Lo abrazó por la espalda, sintiendo su cuerpo tensionarse casi instantáneamente. Él se giró para encarar a la muchacha frente a él.
Y vio que ella ya no tenía esa mirada. Esa mirada de cordero degollado. Esa mirada de estar sufriendo. Su mirada había vuelto a la normalidad, a la frivolidad que la caracterizaba y la altanería de siempre. Y le agradaba eso. Le encantaba. Lo enloquecía.
—Lo siento—, ella lo reconfortó, apoyando su cabeza en el hombro del muchacho.
—Debí habértelo dicho...—, la encaró y jamás en su vida fue tan real como ahora. Su voz fue suave sin dejar de ser firme y su mirada fue dulce sin dejar de ser calculadora—. No más secretos, ¿sí?
Casi parecía que lo decía más para sí mismo que para ella.
—Sí—, susurró, no estando del todo segura de ello.
Pero si quería que él confiara en ella tanto como ella en él, sabía que debía hablar. Debía confesar. Debía ser real.
¿No es encantador? Casi pareciera que es invencible, pero nadie lo es y él aparenta serlo... por mí, por él.
—Yo...
—Dime—, juntó sus frentes, normalizando su respiración.
No puedo... no quiero...
—Hay algo que creo que deberías saber...—, susurró a la vez que pasaba sus manos por su cuello y juntaba más sus cuerpos.
La camiseta que había estado usando apenas cubría su busto dejando al descubierto su ombligo y hombros, sobre esta, llevaba puesta una camisa de cuadros rojos y negros que cubría más que la otra. La camisa de cuadros era evidentemente de Cuatro. Y usaba un pantalón bastante corto, éste con suerte le cubría el trasero.
Suerte que todas sus cicatrices estaban en su espalda. Ocultas de todos.
—Hey. Puedes decírmelo—, susurró él al ver cómo ella mordía su labio nerviosa, dudando en decirle.
—Lo sé...
—Confía en mí—, su tono de voz fue casi de súplica, y su mirada, parecida a la de un niño que pide algún dulce.
—Yo...—, dudó nuevamente.
—No tienes que hacerlo, si no estás segura. No te voy a presionar—, murmuró mirándola a los ojos.
Tomó un inspiración fuerte para llenarse de valor, asintió con la cabeza, y empezó a hablar esta vez más segura de sus palabras: —Mi padre, Adam, él... era como... él era como un Marcus para mí. Y yo... tuve que irme de Cordialidad porque si no lo hacía, él... él acabaría con mi vida.
Sus ojos estaban cristalizados y picaban a causa de las lágrimas que querían salir, sin embargo no se lo permitió. Jamás volvería a llorar por él, por mucho que le doliera; se había prometido hacía unos meses.
—Quiero olvidarlo. Superar ese miedo... ya sabes, como en el pasaje—, soltó una risa sin gracia y se separó de Cuatro, cruzando sus brazos sobre su pecho, sintiendo frío de repente—. Pero no puedo hacerlo. Las pesadillas no me dejan descansar y... y las cicatrices son marcas, están hechas, no las puedo borrar por mucho que quiera hacerlo. Y lamento haberme comportado como una perra contigo en Cordialidad, pero no era consciente de ello. Nunca me quisieron allá, así que era hostil con todos y cuando volví no pude evitar sentirme sola otra vez. Son unos hipócritas hijos de puta. Y me comporté contigo justo como ellos hacían conmigo, pero no podía sentirme segura... sabiendo que dormía bajo el mismo techo que él. No podía... no puedo.
Terminó de hablar con un sollozo, que ahogó mordiendo el dorso de su mano.
Sintió a Cuatro tensarse, y, sí bien estaban unos pasos separados, ella lo sabía. Sabía que él quería ver sus cicatrices, algo en ella se lo decía, así que se quitó la camisa de cuadros y le dio la espalda al muchacho.
—Sólo... quería que lo supieras antes de que... algo pase.
Movió su cabello sobre uno de sus hombros y quitó la pequeña camisa que cubría sus senos. Suerte para ambos que la puerta estaba cerrada. Las lágrimas no escurrieron nunca pero en ningún momento dejó de sentirse vulnerable.
Escuchó a Cuatro acercarse con cautela. El sentimiento de deja-vu la invadió, recordó la vez que él le había mostrado su tatuaje y con él, su dolor.
Él acarició la espalda de la muchacha. Pasó sus dedos por cada cicatriz que yacía en su espalda. Un escalofrío la recorrió.
Tenía sus brazos cruzados sobre su pecho, de modo que cubría sus pezones. La cálida respiración de Cuatro golpeó contra su hombro desnudo. Él rozó sus labios contra la piel de su hombro, pasando a la vez sus brazos por la cintura de la menor. Él la sintió temblar y su corazón se hundió en su pecho; porque la entendía, la comprendía, sabía lo que se sentía.
La abrazó por la cintura, juntando sus cuerpos nuevamente. Él reposó su cabeza en el hombro de la muchacha, esta vez, escondiendo su cabeza en el hueco del cuello de la castaña.
Empezó a esparcir besos húmedos por todo su cuello y hombro, subiendo eventualmente hasta el lóbulo de su oreja. Mordisqueó, besó, succionó, lamió toda la zona.
—Eres increíble—, susurró, girando el cuerpo de la menor. Junto sus cuerpos aún más, obligándola a pasar sus brazos por su cintura. La miró directo a los ojos, con una mezcla de lujuria y deseo, sus labios hinchados y su respiración entrecortada—. Eres valiente.
Reposó una de sus manos en el inicio de su cuello y con la otra aplastó sus grandes mejillas, de modo que se veía realmente cómica y tierna, a su parecer.
Atacó sus labios con deseo, pasando entonces a su cuello nuevamente. Con sus manos unía sus cuerpos tanto como le fuera posible y sostenía la cabeza de la muchacha de modo que -incluso si quisiera- no podría separarse.
Besó todos los lunares que adornaban su cuello, cara y hombros. Había dejado un par de marcas bastante visibles en su cuello de modo que el Abandonado, lo viera y no se volviera a acercar a ella con otras intenciones.
Besó la cabeza de la muchacha. Finalizando con un abrazo, un abrazo reparador que uniría todas sus piezas rotas. Justo como aquellos que ella le daba a él cuando lo necesitaba.
—Usa esto—, se quitó su camisa de color verde militar y se la tendió a ella. La aceptó y la pasó sobre su cabeza al instante.
Deja-vu.
Esta vez, a diferencia de las otras, dormiría juntos. Demostrando que se tenían el uno al otro sin importar lo rotos que estuvieran.
¿No es encantador?
-V
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Lovely || Tobias Eaton (2)
Fanfiction[Terminada] Segundo libro de la saga: "Young, Broke & Infamous" Había encontrado su hogar. Había comprendido que un hogar no era un lugar, podía ser una persona; y en su caso, ese hogar era Cuatro. Habían huido de la ciudad, ocultándose en Cordialid...