Capítulo 1

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Remus ya empezó a sentir cómo sería el último día que pasaría en Hogwarts nada más bajar del tren. Escuchaba de fondo los parloteos incesantes y animados de sus amigos animagos mientras se alejaban del Gran Comedor y acudían a la Sala Común. Como siempre, el color rojo les daba la bienvenida tras pasar por el hueco del cuadro de la Señora Gorda. Los destellos de luz de las pequeñas lámparas adornaban y dotaban al lugar de una atmósfera cálida e íntima, acogedora y familiar. Miró instintivamente hacia la chimenea. Aún no estaba encendida pero no tardaría mucho en hacerlo. Cuántas veces se había sentado enfrente leyendo y otras cuantas meditando... ahora el reloj iniciaba desde ese momento la cuenta atrás y pocas veces más serían las que podría volver a disfrutar del chisporroteo de la madera arder y el vaivén de las llamas hipnotizar su mirada color miel.

- ¡Lunático!

- ¿Qué te pasa? Estás en Babia...

- ¿Perdón...? - salió de su letargo ante los comentarios de Peter y James. Giró bruscamente la cabeza hacia donde ellos estaban. Torció el gesto, se había hecho daño.

- ¿No será que nos tienes que decir algo...? - tanteó sin razón alguna, Sirius. Su eterna sonrisa torcida y su mirada cargada de traviesa diversión delataban sus ganas por crispar a su más que amable y paciente amigo una vez más.

- ¿Algo como qué o quién? - respondió aún medio ausente.

- Quién... - apuntilló Peter frotándose el mentón, pensativo.

- ¿Quién? - volvió a repetir James enviando una mirada significativa a Sirius.

- ¡Ajá! - la mirada que le lanzó el chico de gafas le dio a entender lo que se dispuso a decir después – Con que es un asunto de faldas... ¡La chica de Hufflepuff!

- ¿Decís la nueva? - intervino esta vez Peter sonriendo satisfecho al saber la jugada de aquellos dos.

- Cadence... - dijo distraído Remus, pensando - ¿De qué me sonará a mí ese nombre...?

Y es que no pudo dar con ello des del momento en el que un grupo de chicas pasó por su lado y supieron de la existencia de una nueva alumna de séptimo curso.

- Tenemos una misión Merodeadora, chicos – anunció Sirius. Mientras Remus meditaba, el resto seguía hablando – Lunático no puede dejar Hogwarts sin haber salido con nadie - Los dos asintieron con solemnidad.

- Ni se os ocurra... - les dijo entre dientes con una mirada que daba miedo.

- ¡Brrr, lunático! Cómo se nota que se acerca el día... - bromeó James restando importancia al asunto. Simuló tener un escalofrío de puro terror hacia su amigo. Aún así no había mentira alguna en sus palabras.

Bien es sabido por los tres que Remus no presentaba indicios de querer estar interesado en temas amorosos. De los cuatro era el más reservado y pese a que Sirius siempre le había gustado esa faceta callada y esa reclusión en su mundo interior, a veces le exasperaba no saber y volvía a tramar una nueva situación para poder tirar del esparadrapo que mantenía los labios de su fiel amigo sellados. Puede que los demás respetaran su decisión, puede que simplemente dedujeran que su naturaleza era esa... pero él percibía un olor raro en todo aquello. No en vano era el sabueso, canuto, el gran 'chucho negro peludo'...- como le solían decir para hacerle rabiar. Su instinto canino le decía que Remus escondía algo grave, igual o más que su condición de hombre lobo.

Rezaba mentalmente para no tener que pasar sola la prueba de buscar el barril adecuado y golpearlo tal y como le habían enseñado

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Rezaba mentalmente para no tener que pasar sola la prueba de buscar el barril adecuado y golpearlo tal y como le habían enseñado. La Sala Común de Hufflepuff estaba muy próxima a las cocinas, dato altamente interesante para ella. Siempre gustosa de hincarle el diente a algún suculento manjar, su predilección era sin duda el dulce.

Una calidez emotiva la recorrió por completo al pisar lo que desde en ese momento se convirtió en su lugar favorito en Hogwarts. La guarida de Hufflepuff era un óvalo amplio de colores agradables. Según sus compañeros, nada fue hecho al azar. Pasadizos hasta llegar a la Sala Común, pasadizos hasta llegar a los dormitorios, emplazados en un subterráneo con pequeñas ventanas a ras de tierra... todo conducía a pensar que aquello era la morada de un enorme tejón.

El amarillo, su color favorito, estaba por doquier interrumpido sólo por motitas negras, verdes y color miel. Pasó los dedos por la oscura tapicería del sillón más próximo mientras sentía cómo le masajeaban suavementela cabeza. Rio entre dientes, fruto del cosquilleo agradable que estaba sintiendo. Sonrió al comprobar la causante de todo aquello. Una hiedra, juguetona, se estaba moviendo como si quisiera danzar con alguno de los mechones de su castaño y oscuro cabello. Sólo así se pudo fijar que el techo estaba repleto de muchas de ellas y que en casi todas las estanterías habían cactus redondos que se movían cuando alguien pasaba cerca. Conectó enseguida con aquel lugar, maravillándose por cómo una habitación podía reflejar tanto sus gustos y personalidad, sintiendo que no había errado en la decisión de dejar su antiguo colegio para estudiar en Hogwarts. Se sorprendió feliz al observar la existencia de una chimenea con bordes de madera marrón miel, la misma que la de las puertas de acceso a los dormitorios y la entrada a la Sala Común. Ya se veía disfrutando de largas veladas junto al reconfortante fuego... Amaba las llamas y el olor a madera chamuscada.

- ¡Eh, Cadence! - la llamó y se le acercó una chica de tez bonita y cuerpo bien formado – Por aquí, ven. Te enseñaré nuestra habitación. ¡Ah! Y por cierto... Soy Rachel Hume – añadió con soltura y con una sonrisa cautivadora. Sin tiempo a contestar nada, la arrastró sutilmente hacia los dormitorios de las chicas.

 Sin	tiempo a contestar nada, la arrastró sutilmente hacia los	dormitorios de las chicas

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- Cadence, Cadence, Cadence... - iba repitiendo Remus para sí estirado en la cama y cubierto por una fina sábana de verano.

Era ya bien entrada la noche y todos estaban profundamente dormidos. Sin embargo él seguía ahí, despierto, sin poder dormir. No entendía el porqué le sonaba tanto ese nombre, mucho menos su afán por descubrirlo. Tenía algo tan atenazado, sentía algo tan profundo dentro que se obligaba a desentrañar el misterio. No era curiosidad sino necesidad. ¿Cómo podía ser posible que un nombre le acarreara tal desasosiego? ¡Ni tan siquiera la había visto! Quizás ese fuese el hilo del que debía tirar para poder deshacer todo lo que en esos momentos estaba sintiendo. Cambió de postura por enésima vez. Miró el reloj y suspiró furioso: las dos de la madrugada. Como siguiera así el primer día de clases sería desastroso. Decidió calmarse, consolarse con la idea de que pronto la vería. Si la vida le otorgó aquel caramelo amargo también tendría a bien ayudar a paliar su sabor. Paulatinamente su mente se fue relajando y mandó acallar su corazón, quejumbroso y dolido sin motivo.

Estaba en un parque. Sus manos estaban sucias. Jugaba a construir un castillo de arena. Espera... ¿Esas eran sus manos? Sus dedos eran pequeños, demasiado, y la palma de la mano era poco más grande que un galeón. ¿Qué estaba pasando? De pronto una voz interrumpió su desconcierto. Apareció la imagen de alguien. Su silueta era borrosa y no llegaba a comprender lo que le decía. Porqué era a él a quien se dirigía, ¿no? Se oían truenos de fondo y de repente... haces de luz en mitad de un paraje totalmente oscuro, negro. Chillidos, olor a sangre, confusión, miedo.

Se despertó de golpe con los ojos bien abiertos y la cara desencajada por la impresión. Su corazón, desbocado, pareciera querer salir de su pecho y un silencio sordo e inquietante lo embargó. Se relajó cuando al cabo de unospocos segundos pudo escuchar la respiración acompasada de sus amigos. Todo fue un sueño, había vuelto a la realidad. Eran casi las seis y el cielo se empezaba a clarear cuando Remus volvió a cerrar los ojos para intentar volver a descansar. Esta vez sin sueños que lo volviesen a despertar, sin chillidos, sin alguien que le hablara... sólo dormir en paz.

Vulnera Sanentur [REMUS LUPIN-OC / LILY-JAMES]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora