—. Tan avergonzados...—, cantó.

—Yo te perdono, a pesar de lo que has hecho—, dijo tomando una inspiración—, ¿Qué es más cordial que eso? Te perdono. Quiero que sepas que sé que no eres mala. No te veo como alguien malo.

—Seguro—, bufó, girando en la cama para darle la espalda—, avísame cuando la vaca ponga huevos, entonces te creeré.

—Eres imposible.

—Muy linda esta reunión, pero debes volver, Valentine—, llegó Peter, acompañado de dos guardias más.

Edd salió y al rato salieron ellos cuatro, ella siendo escoltada -casi cargada por los hombres que la sostenían con fuerza por los brazos, para evitar que intentara escapar.

—Te tengo una sorpresa...—, Peter habló, su voz sonó alegre, rayando en lo cínico.

Miró a su derecha, hallando, en la celda siguiente a la suya, a Cuatro adentro. Privado de sus armas, tenía un pequeño rastro de sangre en su frente, seguramente había peleado con algún guardia; sin embargo no pudo evitar sentirse mal por verlo ahí, encerrado por su culpa.

Y esta vez el olor que salía de la chaqueta del moreno no fue suficiente para evitar que perdiera la cordura. Enloqueció nada más vio a Tobias golpear la puerta de cristal, ansioso por salir.

—¡Cuatro!—, se empezó a retorcer entre los brazos de los guardias. Luchaba con ellos, pues quería acercarse al muchacho. Volver a sentir su piel, volver a ver sus ojos, volver a respirar su aroma.

—¡Valentine!—, gritaba él, golpeando el cristal, en un inútil intento por romperlo.

Entonces sintió un piquete en su espalda baja, y una horda de relajación invadió su cuerpo.

( . . . )

—Espero que tu amigo te haya explicado la importancia de lo que estamos haciendo aquí—, dijo tecleando algo, sin mirarla siquiera.

—Amigo, no, la corrijo, ex-compañero de facción—, habló cínica, cruzada de brazos. Se hallaba parada sobre el círculo y los cables que colgaban del techo ya estaban enterrados en su piel.

La mujer siguió tecleando en las pantallas, sin siquiera ponerle atención.

—Libere a Cuatro.

—Si tanto te preocupa su bienestar deberías concentrarte en lo que estás haciendo—, levantó finalmente su mirada, en sus ojos se podía sentir la burla y superioridad—. Dime, ¿aprecias la ironía?... diste positivo para Erudición entonces tienes la capacidad de entenderlo.

—Hablemos de ironía. Una Erudita que se proclama sabia, pero fue muy estúpida  cuando la hice caer en su propia trampa. ¿Ese tipo de ironía? ¿O prefieres hablar tu?—, se burló, alzando una ceja.

—Ironía. Por ejemplo: estas llena de odio, pero debes pasar por Cordialidad—, dijo con una mueca de triunfo. Se quedó callada unos segundos, pensando y luego rió irónica—. Y aquí hay más ironías...

—Ilústrame—, habló altanera.

—Que toda tu vida hayas intentado escapar de Cordialidad, sin embargo siempre vuelves ahí casi por voluntad propia...

—No creo que...-

—Y la ironía más grande de todas: tu madre, quien osadamente fue asesinada en Cordialidad, intentando protegerte. A su adorada divergente. Ahora se haya entregado, recibiendo la muerte como un gran amigo.

Acaba de... oh, sí lo hizo. La mencionó. No debió meterla a ella aquí.

—Basta.

—Y tanto la muerte de tu madre, como la muerte de Cuatro. No van a significar nada.

¡Boom!

Se soltó de los cables, corriendo hacia el cristal que las separaba. De un saltó lo partió en pedazos. Saltó sobre Jeanine. Entonces la habitación a su alrededor se empezó a derrumbar en pedazos, Jeanine se desvaneció en el aire y ahora sentía que flotaba en la inmensa habitación en destrucción.

Entonces, a pesar de estar flotando, el suelo desapareció y la gravedad hizo su trabajo. Cayendo al suelo súbitamente.

Moriría, estaba segura de ello.

Moriría y nunca más vería los hipnotizantes ojos azules de Tobias.

Moriría y nunca más besaría sus labios.

Moriría y jamás volvería a oler su colonia.

Moriría y jamás volvería a abrazarlo, ni a él, ni a Uriah ni a Zeke; ni a ninguno de sus amigos.

Moriría y ya ni tendría un hogar.

-V

Lovely || Tobias Eaton (2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora