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JiMin era una persona que se agotaba bastante fácil, le resultaba estresante caminar mucho tiempo y más si se trataba de lugares con mucha gente.
Por ello descargaba una infinidad de juegos para su teléfono celular para distraerse en cualquier lugar; lo cual era estresante para sus mayores, claro que para JiMin, era lo más divertido que existía en el mundo.

Ahora sus cabellos se encontraban divertidos revoloteando de un lado para otro, mientras que el dueño de dichos cabellos mantenía esa sonrisa de victoria sobre sus labios, aplastando a los pequeños zombies que aparecían en su pantalla.

— ¡Vamos, JiMin! ¿dejarás que te derroten unos pedazos de carne podrida? —.  Se animaba, sin perder de vista su celular. Sus dedos bailaban sobre la pantalla y de hecho, hasta se recargó sobre el estante de frituras. — Claro que puedes, eres bueno en esto —. Aunque su diversión desapareció cuando entró un mensaje, que aprecio en su pantalla.

Trago saliva y decidió salirse del juego, para después guardar su teléfono en su bolsillo. Miro a su alrededor tratando de encontrar a sus mayores, que podrían estar por aquellos largos pasillos, tan, tan lejos de él. Sentía como la ansiedad comenzaba a tragarlo, el odiaba estar entre tanta gente, odiaba sentirse solo y desprotegido.
Las manos le sudaban y sentía que el cualquier momento el llegaría para llevárselo lejos.

No, el no quería que sucediera los mismo.

— Okey JiMin, respira —. Apretó sus ojos — El no está aquí, así que busca a tus hyung's y todo estará bie... — su cuerpo cayó.

Con quejidos y dolor en su trasero se puso de pie.

— ¿Quién te crees para anda caminando como si nada? ¿qué no sabes que puedes ocasionar un accidente si no te fijas? —. Bufo con molestia, exaltado — ¿Qué no vas a disculparte? —. Los nervios estaban adueñándose de su cuerpo.

— ¿Por qué debería? —. Le cuestionaron aquellos ojos perdidos. — No hice nada —. Respiro hondo, respiro y siguió respirando.

— ¡Descarado! ¿Qué tal que hubiese sido una persona mayor? ¿qué hubiera pasado si su espalda se lastima o se fractura el cuello? —.

— Tranquilízate, no te pasó nada ¿o si? —. Se deshizo de su cubreboca y limpió la manga de su chamarra.

— No, pero si hubiese sido otra persona tal vez tendrías que haber llamado a una ambulancia y eso no sería lo más divertido —. Aclaró, tratando de ocultar sus rojizas mejillas después de haberse percatado del drama que estaba ocasionando. Sus manos ya no temblaban y su respiración estaba siendo regular.

Ya estaba bien, el estaría bien.

— Lo siento, pero el que no estaba atento en el camino eras tú —. Rodó sus ojos — Tonto —.

El chico se retiró con desdén y comenzó a perderse entre algunas personas.

— ¡Pues ojalá tus tarjetas no pasen, y si pagas con efectivo sea falso y te lleven a la carcel! —. Termino.

Ahora estaba solo otra vez, entre tanta gente, pero solo.
¿Por qué no podía encontrarse con alguien que lo amara aunque cargara con tantos miedos? ¿Por qué no podía ser completamente libre?

El sólo quería encontrarse a si mismo, amar como en las películas de romance de antaño, sentir como la brisa le susurraba que por fin amaría y sería liberado de sus cadenas. El quería sentirse pleno en compañía de alguien, y que ese alguien se encontrara pleno.

¡Que no regresara eso que lo atascaba!

JiMin quería amar, como la gente amaba a los astros, como amaban a sus hermanos, como amaban a el amor de sus escasas vidas.



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𝐸𝓁 𝒸𝒽𝒾𝒸𝑜 𝒹𝑒 𝓁𝑜𝓈 𝒸𝒶𝒷𝑒𝓁𝓁𝑜𝓈 𝒹𝑜𝓇𝒶𝒹𝑜𝓈 Edición Donde viven las historias. Descúbrelo ahora