11; Fin.

555 100 0
                                    

Vuela la arena, lo que grité vuela con ella. La espuma juega y se eleva con la sal, cubre de azar la orilla y se va y así llega el fin.

•| ⊱♡⊰ |•

Dejó una rosa sobre cada tumba, quedando arrodillada frente a estas. Ambas tenían en una lápida grabadas el nombre de dos de sus personas favoritas, las primeras que la amaron y que se encargaron de traerla al mundo. Una de ellas pudo estar poco tiempo en su vida, pero fue lo suficiente para dejar una herida con su partida. La otra pudo verla crecer y ayudarla a sanar, pero cuando se fue también la hirió.

Shuhua ya no lloraba cuando llegaba a visitar a sus padres. Sabía que ahí solo estaban sus cuerpos, no era muy amiga de ninguna religión, por lo que no sabía si ellos seguían formando parte de su vida de alguna forma más allá de sus recuerdos. No le gustaba ir muy seguido al cementerio, creía que era inútil, pero a la vez era la única forma que tenía de tenerlos cerca. Sólo iba en fechas especiales, como hoy que era el aniversario de la muerte de su madre.

No sabía ya cuántos años habían pasado, tenía recuerdos muy claros de la mujer, pero se confundía los tiempos. Su pareja la molestaba diciéndole que ya estaba muy vieja, y aunque superara los treinta por unos pocos años, le tocaba darle la razón. Había pasado tanto tiempo que su memoria la traicionaba cuando intentaba invocar su infancia.

Guardó sus manos en los bolsillos de su abrigo cuando el frío en sus dedos se volvió intolerante. Se mantuvo allí en silencio, leyendo una y otra vez el nombre de sus padres.

Nunca había sentido la necesidad de hablarles, aunque sí la de visitarlos.

Un sentimiento de nostalgia invadió su pecho, quizá ya no era esa niña que sentía que su mundo se caía a pedazos tras despedirse de su mamá. Aún así, no se había vuelto de piedra y estaba lejos de lograrlo. Extrañaba a sus progenitores, sobretodo porque no podía evitar pensar que ambos la habían dejado a una joven edad, en distintas etapas de su vida, y que aún le quedaba muchas cosas por compartir con ellos.

No supo cuánto tiempo pasó en esa posición, pero el gritó de una infante la obligó a desviar su atención y a ponerse de pie. Pronto su pierna se vería abrazada por los pequeños brazos de una niña.

"¡Mami!", saludó eufórica la menor. Shuhua acarició suavemente sus cabellos mientras veía a su esposa acercarse a ellas.

"Lo siento, no pude retenerla. No dejaba de preguntar por ti", explicó Soojin después de haber dejado un pequeño beso en sus labios.

"No te preocupes, mi visita ya terminó", le respondió con una cálida sonrisa.

Soojin, estando más cerca de los cuarenta que ella, tenía menos paciencia. Aún así, hacía un excelente trabajo cuidando a Sunshee, Shuhua siempre le hacía saber lo buena madre que era.

Ambas mujeres tuvieron más obstáculos al momento de formar una familia. Después de su sexto aniversario, Soojin le propuso casamiento. Debieron viajar a Taiwán para poder contraer matrimonio, ya que por muchos años ese era el único país asiático en permitir el casamiento entre dos personas del mismo sexo.

El resto de los países terminaron por tomar su ejemplo, pero seguían careciendo de derechos para las parejas homosexuales, siendo la adopción uno de ellos. Taiwán, estando más avanzado cuando ser lgbt friendly se trataba, fue el primero en permitir las familias homoparentales. Pero adoptar no era un trámite sencillo para nadie, menos para una pareja que venía de otro país.

Sunhee llegó a su vida cuando la pequeña ya tenía tres años, pero a ninguna le importó por más que en otros casos si les hubiera molestado la edad de la niña. Cuando supieron su fecha de cumpleaños, ambas lo tomaron como una señal.

"Yeh Mei... Yeh Sying", oyeron a Sunhee decir, quien llevaba algunas semanas practicando su lectura.

"Esos eran tus abuelos", dijo Shuhua mientras acariciaba el cabello de la menor.

"Hubiera sido lindo conocerlos", habló la pequeña mientras la más joven de sus madres la alzaba en sus brazos.

"¿Te gustaría quedarte con ellos o prefieres que vayamos a casa?", mientras Shuhua se aseguraba de sostenerla bien, era ahora Soojin quien acariciaba sus cabellos.

"¡A casa!", exclamó rápidamente. "Quiero que veamos películas y comamos muchas golosinas".

Ambas mujeres rieron, pero ninguna tuvo el corazón para negarse.

"Está bien, pero solo por hoy, por ser tu cumpleaños", dijo Soojin en un intento de parecer que no la estaban consintiendo mucho.

Shuhua acomodó el cuerpo de su pequeña, rodeando su cintura con un sólo brazo, para poder tomar la mano de su esposa. Sunhee se aferró a su cuello, aunque no tenía miedo de caerse.

Cuando se encaminaron para salir del cementerio y volver a su casa, la pequeña saludó agitandose una de sus manitos en dirección a las tumbas de sus difuntos abuelos. La pareja sonrió enternecida ante el dulce gesto de la menor.

Shuhua podía haber perdido mucho, pero también había ganado más de lo que alguna vez imaginó.

Victoria.           ◜(g) i-dle, Shuhua x Soojin.◞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora