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La semana había pasado igual que siempre, los días  callados y totalmente aburridos, y dando por terminado las vacaciones. El estrés lo consumía por la monotonía, pero el no saber cambiarla le aturdía aún más.

La gente entraba y salía de la cafetería, unos reían y otros preferían reservarse; las parejas pasaban y los niños corrían de un lado a otro. El día estaba demasiado nublado y el olor a tierra mojada encantaba a cualquiera.

— YoonGi hoy tendrás que hacerte cargo de el local solito —. Hablo la mayor con una sonrisa, irradiando luz y hasta podía ver brillos saltando de un lado al otro.

— ¿Y que haré yo solo?— cuestionó y salió de su lugar anterior, esperando que la contraria estuviera mintiendo — Además me parece injusto que tú puedas salir temprano los días que quieras, y yo deba pedirlo con dos días de anticipación —.

— Bueno, de hecho no estarás solo. Amelia estará contigo la tarde completa — el pálido alzó una ceja. — Y bueno, acerca de las horas cortadas y eso; puedes hablarlo con Nini —.

— Uy, vaya relevante noticia — una risa sarcástica salió de sus labios y evitó la mirada de su mayor —. No nos llevamos del todo bien, además me asusta —.

— ¡Vamos Min YoonGi, no es tan malo! — dicho esto salió disparada de aquel pequeño local, dejando al pálido con la palabra en la boca.

— Si, ojalá no sea tan malo —

Después de acomodar, lavar y limpiar la cafetería el solo; la bajita hizo acto de presencia con una chillante risa que se expandía por todo el lugar.
Lucía unos jeans ajustados color rosa y una blusa de manga corta blanca con estampado de flores, y si mencionar sus infantiles deportivas rosadas.
Su cabello iba recogido en un moño mal hecho y tenía labial en los dientes.

— YoonGi oppa, llegué —, hablo con una sonrisa tatuada sobre sus labios.

— Ya lo noté Amelia — hablo bajo y siguió en lo suyo, no le importaba la presencia de la menor en lo absoluto, mientras que no emitiera sonido alguno estaría bien, — Sarah me pidió que te dejará esto —, extendió un sobre amarillo gastado y camino hasta la cocina.

El único sonido que se lograba percibir era el de los aires acondicionados haciendo su trabajo, la menor estaba terminando de limpiar las mesas correspondientes y después se echó sobre una silla.

Con la aprobación del mayor encendió la televisión y colocó algo de música, llenando de vida aquel precioso lugar donde estaban, era tan satisfactorio escuchar la melodía invadir sus oídos y sin ningún otro inconveniente.

— Oppa, ¿desea bailar? —, cuestionó la menor, recibiendo un "no" por parte del mayor — Oh, vamos solo unos minutos —.

— Amelia, no, no quiero bailar contigo — hablo y la menor lo miro

— ¿Por qué no? — sonrió ladina y tomó su asiento.

— Porque no eres mi amiga — dijo y se puso de pie para ingresar de nuevo en la cocina donde empezó por preparar el té verde.

En la mesita donde solía comer con Sarah estaba una pequeña y linda caja de chocolates con una notita rosada.

"Para YoonGi oppa con amor, Amelia"

Sonrió ladino y siguió en lo suyo, aunque un poco arrepentido por lo que dijo allá afuera; solía comportarse como un imbécil de vez en cuando pero hoy se excedió, pues la jovencita no tenía la culpa.
Terminó de limpiar los vasos y después salió, encontrándose con la menor y una caja de pañuelos.

𝐸𝓁 𝒸𝒽𝒾𝒸𝑜 𝒹𝑒 𝓁𝑜𝓈 𝒸𝒶𝒷𝑒𝓁𝓁𝑜𝓈 𝒹𝑜𝓇𝒶𝒹𝑜𝓈 Edición Donde viven las historias. Descúbrelo ahora