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JiMin se encontraba sentado cerca del televisor jugando con un trozo de plastilina amarilla, mientras moldeada un sinfín de figuras extrañas.
Su cabello brillaba al natural, pero sin duda la luz que entraba por la ventana hacían ver su cabello como oro rizado a la vista de cualquiera.

— NamJoon, ¿Iremos a la cafetería? —. Cuestionó un poco distraído con la televisión —.

— Park, ya es tarde — advirtió el mayor. —Además SeokJin no tarda en aparecer —, añadió con una sonrisa ladina

— Uhm, esta bien — se resigno y continuó haciendo sus figuras, con su labio inferior entre sus dientes.

El menor se puso de pie y se acercó a su mayor, con una sonrisa amplia beso su frente.

— Lo quiero hyung —, acarició el cabello del contrario — me iré a mí habitación —. Bajo la mirada con pena — Y lamento mi comportamiento del otro día, ya sabe —.

— Bien, JiMin — despeino el suave cabello del menor y lo dejó marcharse. — Sabes que no hay problema, algún día me dirás porque lo hiciste —.

El rubio asintió apenado y algo afligido, ¿cómo se lo iba a explicar si ni siquiera el lo entendía?
Ambos jóvenes eran amigos desde la infancia, sus madres habían coincidido en alguna reunión de la escuela o algo parecido y después se volvieron amigas inseparables; eso hasta que los Park decidieron mudarse a Busan y la madre de JiMin falleciera al año y medio. Había sido difícil para el menor y su padre, sin su madre a su lado no sabían cómo sobrellevar un sinfín de cosas; sin mencionar los terrores que ahora lo acompañaban sin piedad, que era como una avalancha de situaciones y memorias, donde el estaba bajo cuerpos ajenos.

El menor subió rápidamente las escaleras y se adentro a su habitación, la cual estaba sumamente ordenada, la ropa estaba doblada por colores, la cama no tenía ninguna arruga, los espejos estaban relucientes y el piso bastante limpio.
Sus libros estaba ordenados por tamaño y orden alfabético.

Se tiró sobre su cama y comenzó a soltar suaves suspiros con algunas lágrimas acompañando su pesar, mientras enredaba sus pequeños dedos en su cabello; la sensación era satisfactoria pues no recordaba la última vez que alguien había hecho algo así por el.
Todo se había vuelto un caos total desde que decidió salir del closet; sus "amigos" se fueron y los chicos no le tomaban en cuenta por el físico que tenía en esos años sumando que era un introvertido de primera. Todo eso le llevo a tomar decisiones erróneas que seguían ahí, haciéndole daño a su cálida cabeza.

El techo de su habitación estaba pintado de un azul celeste y decorado con algunas nubes hechas por el mismo; había tardado meses en terminar esa pintura pero sin duda alguna, había valido la pena.

Su respiración era calmada y poco sonora, sus pies colgaban de la cama y los meneaba de un lado al otro. Limpio las traviesas lagrimas que habían amenazado con aparecer y entrecerró sus ojos, pero cuando el sueño quería hacerle compañía el sonoro crujir de su puerta siendo golpeada se encargó de desaparecer cualquier indicio de descanso.

— Park JiMin, sal ahora mismo de ahí —, la voz de su mayor podía reconocerla en cualquier lugar. — JiMin, obedece —.

— Si, SeokJin ya voy — , se enderezó y abrió rápidamente la puerta. — ¿Qué se te ofrece hyung? — preguntó somnoliento.

— Tenemos que ir al super mercado —, aclaro — así que ponte unos jeans y vámonos rápido —, miro de pies a cabeza al menor y sonrió.

— ¡Me avergüenza hyung! —, cerró la puerta — lo veo abajo —. Sonrió para si.

— Bien, mocoso grosero —, soltó una risita y se alejó de la puerta blanca del menor.

Con sumo cuidado el menor saco unos shorts azules de su ropero y se los colocó, y después sus deportivas negras.
Bajo de dos en dos las escaleras y se posó frente a sus mayores con una sonrisa que ocasionaba que sus ojos formarán dos medias lunas.

— Estoy listo —. Infló sus mejillas.

— Bien, NamJoon ¿puedes ir por las llaves del auto? —, le cuestionó al piel canela y este asintió.

Los chicos que se encontraban en la sala, salieron de su hogar y se adentraron al automóvil mientras esperaban al de hebras grises.

— ¿Solo iremos al super? —, preguntó el menor mientras jugaba con los listones de su short — Es que estar en casa es un poco aburrido hyung —, miro por la ventana asegurándose de que NamJoon no llegara — Además Nam es muy extraño —. Ambos chicos rieron.

— Si, Nam es raro —, hablo el mayor — pero haré lo posible porque vayamos a otro lado ¿esta bien? — el menor asintió con una sonrisa.

NamJoon volvió con las llaves y tomó su lugar en la parte trasera del vehículo; pues JiMin siempre iba de copiloto y SeokJin de piloto.
Avanzaron hacía su destino mientras que JiMin los deleitaba con una suave melodía.

— JiMin, te llevaré a que cantes en lugares públicos y después alguien famoso te reconozca y quiera llevarte con el —, grito SeokJin con una sonrisa en su rostro. — ¿No es así Nam? — el joven de la parte trasera asintió frenéticamente.

El trayecto continuó de igual manera, con halagos hacia JiMin y SeokJin halagandose a si mismo por lo guapo que era.
Un semáforo en rojo los hizo detenerse, contemplado a las personas pasar frente a ellos y a un JiMin enfrascado en su mundo.

Sin darse cuenta SeokJin piso el acelerador, pero un zarandeo saco al menor de sus pensamientos; pues un par de jóvenes pasaron cuando el semáforo ya estaba en verde frente al auto del trío.

— ¡Debes cruzar cuando está en rojo, tonto! —, grito SeokJin con notorio enfado

El chico de hebras obscuras tiro del brazo de su menor y la llevo a la orilla, sus rostros pálidos delataban el miedo que tenían al casi ser arrollados.

— ¡Que estúpido eres MinHo! —, alzó la voz la menor con el ceño fruncido — Por venir observando el estúpido número de aquel joven casi nos arrollan —, tiro de la muñeca de su amigo y siguieron su camino.

Por otro lado JiMin escaneaba el rostro de aquellos jóvenes y el auto donde yacía sentado comenzó a ponerse en marcha de nuevo.

Los dos amigos que estaban ahí a su lado habían sido unos ángeles con el, pero JiMin quería tener a alguien que lo amará tal y como era, y esperaba con ansias que alguien se quedará con el; y tal vez ese día no estaría tan lejos como imaginaba.

Los dos amigos que estaban ahí a su lado habían sido unos ángeles con el, pero JiMin quería tener a alguien que lo amará tal y como era, y esperaba con ansias que alguien se quedará con el; y tal vez ese día no estaría tan lejos como imaginaba

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𝐸𝓁 𝒸𝒽𝒾𝒸𝑜 𝒹𝑒 𝓁𝑜𝓈 𝒸𝒶𝒷𝑒𝓁𝓁𝑜𝓈 𝒹𝑜𝓇𝒶𝒹𝑜𝓈 Edición Donde viven las historias. Descúbrelo ahora