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(Luka)

Tenía el boleto hasta Francia pero al llegar debía comprar otro para llegar a París.

«¡No importa el trasbordo, valdrá la pena!»

Me animé a mi mismo apretando con mis manos ambas correas de mi mochila sobre los hombros, tomé en otra pequeña bolsa el jarrón que contenía las cenizas de mi padre y subí al tren que me llevaría a vivir la mayor aventura de mi vida y quizás la única, era la primera vez que salia de mi pueblo, probablemente la última.

El tren era amplio con varios bagones, los asientos estaban duros, bueno que podía esperar más por el precio que pague, trataba de economizar en todo, después de varios minutos en la estación al fin oí el sonido de los motores encendidos, un movimiento suave empezó a llevarnos hacía adelante, ¡hacía Francia! y poco a poco subía de velocidad.

Abrí la ventana quería sentir el aroma de mi pueblo por última vez, el aroma de mi país.

Por suerte estaba solo en ese compartimento, pude subir los pies en el asiento del frente. En poco tiempo me quedé dormido.

Al despertar puse música en mis audifonos, por un par de horas sin darme cuenta en el momento que volví a dormir.

— Llegamos —oí apenas y unas manos agitandome me hicieron. despertar, me dí cuenta que ya estabamos en Francia.

Baje a comprar el Boleto que me llevaría a Paris, por suerte tenía más de una hora para abordar el siguiente tren, podía comer algo.

Camino a buscar algo de comer, vi a un padre junto a su hijo caminando muy felices, me entró algo de pena y remordimiento por no cumplir el deseo de mi padre y esparcir sus cenizas en Etret.

«Sus cenizas, ¡Maldición!»

Había olvidado sus cenizas en el tren, corrí a todo lo que me daban los pies no quería que nadie tome mi bolsa pensando que tenía algo importante; pude entrar hasta mi vagón y tomar las cenizas para bajar de nuevo, entonces el tren empezó a moverse, busqué la salida más cercana y estaba decidido a saltar, de pronto la ví, sus cabellos se agitaban con cada paso que daba, sus ojos azules se fijaron en mí, estaba corriendo al lado del tren para alcanzarlo, y ese par de ojos me imploraban ayuda para subir.

Sin pensarlo mucho sujeté mi mano izquierda al tren y la derecha la extendí para que ella pueda subir.

La fémina tomó mi mano y fue la primera vez que hicimos contacto.

En ese reducido espacio entre los compartimentos del tren quedamos frente a frente su respiración agitada chocaba en mi pecho por su altura, se veía diminuta y delicada.

— Merci beaucoup —dijo ella y recordé que estaba en Francia y se hablaba francés, un idioma que jamás me interesó aprender en mis 20 años de vida, pero sabía que eso significaba gracias—, il y a deux hommes qui me suivent et veulent me kidnapper —entonces siguió hablando muy rápido y no entendía nada, solo moví la cabeza de arriba a abajo pero ella seguía hablando muy preocupada—, essayez de grimper s'il vous plaît ne les laissez pas monter, je vous en prie, vous êtes très dangereux.

Regresé a la salida para saltar ella me vio muy fijamente y sentí que me había pedido algo pero no sabía que, no entendía francés.

— S'il vous plait —dijó con los ojos brillosos parecía estar al borde del llanto—, ne me laissez pas seul, aidez-moi à aller voir mon ami et je vous paierai, j'ai beaucoup d'argent.

No sabía lo que trataba de decir solo presentí que era importante y asentí con la cabeza para darle por su lado, después de todo no la vería de nuevo.

Al fin decidí saltar sin mirar de nuevo a la chica, con un pie al viento tristemente noté que: el tren ya iba a toda marcha, saltar se igualaría a un suicidio.

Resoplé enojado, regresé al mismo bagón y me senté en el mismo asiento donde había olvidado las cenizas, donde antes había ido solo, pronto en mi delante ella ocupó el vacio, sus ojos azules estaba fijos en mí, pero no estaban agradecidos más bien molestos, lo que me tenía confundido.

— Je pensais que vous pourriez m'aider mais vous étiez sur le point de quitter votre mauvaise personne —nuevamente sin saber lo que decía me encogí de hombros y ella se enfureció aún más, cruzó sus manos y giró hacía la ventana yo sólo pude ponerme mis audifonos y esperar a que el tren haga una parada y poder bajar.

Cuando llegamos a la primera parada bajé del vagón sin notar que ella estaba detrás de mí.

Lo primero que hice fue preguntar donde estaba con suerte alguien me entendería.

—Eres un idiota —dijo ella en voz casi inaudible pero suficientemente fuerte para que yo pueda oírla, y entender que era bilingüe, trate de ignorarla pero volvió a hablar— imbécil, de pelo pintado.

A pesar de hablar bajito pude entender sus palabras y me molestó su actitud, después de que yo le haya ayudado a no perder el tren, lo que más me indignaba era que por ella; perdí mi tren a París, y la señorita estaba molesta.

— ¿Me hablas a mí? —pregunté en tono indignado, ella giró la vista, nuestros ojos estaban enfrentados.

— ¿Acaso ves a otro idiota de pelo pintado cerca? —dijó de pronto su mirada cambió abruptamente hacía unos hombres luego me empujó por el lugar sin explicación.

—Esos hombres, me vienen siguiendo quieren secuestrarme, eres un imbécil por no decir que eras español y no entendías nada.

— Perdón por no sospechar que eras bilingüe , ¡es tan obvio! —respondí sarcástico y enojado después de recibir tantos insultos, sinceramente me arrepentía haberla ayudado y haber perdido mi tren.

— Quiero hacer una llamada, estos señores me mataran sí me encuentran, ¿podrías prestarme tu teléfono?

«Por su puesto que ¡no! el señor imbécil no te hará otro favor»

— Lo siento estoy sin bateria.

De pronto uno de esos hombres se acercó, la tomé de la mano por instinto y la hice correr lo más rápido que daban mis pies, cuando giré ví que nos apuntaba con un arma.

«¿Será este el fin del hombre araña?»

«¿Será este el fin del hombre araña?»

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Destino: Paris                                         LUKANETTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora