Vulnera Sanentur [REMUS LUPIN-OC / LILY-JAMES]

Capítulo 4

Era la primera clase de Herbología y Cadence estaba inquieta por ello. Los inicios siempre le causaban malestar por los endemoniados nervios fruto de la incertidumbre e inseguridad. Le parecía extraño bajar hacia el invernadero sin Rachel. Ella tenía las ideas claras. No quiso apuntarse porqué tenía claro a lo que se quería dedicar, esa asignatura no tenía cabida en sus planes. Así que allí estaba, en los terrenos del colegio con unos cuantos de su casa charlando animadamente. Se hacía extraño estar fuera del castillo para dirigirse a clase, era como si se fuera de excursión.

- Veo que tú también te has quedado sin abono...

- Evans...¡hola! No sabía que tú también hicieras Herbología.

- Pues sí, todo lo que esté relacionado con Pociones me interesa – respondió sonriente – ¿Cómo lo llevas? – añadió haciendo un gesto con sus manos llenas de considerable abono.

- Estas plantas parecen crías de animal. ¡Me han tirado todo el abono que les había puesto! Malditas criaturitas... - maldijo en broma haciendo reír a la joven.

¡Lily! - oyeron que la llamaba una chica rubia con ojos azules.

- Te dejo, Mary se está impacientando. A nosotras tampoco nos está resultando fácil calmarlas – chasqueó la lengua. Y para cuando ya se iba añadió – Por cierto, ¿te espero y subimos juntas a comer?

- ¡Genial! - ambas sonrieron despidiéndose hasta después de la clase.

Cada vez le caía mejor aquella chica. Tenía la sensación de que la hubiese conocido desde hacía tiempo. Le inspiraba tanta confianza...tenía algo magnético que la atraía. No sabía si su bondad o su amabilidad, quizá ambas cosas. Era como la hermana que nunca tuvo. Sonrió feliz.

- Si mal no recuerdo, este debería ser el piso donde está el aula.

Aunque no era una hora propicia, justo después de comer, se impartiría en pocos minutos la clase de Historia de la magia. Por lo que hubo escuchado, no era de las materias más populares y exitosas de Hogwarts. Se preguntaba el por qué de ello.

En el aula habían diez alumnos a lo sumo. Todos estaban desperdigados por los pocos pupitres dobles del lugar. A Cadence le dio la sensación de que estaban contados y justo los que se necesitarían. Se sentó en uno de ellos, ni muy próxima ni muy alejada de la mesa del profesor.

- Hola – escuchó que la saludaban con voz queda. Sus ojos se agrandaron y tuvo la sensación de que el corazón se le hubiese parado una décima de segundo.