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VI

Antaño

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Para Steve el tiempo es relativo y más aún la propia vida. A lo largo de su vida a experimentado cosas que desearía no a ver hecho, sin embargo la vida es como es y no se puede cambiar. Pequeños momentos son los que mantienen al rubio con los pies en la tierra. Son esas mañanas donde un agotado castaños estira sus brazos como medio para despegar el sueño de ellos mientras dirige sus pies a la cafetera, en esa situación solo es capaz de prestarle atención a él y a sus caderas que revolotean de un lado a otro como si de una danza se tratase.

Su pecho parece apretarse cada vez que observa al genio quién le recuerda cada vez más a su Toni. Con ese curioso meneo de dedos cuando está inquieto o su manía por apretar su sien cuándo tiene demasiados pensamientos rondando por su cabeza. Son tan semejantes que duele, y tiene que recordarse a si mismo que son familiares y por eso la similitud.

Por otra parte, hay cosas nuevas que se le hacen extrañas a Steve. El moreno puede traer puesto una única camiseta y su ropa interior cuando está recién levantado, sin embargo jamás le faltará una camiseta de tonos oscuros. Además, también portará esas gafas de sol pesé a la falta del mismo. No obstante, el rubio no tiene derecho a protestar después de todo cada uno tiene sus costumbres, esto no quiere decir que su curiosidad desaparezca de la noche al día.
Con esto en mente se dejó llevar al gimnasio con ansias por gastar un poco de energías.

—Capitán, se desea su presencia en el comedor —informó Jarvis conciso.

El nombrado se detuvo a escasos centímetros de la puerta de la sala de entrenamiento. Bufó mientras daba media vuelta y se dirigía al lugar mencionado.

—¿Quién me necesita? —preguntó mientras tocaba su cabello, le estaba creciendo demasiado.

—El Señor, Capitán.

El Vengador se puso inevitablemente nervioso ante la mención del castaño y deseaba a todos los Dioses para que aquella sensación desapareciese con el tiempo.

—Dile que estaré en un minuto.

Steve entró al lugar no mucho más tarde de lo dicho. Pudo observar al genio recostado en la encimera aferrándose a una taza de café, miró el reloj que colgaba en la pared y marcaban las seis y cuarto de la mañana. Supuso que el millonario no había pegado ojo debido a la hora en la que estaba despierto, él nunca madrugada.

—Rogers.

—Stark.

Observó con detenimiento el suave movimiento de la mano del moreno al coger las gafas de la mesa y cubrir de inmediatos sus ojos. Este dió media vuelta y se acerco al capitán con zancadas. Al encontrarse a una escasa distancia, el más bajo tomo la mano del rubio y puso algo en la palma de esta mientras la cerraba.

—Para ti —chistó—. Ve a la habitación contigua a la mía, si te pierdes está Jarvis para guiarte.

—¿Qué...?

El ojiazul no tuvo mucho tiempo para reaccionar, mas el castaño ya había salido velozmente de la sala para dirigirse probablemente a su taller. Se quedó durante varios segundos mirando la puerta por dónde el millonario había desaparecido, dejó que su mirada vagase hacia abajo hasta ver el interior de su mano izquierda. Unas llaves.

—¿Unas llaves?

—Esas llaves corresponden a la habitación situada al lado de la habitación del Señor.

—Pero... ¿Por qué me las dió?

Hubo unos segundo en silencio donde parecía que la IA reflexionaba sobre la pregunta.

—El Señor quiere que usted vaya, Señor Rogers.

Nunca llegó una respuesta. El rubio se dirigió con pequeños y silencosos pasos al lugar dónde le habían dicho, él estaba muriendo de curiosidad. Pocos minutos después se vio frente a una puerta y con las llaves de esta moviéndose juguetonamente entre sus manos.

Había dos llaves distintas, una más pequeña que la otra. Primero probó con la más grande y la puerta de abrió. Al entrar todo parecía estar ordenado y distribuido por sectores, había cajas por doquier y no parecía haber sido limpiado hace poco.

—¿Qué es todo esto? —preguntó mientras extraía de una de las cajas un marco con una foto de Bucky, había más marcos dónde estaban él y su mejor amigo.

—Son todas sus pertenencias pasadas, capitán.

—¿Todas...? —murmuró mientras hechaba un vistazo en otra caja, allí encontró ropa suya de hace setenta años.

Siguió rebuscando hasta sabe Dios cuándo, encontró millones de objetos que dió por perdidos y recuerdos abrumaron su mente. Fue mucho tiempo después hasta que encontró una curiosa caja verde de tamaño medio con una cerradura, en ese momento recordó la segunda llave que le fue dada por el moreno. Con un movimiento ágil cogió las llaves y abrió la dichosa caja, en su interior había varias fotografías y un pequeño sobre debajo de estos un pequeño cuaderno cubierto de cuero rojo sobresalía.

Su sorpresa fue grande al percatarse de que la letra en aquél cuaderno era idéntica a la de Toni.

Oro bañado en bronce  》  StonyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora