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Los días avanzaban y el mayor no lograba olvidar esa tierna sonrisa de su mente.
Todo se había puesto de cabeza en la cafetería, habían entrado dos chicos nuevos, Amelia y Mark; ambos bastante tontos a decir verdad. La cafetería estaría en remodelación una semana y eso daba a entender, que las vacaciones habían comenzado.

— YoonGi, tienes que salir con nosotros —, chillo la mayor — será un rato solamente —. Puchereo en exageración y pataleo en su lugar.

— No, de verdad —. Suspiro — Me aburren los bares y toda esa clase de sitios donde solo vas a ponerte ebrio sin razón, lo sabes —, dejo su mandil y lo colgó en la puerta — además no tengo nada bueno que ponerme, y buscar me da mucha pereza —. Dibujo una mueca graciosa que demostraba el supuesto cansancio que eso le generaba.

— Min YoonGi, tienes ropa excelente para estos casos —. Rodó los ojos — Yo te ayudaré, anda —.

Con ninguna otra opción más que aceptar, los dos jóvenes emprendieron camino a el pequeño apartamento que compartían, la mayor sin duda era una persona maravillosa, amable y muy tierna; YoonGi tenía sus momentos de amabilidad, más sin embargo no era su fuerte. Solía mantenerse reservado y callado ante las situaciones de su vida diaria; claro que eso no lo llevaba a ser un marginado que sólo estaba dentro de su habitación intentando quitarse los calcetines sin levantarse de su cama, el era amable y divertido si quería serlo, pero prefería dormir en lugar de beber alcohol.

— Créeme que ya imagine miles de conjuntos que podrías usar para esta noche —, el pálido negó mientras sonreía — Eres guapo, tienes un cuerpo escuálido pero sirve —. La pelirrosa sonrió a medias y arrugó su nariz graciosamente.

— Sarah, gracias —, dijo de pronto, dejando a la mayor un poco desorientada. — De verdad, muchas gracias —. Evadió la mirada de aquellos ojos brillantes y llenos de luz.

— De nada, creo —, sonrió y lo que resto del camino fue en silencio.

El cielo tenía tonalidades azules y moradas, el viento estaba suave y el calor no estaba presente; los amigos caminaron lentamente hasta encontrarse con el pequeño edificio color marrón de seis pisos hacia arriba.
Ambos entraron con medias sonrisas para la recepcionista y tomaron el elevador para ser más rápidos. Llegando al quinto piso y caminar unos metros para encontrarse con la puerta número 53.

— Bien Min YoonGi — , la mayor introdujo la llave y empujó la puerta para entrar — Vamos a revisar tu armario —. Corrió dejando al pálido en la entrada.

El pelinegro camino tras ella y se lanzó a su cama; mientras tanto la chica sacaba y miraba la ropa con dedicación, tal vez imaginaba al pálido con aquellas prendas.

— ¿Te parece esto? —. Extendió unos jeans ajustados color negro y una playera lisa negra — No, muy sencillo —, lanzó los jeans a la cama — estos están bien, buscaré otra playera —

Y así, después de un rato optó por la misma playera negra y una camisa a cuadros para que se colocara encima.
Bajo los botines militares del joven y dejó todo su conjunto listo.

— No fue tan complejo —, hablo el pelinegro con una sonrisa amplia — bien, creo que me daré una ducha —. con pereza y mejillas rojizas tomó su toalla de baño y adentro.

La mayor asintió y se marchó a su habitación, dejando al pálido tomar su merecida y deseada ducha.

La confianza les había hecho soltar tantas cosas, los momentos compartidos los llevaron a juntar un sinfín de anécdotas divertidas y estúpidas, y esas noches de desvelo se reían de ellos por ser tan joviales y despreocupados.

Eran como dos almas gemelas que deseaban encontrar su complemento, sin saber que ellos mismos lo eran; amaban al mundo por darles la oportunidad de amar, y se adoraban por ser los mejores amigos.

YoonGi sonrió avergonzado por pensar cosas irritantes y burlescas de su mejor amiga; así que decidió terminar esa deliciosa lluvia de ideas y enredo su toalla a su cuerpo.
Donde después de secar sus mejillas colocó esas prendas frías sobre su cuerpo.

Observándose en el espejo, con labios partidos y rojizos, hebras negras humedecidas y ojos rodantes por pensar cosas que no debía.


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𝐸𝓁 𝒸𝒽𝒾𝒸𝑜 𝒹𝑒 𝓁𝑜𝓈 𝒸𝒶𝒷𝑒𝓁𝓁𝑜𝓈 𝒹𝑜𝓇𝒶𝒹𝑜𝓈 Edición Donde viven las historias. Descúbrelo ahora