Por la mañana, cuando despertaron, lo vieron todo oscuro. Totalmente oscuro, como si el sol se hubiese apagado y sus ojos no se acostumbraran a tal oscuridad. Parecía estar... ¿ciegos? Restregaron sus ojos cientos de veces pero no funcionó, seguían sin ver.
-¿Cómo vamos a volver si no vemos el camino?-Joseph se estaba empezando a alterar.
-Tranquilo, yo... sé orientarme bien. Coge mi mano.-el pelirrojo tanteó a su alrededor en busca de su hermano y agarró su mano.-¿Tienes la mochila?
-Sí.-respondió.-Si nos perdemos es tu culpa.
-Tampoco nos daremos cuenta si nos perdemos, no vemos.-bromeó el menor.
-John, esta situación no es para bromear.
-¿Te acuerdas de lo que nos decía la señora... Hastur?-le costó recordar el nombre que buscaba.
-No, refréscame la memoria.-pidió, esperando otro chiste de parte de su hermano.
-Que la fauna del exterior era especial y tenían toxinas que podrían dejarte...
-¡Ciego!¡Tienes razón, John!-interrumpió el mayor.
-Quién diría que esa vieja loca tendría razón.
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La señora Hastur había muerto poco después del nacimiento de Mary Mazzello, la menor de los tres. Era increíble que John aún la recordaba. Era la mujer más longeva del poblado y había conocido el mundo sin el muro. Sabía lo que había en el exterior y se divertía contando historias sobre eso a los niños. "Cuando era pequeña" comenzó un día "mi padre fue a cazar conejos para cenar en casa con mis abuelos. Cuando volvió, se quejó de que un conejo mal formado había arañado su mano hasta provocarle sangre y, unas horas después, perdió la visión. Mi padre se dirigió entonces al curandero, junto con mi madre, y este les explicó la causa de la ceguera, alegando que la única cura era el tiempo. Ellos volvieron a casa y, cuando por la noche llegaron los padres de él, recuperó la visión totalmente, sin secuelas."
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Los chicos ya habían comenzado a caminar en una dirección desconocida. El no ver nada, les permitió prestar más atención a lo que captaban sus otros sentidos: la cálida y agradable brisa del bosque, el sonido de animales que corrían a su paso, el aroma a flores exóticas que seguro tendrían colores brillantes y vivos... A medida que pasaba el día, su vista se iba esclareciendo, aunque seguían viendo borroso. Al menos ahora podían disfrutar del verde de los árboles.
-¿Notas la humedad? Tiene que haber agua cerca.-anunció John.
-No noto...-las palabras de Joe se cortaron, había perdido la mano de su hermano.-¡John!
-Efectivamente, hay agua.-John había caído en un lago... o algo así.-¡Joe, métete!¡Rápido!
-No me voy a meter en un sitio sin ver antes lo que hay dentro.
-Joe, estoy viendo perfectamente ahora y no hay nada.-comentó.-¡Es una piscina! Y hay una casa también, es muy distinta a las nuestras.
-No me mientas más, no te voy a creer.-una mano cogió su tobillo y lo arrastró hasta que cayó al agua.
Como su hermano había dicho, el agua había purificado instantáneamente su vista. Podía ver claramente las paredes de la piscina, con restos de pintura azul en ellas. La superficie estaba cubierta de hojas de varios tonos de verde y con diferentes tamaños. A unos 10 pasos de donde estaban en aquel momento, se encontraba una casa de ladrillo, con la puerta rota y las ventanas llenas de polvo. Parecía no estar habitada. Parecía.
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Más allá del muro.-Hardzello. [AU]
FanficJoseph vive dentro de la zona segura. Un muro la separa del resto, que quedó deshabitada por extrañas muertes repentinas. Más allá del muro no hay nadie. O eso creían.