XII
.
Bisoño en amarte.
El rubio sabe que su presencia a sido comunicada al moreno pesé a que este no ha dado ningún indicio por girarse y enfrentarle.
Steve tampoco tiene intención de presionarle.
Avanza varios pasos y se sienta en una de las varias sillas que quitan espacio en el lugar. Observa con tranquilidad al genio mientras trabaja con un holograma y juguetea con una herramienta con su mano sobrante. No parece estar sumergido en lo que está haciendo; sus pestañas se mueven incontables veces en menos de un minuto y no está murmurando nada incoherente como solía hacer cuando Steve le veía trabajar en algo.
El ojiazul clava su mirada en el cuello del castaño hasta percatarse del colgante que lleva consigo, la frase que leyó en el colgante que él encontró se estampó en su subconsciente.
El oro con el bronce.
Piensa varias veces aquellas palabras y termina sacándole todo recordando las inseguridades que siempre arrastraba Toni tras su espalda. Llega a concluir que Toni toma el puesto de bronce porqué cree valer menos que el propio Steve, quién sería el oro.
Hace una mueca antes el pensamiento.
Si es así, entonces daría todo su oro para contrarrestar el bronce que tanto odiaba Tony.
—Tony, yo.. —comienza torpemente, sin embargo es interrumpido.
—¿No crees que... —se gira y enfrenta al rubio mientras conectan miradas—. ...el tiempo es efímero, capitán?
Está completamente seguro de que su cara es un chiste cuándo se ve abrumado por la pregunta del millonario, aunque se percata de que no es necesaria una respuesta en el momento en el que sigue hablando. Lo agradece enormemente.
—Un filólogo y escritor citó: Cada momento que paso sin ti es un momento de tiempo perdido —dijo con una voz serena mientras se levantaba de su silla y caminaba por el alrededor con una tranquilidad que perturbó al ojiazul—. También hay que decir que Tolkien no estaba muy cuerdo, escribió El Señor de los Anillos después de todo.
La suave broma deja en la lengua del moreno un mal sabor mientras de reojo, observa a un Steve Rogers con el rostro en blanco, una mueca pinta su rostro ante eso.
—¿El oro o el bronce? —pregunta sin buscar una respuesta. Se limita a arrastrar sus pies mientras cierra sus ojos por un instante.
El silencio se acomoda de nuevo entre ellos mientras piensan la situación. El rubio no tiene idea de que decir y el millonario solo quiere terminar ya con eso.
—Mira, Steve —detuvo sus andanzas y se posicionó frente al rubio—. El tiempo a pasado y jamás encontrarás lo que dejaste, ¿entiendes eso? No soy quién era, solo soy un mal dibujo de aquello.
—Sí, tienes razón —afirma dócilmente mientras agacha su cabeza y apreta sus manos en su regazo.
—Si entiendes eso, entonces puedes irte.
El moreno da media vuelta y empieza a dirigirse al sitio dónde hace algunos minutos estaba trabajando. Se ve a si mismo siendo detenido cuándo el rubio toma su muñeca con una fuerza que le hace parar pero no le inflige daño alguno.
—¿Qué quieres ahora, Rogers? —exige molesto antes la insistencia del rubio. Ya era suficiente doloroso mantener la calma ante la situación que sobrepasaba al genio.
—Por favor —ruega en un murmullo—. Baila conmigo.
La mente del más bajo parpadea por unos segundos sin comprender muy bien a lo que quería llegar el supersoldado. No encuentra ninguna respuesta y, sin fuerzas para discutir, toma la mano que el contrario le había tendido.
Una de las manos de Tony está entrelazada con la de su acompañante, mientras que la otra se coloca suavemente en el hombro del mismo. Por otra parte, la mano sobrante del rubio se posiciona sin prisa en la cintura del castaño.
Una suave melodía toca de fondo y el Stark murmulla un par de maldiciones a Jarvis, Steve sonríe ante la acción.
—¿De qué demonios te ríes, Rogers? —gruñe mientras siguen bailando al ritmo de la música bonancible, sino fuese por los indudables sentimientos del moreno hacia el mayor, le golpearía sin piedad en esa perfecta cara suya.
—Sigues igual —confirma con los ojos brillando en alegría sin apartar el cruce de sus miradas en ningún momento.
El menor abre los ojos sorprendido mientras la realización cae pronto en su mente. Sonríe cansado al darse cuenta de las intenciones del rubio, se percata de que sus fuerzas para contradecirle han desaparecido.
—Tú tampoco, Steve —sonríe apenado mientras reprime las ganas de llorar por la tierna mirada que el supersoldado le regala. Tony cree que no debe merecerla.
Ambos cuerpo están lo más pegados posible mientran danzan con mucha suavidad. El tiempo a caído, parece que todo a vuelto a ser lo que era y Steve ve a una joven atrevida con ojos revoltosos gritando malas palabras.
—¿Sabes? —inicia con pesadez—. Tus ojos son hermosos cuándo estamos así de cerca.
Tony no tiene palabras para expresar el dolor y amor que siente en ese momento que les abraza, su única respuesta es una lágrima que se desliza por su mejilla. Inclina su rostro hacia abajo en un intento por esconderse de la mirada abrasante del rubio frente a él.
Steve quiere estar por siempre con el hombre pegado a él, con ese pensamiento suelta su mano de la del genio para deslizarla por el rostro de este último. Limpia con mucha suavidad -como si temiera romper aquel momento- la mejilla del moreno mientras acerca su rostro hacia el propio.
—Te amo —susurra en el preciso momento en el que sus labios están por juntarse. Las lágrimas deslizar por el rostro del más alto cuándo ambas bocas terminar chocandose.
Tony acepta el beso con la esperanza burbujeando, mientras que su lágrima derramada desemboca muchas más consigo.
Ambos terminan bailando con sus labios mientras se aferran a su pareja en busca de la comodidad que tantos años han añorado.
En ese instante, solo son ellos dos junto a la suave melodía que toca y lágrimas de felicidad y pena por el tiempo separados.
En ese instante, se permiten vivir de nuevo como una estatua de bronce bañada en oro.
♤♤♤
Me tomó horas escribir el capítulo final, no estoy muy segura si estuvo bien, pero espero que os guste.
❤
![](https://img.wattpad.com/cover/152345004-288-k578035.jpg)
ESTÁS LEYENDO
Oro bañado en bronce 》 Stony
FanfictionSteve conoció a la que sería su alma gemela en un pequeño y estrecho callejón de Brooklyn mientras transeúntes pasaban de un lado a otro sin percatarse de la escena tan única para ambos. Steve no la volvería a conocer hasta sesenta años después, cuá...