Reloj de arena - Capítulo IX (9)

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Esa misma noche...

Las voces de los sacerdotes se oían distantes, broncas y cansadas. Cuando uno comenzaba una frase, el otro la terminaba, y cuando el otro hablaba de lo que debían hacer, el primero explicaba el cómo. Se conocían demasiado bien; tanto, que era como si de una única persona se tratase.

—Debéis ocuparos de ese inspector...

—... antes de que se entere de lo que ocurre.

—No sería nada bueno para nosotros...

—... ni para los nuestros.

—Los secretos de nuestra iglesia...

—... deben guardarse con cautela...

—... y con mano de hierro.

Uno de ellos se levantó y caminó hasta el altar de la iglesia. Las columnas que rodeaban la sala, esculpidas directamente sobre la roca, se alzaban creando arcos adornados con figuras de santos mutilados y cruces doradas. Algunos dragones, unos cuantos caballos cubiertos por montones de rayos divinos, dibujados como la luz que ilumina los caminos de los hombres, estaban representados por todas partes. Colores vivos, acariciados por el tiempo y desgastados tras su paso, pero aun así, todavía se distinguían con facilidad el carmesí de las túnicas, el marrón de la madera, el azul del cielo y el blanco de las nubes.

—Que la vida regrese con la muerte —pronunció el primer sacerdote.

—Y que la muerte deje paso a la vida —completó el otro.

Los fieles, arrodillados a su alrededor, canturrearon unos salmos de palabras extrañas y de tonos sombríos. Un olor a incienso empalagó el lugar, aunque los presentes se extasiaron. El humo del aroma quemado enturbió el ambiente y el sabor a tierra reseca se apoderó de sus paladares.

—Estamos preparados —dijeron todos al unísono.

—El secreto no debe ser revelado...

—... el reloj no puede ser molestado...

—... la arena no debe de ser mancillada...

—... y la vida debe seguir su curso...

—... en secreto.

Los dos sacerdotes se santiguaron de una formaextraña y pronunciaron una plegaria incomprensible. Movieron los dedos dearriba abajo y de derecha a izquierda, antes de retirarse sin levantar lacabeza.


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