ii.

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II

Pavor.

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Siempre hubo ahí una sensación persistente que jamás se desvanecería. Ahí, en su estómago. Tal vez fueran tontas mariposas de las sienten los adolescentes hormonales o tal vez necesitaba lo más rápido posible un hospital y si quiera lo sabía. Él siempre a tenido problemas con su salud, ¿tal vez está es una de las tantas veces en las que se ha enfermado? Nunca tuvo una respuesta verificada, una duda para el resto de su vida entre paredes blancas y olores a medicamentos que creían que lo mejorarían pero simplemente lo mantenían estable para llevar a cabo una vida "normal".

Él siempre quiso una vida normal.

Bueno, siempre no. Todos esos pensamientos de una vida "normal" se vieron completamente borrados ante la vista de aquella mujer morena que le echaba miradas que parecían matarlo de amor ahí mismo. Creyó que había ingerido drogas porqué aquello estaba más allá de lo real.
Aún así, tiempo después se percató de que aquello era real, que no era su tonta mente que soñaba con alguien que le amaba por lo que era. Ante el pensamiento supo que ella no era como lo que se conocía como "normal".

—Yo no soy una mujer cualquiera, bebé. Yo soy la mujer —informó con ese suave tono egocéntrico que le volvía loco—. No soy normal y no espero vivir una vida normal, ¿quieres vivir conmigo una vida de locos, pequeñín?

No pudo evitar recordar aquellos labios carmesí tan tentativos para los instintos humanos; toda su fuerza de voluntad fue usada para no lanzarse hacia ella como un carnivoro a su presa.

—¿Sabes? Me gusta tu cabello.

Ante el tan inesperado comentario levantó su vista y miró directo a sus ojos miel que parecían escanear cada milímetros de su rostro.

Lamió su labio superior con un movimiento suave y corto por parte de su atrevida lengua.

—¿Sí? A mi... A mi también me gusta tu cabello...

Notó su rostro como si estuviera envuelto en llamas, esa sensación se pronunció aún más cuando una suave y pálida mano acarició su mejilla.

—Gracias.

No hubo palabras para expresar aquello que sentía por la suave sonrisa que esa mujer le regalaba. Ciertamente siempre pensó que él iría al cielo y, por un mero instante, creyó estar en el mismo.
Tardó un tiempo para reaccionar ante la caricia y el rostro tan apenado y a su vez, repleto de amor que ni cuenta se dio del momento en el que ella se había levantado y desplazado hacia la salida.

Jugueteó con el pomo de la puerta por varios segundos antes de hablar.

—¿Nos vemos en otro momento?

—Por supuesto —su voz pronunció palabra por si sola sin tener en cuenta la opinión de su conciencia.

—Bien, estaré aquí a las cinco y media para tomar un café o un té, ¿de acuerdo?

Sin buscar una respuesta la morena salió prácticamente corriendo del lugar sin motivo aparente, un hecho desconcertante para el rubio que no alcanzaba a entender absolutamente nada.

Cuando le tendieron un par de folios jamás esperó encontrar una ficha completa sobre Tony Stark.

No encontró nada más allá de sus logros públicamente promocionados, aunque algo llamó su atención. Su infancia era totalmente anónima.
J

amás preguntó por ello, es decir aquello no tenía tanta importancia, ¿no?


Ella no llegó jamás a aquella cita que habían concertado. Una inquietud se apoderó de él, ¿y si le hubiera ocurrido algo a ella?

Aún así, él esperó.

Él confiaba en ella de una forma ciega, porqué el recordó algo importante, ella jamás dijo un día en concreto. Así sin más el rubio decidió esperar durante dos semanas completas hasta que ella volvió a la vida.

Dos semanas largas y dudosas que tuvieron a Steve al borde del precipicio.

Un miércoles ella decidió irse y un miércoles ella decidió regresar, un miércoles a las cinco y media.

Puede recordar todo con fluidez y a cámara lenta para percibir todos los detalles. Fueron dos semanas ausentes donde él parecía no verle sentido a la vida misma.

Su pestañas no paraban de moverse mientras lo miraban.

—Perdoname.

Él realmente no necesitaba ni quería una disculpa, solo necesitaba la presencia de ella para borrar cualquier dolor y rencor que se podía haber manifestado a lo largo de aquellos catorce días interminables que vivió.

—Esta bien —afirmó mientras sujetaba las manos de la mujer—. Estás aquí ahora y estás bien, entonces no importa nada más.

Grande fue sus sorpresa al ver una lágrima deslizarse por la mejilla derecha de la joven.

—Yo... No debía haber actuado así... Fue tonto e indebido, yo...

Las oraciones de la castaña iban a seguir hasta otras dos semanas si no hubiera sido por la suave presión que sintió ella sobre sus labios. Varios segundo fueron necesarios para percatarse de que él la estaba besando, varios segundos tardó en corresponder.

Cuando se separaron él acunó el rostro de la Stark entre sus enflaquecidas y débiles manos.

—Todo está bien ¿vale?, no hay de que preocuparse.

La seguridad en sus palabras instó a la muchacha lanzarse hacia el contrario en un suave y cálido abrazo.

—Te amo —susurró.

Cuando sus ojos se abrieron notó enseguida que algo extraño sucedía y se preguntó si realmente podría vivir en un mundo al que no pertenecía.

Cuando sus ojos alcanzaron aquél color café, inevitablemente se preguntó si podía amar de nuevo.

Por algún motivo sintió algo más allá en aquellas dos simples palabras. Pudo escuchar inseguridad, pena e incluso el miedo. En un instante que probablemente equivalían a segundos en el mundo de los vivos pudo darse cuenta de la huida de la muchacha, de las palabras de disculpa que musitaba cada pocos minutos. Fue un motivo tonto pero tan enternecedor que tuvo ganas de llorar.

Ella tenía miedo, miedo de amar.

—Yo también te amo.

Oro bañado en bronce  》  StonyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora