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El pago es la vida.


No puede negar que su vida es todo menos normal, después de todo acabó siendo un súpersoldado para después conseguir una larga siesta en un bloque de hielo durante setenta años. Después de esos años, al despertar, perdió sus esperanzas por el futuro, sin embargo su futuro equipo de superhéroes le impulsó a seguir y lo hizo, lo que supondría el ver dioses nórdicos con curiosos problemas familiares. Siendo sincero, él jamás se planteó ni por un segundo una vida acompañada de personas con dotes extraordinarios hasta el punto de sobrepasar lo ficticio, con las cuáles le tocaría enfrentarse a seres que buscan la dominación. Él extraña esa época dónde él era lo más raro que se había dando a conocer en la ciencia.

Rascando su nuca con desgana, miró hacia ambos lados del pasillo en busca de señales vida, nada. Suspiró y empezó a caminar hacia la supuesta dirección que le llevaría a la lujosa cocina del lugar, era obvio que en la torre Stark hubiese lo mejor de lo mejor.

—Capitán, le informo que debe girar a la izquierda para llegar a la cocina -informó aquella voz artificial con su acento británico en el momento en el que el rubio se confundió de camino. Éste pegó un pequeño saltito en su lugar en el momento en el que habló la IA sin estar muy acostumbrado a ella pese a sus varios días hospedando.

—Uh, sí... —murmuró más bien para él mismo que para la voz artificial. Tardó varios segundos antes de dirigirse a Jarvis—. Muchas gracias, Jarvis.

—No hay problema, estoy a su disposición.

Sus labios se vieron levantados en una pequeña sonrisa al pensar en la IA debido a que pese a ser una máquina creada por el hombre, padecía más personalidad y emociones que algunas personas que conoció en antaño. Se sentía menos sólo gracias a él, después de todo vivir con Tony Stark era prácticamente como vivir sólo.

Antes de poder seguir con su mañana de pensamientos se vio a si mismo deteniéndose al escuchar el traqueteo de alguna taza y algún que otro utensilio junto a un suave canturreo agradable que trajo a su cuerpo una tranquilidad que no comprendió. Al acercarse el sonido se intensificó, no obstante el meneo de cosas y aquella melodía tatareada se detuvo en el momento en el que Jarvis intervino.

—Señor, el señor Rogers ya ha llegado.

Observó detenidamente como la espalda del castaño se contraía pero rápidamente esa sorpresa fue disimulada con una postura y sonrisa socarrona del moreno. Éste mismo dió media vuelta y enfrentó al contrario, sin olvidar ni un minuto sus gafas las cuáles tomó del mostrador y se las puso antes de encarar al rubio.

—Buenos días cariño, ¿qué tal han dormido esos músculos tonificados en una de mis camas matrimoniales? —preguntó descaradamente junto al sarcasmo desbordando por todos lados.

—Hola, Stark —saludó perezosamente evitando a leguas decir el nombre del moreno. Llevaba muy poco tiempo cerca del aquel sujeto y la herida abierta por la perdida de su amada era tan dañina que no era capaz de pronunciar su nombre.

Él contrario ni se inmutó y de forma inmediata volvió a sus quehaceres, el rubio no tardó mucho en percatarse de que se estaba preparando uno de esos cafés completamente negros que tanto le desagradaban. Algo en él titubeó, a ella también le gustaba el café solo.

No hablaron más, solo observó atentamente al moreno quién no tardó en dar marcha en dirección hacia su taller con la llameante taza entre sus manos, hizo un pequeño con su mano como despedida. El rubio no tuvo apenas tiempo para contestarle, él ya se había marchado. Su relación fue siempre así, limitándose a pequeños saludos y conversaciones únicamente orientadas en el ámbito profesional. Por alguna razón al rubio le provocó dolor la acentuada personalidad apática del moreno hacia él, le desconcertaba ver como aquél hombre parecía evitarle como si fuese una plaga. No obstante, jamás se quejó, a fin de cuentas aquél hombre el permitió iniciar una vida sin pedir nada a cambio, ¿cómo podía el quejarse cuándo el genio le otorgó una casa, comida e incluso una tarjeta de crédito para comprar todo lo que desease?

Por lo tanto los días siguieron pasando, lo que se convirtió en meses y eventualmente casi en un años hasta que lo inevitablemente sucedió. De repente él estabas en vuelto en el caos junto a sus nuevos compañeros de equipo, los vengadores. Todo se vio en vuelto entre el polvo y el fragor de la batalla mientras daban todo por detener a aquellas criaturas que parecían no desaparecer nunca y, aunque la situación fue desastrosa, por una vez vio luz en el túnel. Él no estaba sólo y tenía un propósito en la vida, en aquel momento dónde cada uno le guarda la espaldas a otro se permitió pensar en la remota idea de tener una familia. Sin embargo, las cosas no tardaron mucho en tocerse.

A su vez que luchaban contras seres inexplicables que salían de un portal que parecía que jamás se cerraría, vieron venir un misil que quería acabar con todo. En aquél instante dudó en todo, pero sus pensamientos no tuvieron mucho tiempo puesto que cierto moreno los interrumpió.

Y él entró.

Entró a un maldito portal desconocido. Maldijo para si mismo mientras apretaba su mandíbula deseando que el hombre regresara sano y salvo.

Y él cayó.

Fue surrealista. Ordenó cerrar el portal pesé a sus deseos por no hacerlo, sin embargo mientras se cerraba iba perdiendo poco a poco la esperanza de volver a verle, de disculparse e incluso agradecerle.
A punto de que sus impulsos le vencieran y empezara a gritar, vio al hombre, al héroe, caer desde el cielo.

《 Un milagro. 》, pensó.

Y él murió.

Porque caía sin control y el miedo se arremolinaba en él. Vio a Thor dispuesto a lanzarse hacia la armadura y después a un Hulk salvando al nuevo amigo de su contraparte. Y quién le diría que el mundo era cruel al arrebatarle a aquel hombre que había valorado poco, siempre parecía llegar tarde a todo; Peggy, Toni, Tony...

Y él miró.

Cuando el fuerte rugido de Hulk retumbó en el lugar él ni si quiera reaccionó al estar totalmente centrado en el castaño. Y por el amor de Dios, él despertó. Vio su expresión confusa mirándole e probablemente impactada por el hecho de estar vivo, Steve tomó ese tiempo para apreciar la vista del hombre vivo y se sintió tan feliz y aturdido por la creciente emoción que no supo muy bien que decir. Aún así, él le sonrió mientras reprimía sus lágrimas y se lo decía: "Ganamos".

Ganaste 》,dijo en sus pensamientos.

Oro bañado en bronce  》  StonyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora