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Ilusión.
Se levanta tambaleante del suelo estando aún bastante desubicado, sin embargo el sigue las indicaciones de Jarvis sin rechistar, camina despacio y observa cuidadosamente el camino que toma hasta llegar a su destino: una de las tantas habitaciones que hay en el lugar. Da varios pasos hasta situarse frente a la puerta, toma el pomo y efectúa el movimiento para abrir, esta no reacciona. Frunce el ceño recalcando un poco su inesperada molestia.
《 Y dicen que las mujeres son las que tienen rápidos cambios en sus estados de ánimo 》,piensa Steve mientras una mueca inunda su rostro. Él era consciente de que el enojo y la pena estaban separados por un hilo minúsculo.
—¿Jarvis? :cuestiona con la duda floreciendo.
Varios segundos son los que se toma Jarvis para contestar, segundos que para el rubio son el mismo infierno enterno.
—Ya puede abrirla, señor -informó vivaz—. Debo informale que estas órdenes son en su totalidad algo en contra de lo que el Señor Stark diría o haría.
—Espera, ¿qué? —se detiene en un movimiento brusco antes de proceder y abrir la puerta. Está perplejo y observa con cuidado el techo—. ¿Y por qué estoy aquí encontes?
—Yo le concederé el permiso, Capitán Rogers.
—Yo no sé si debería...
—Mi función principal es la de cuidar al Señor Stark de cualquier forma posible, aún tenga que ir sin el permiso de él.
—Pero...
—Por favor Capitán, usted debe ver lo que hay en el interior de esa habitación —insistió la IA mientras detenía la palabrería del supersoldado.
Sin más por lo que oponerse, el rubio tomó de nuevo la decisión de pasar al interior de aquella habitación con la curiosidad recarcomiendo su interior. Al abrir la puerta sonó un suave pitido junto a una luz verde, a sabiendas de que Jarvis le otorgaba el permiso no dudó y dio varios pasos al interior de la amplia estancia.
El lugar estaba abarrotado de un aire espeso por la falta de aire fresco y todo estaba cubierto por una manta de polvo. Todo parece estar ordenado cuidadosamente, pero a su vez todo está en un caótico desorden, no obstante parece estar todo colocado de manera que el dueño sepa dónde se ubica cada cosa por pequeña que sea.
—¿Pero qué...? —murmuró sin palabras con las que expresar lo que se le presentaba frente a él.
Extiende uno de sus brazos hasta alcanzar con sus dedos varias prendas dobladas en la superficie sólida y segura de una cajonera. Es un vestido, observa Steve, es de color verdoso y bastante práctico para usar tanto en verano como en otoño, por otra parte junto a la prenda de mujer ve una caja de zapatos negra mate con decoraciones en platino de la marca correspondiente. Toma la caja con ambas manos y procede a ver su contenido; un par de tacones negros.
Llegando a ese punto, Steve se percata del sabor de familiaridad que le deja la vista de los objetos frente a él, un flashback cruza su mente y puede ver a su amada con dicha vestimenta, la cuál es azotada por la brisa junto a aquellas pestañas que revoloteaban por doquier en sus párpados.—Toni... —gime ahogando un sollozo ocasionado por los recuerdo que le abruman una y otra vez. Aquella situación era desesperante para el ojiazul.
Son varios minutos los que toma para tranquilizar los ríos que desembocan en sus ojos y que no paran su corriente hasta caer de su rostro. Deja los zapatos en el lugar en el que estaban y procede con lentitud a recorrer la estancia. En un par de vistazos llama su atención una pequeña bolsa plateada que se sitúa en la otra esquina de la habitación, esta está apartada y llama por completo la curiosidad del par de ojos celestes del rubio.
—Esta caja es... —susurra con suavidad mientras roza con la gema de sus dedos las tiras de agarre de la bolsa. Mete con cuidado una de sus manos y saca de ella su respectivo contenido, una diminuta caja escarlata con decoraciones doradas con formas florales en sus extremos.
El flashback es de esperar, dónde recuerda un día con la castaña quién tiene en sus dedos revoltosos las tiras albinas de la bolsa. No puede evitar llevar sus manos a la caja y abrirla. En el interior encuentra un colgante plateado con una pequeña chapa, en ella hay letra cursiva escrita.
El oro con el bronce.
Observa durante bastante tiempo, cree que demasiado. Las palabras en si las relaciona –obviamente– con él y Toni, mientras que él es el oro, Toni es el bronce. Steve acaba con esa conclusión por el color que cada uno posee en el cabello.
Cierra con fuerza sus párpados bloqueando las lágrimas que amenazan por derramarse, también hace esta acción para cerrar los recuerdos que provocan un vuelco en su estómago. La idea de vomitar no se le hace muy atractiva.
Varios minutos en la misma posición hacen que su mente proceda a actuar de una vez, así que toma la bolsa y la coloca en su lugar. Procede a retroceder con cuidado para no descolocar nada más, el cree que a visto demasiado hoy y se dice a si mismo que necesita buscar el valor suficiente para hablar con el castaño sobre toda la incógnita que se derrama en el ambiente.Él no espera en absoluto el encontrarse a un James Rhodes con brazos cruzados justo frente a él al salir con sigilo del lugar.
—Capitán —saluda con una suave voz sosegada. Steve evita por completo el contacto visual directo.
—Uh, hola —devuelve el saludo tropezando con sus pequeñas palabras.
Observa detenidamente el alzamiento de una única ceja por parte del moreno mientras sus labios se inclinan hacia arriba en una pequeña sonrisa pícara.
—Ambos soys tan estúpidos.
El rubio queda perplejo ante las palabras pero no tiene ni un minuto para responder porqué el mejor amigo de Tony ya está tomando de nuevo la palabra.
—Si quieres saber más de Tony, sigueme.
Steve no lo piensa, sino que sin durarlo llevó a sus piernas la orden de caminar tras aquél hombre. Todas sus dudas nos serían respondidas por él, pero sería el empujón que le llevaría a más. Ciertamente, él no perdería aquella oportunidad de un millón.
Mientras seguía el andar presuroso del hombre, este último prosiguió su charla a Steve sin apartarse del tema tan esperado por este.
—Sabes... -inició con poca pericia—. Tony a pasado muchas cosas.
El rubio supo que no eran palabras que el debía responder, más bien fue un hecho que se hizo de recalcar.
—Por otra parte, ¿sabías que Tony Stark siempre lleva un curioso colgante plateado con el cuál nadie está familiarizado? —preguntó hábilmente mientras sonreía con suficiencia.
Su boca pareció quedarse sin saliva en aquél preciso momento, después recordó que nunca tomó ese maldito vaso de agua.
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Oro bañado en bronce 》 Stony
FanficSteve conoció a la que sería su alma gemela en un pequeño y estrecho callejón de Brooklyn mientras transeúntes pasaban de un lado a otro sin percatarse de la escena tan única para ambos. Steve no la volvería a conocer hasta sesenta años después, cuá...