VII. La muerte me invita a bailar

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LA MUERTE ME INVITÓ A BAILAR...


Afortunadamente, algunos miembros de la manada Rogers encontraron a Steve y a Natasha y ayudaron a ésta con su Alfa agonizante.

Corrieron, llevaron a Steve y lo depositaron junto a un Tony inmóvil.

Nat se apresuró junto a Pepper, su Omega, que se abrazó a ella al instante, sollozando.

Natasha pasó un brazo por su cintura, acercándola a ella, sus pechos juntos, sintió el corazón de su compañera calmarse con el latido del suyo. Enredó su mano libre en los largos cabellos rubios, tirando un poco de su cabeza hacia atrás. Aquellos ojos azules, llenos de lágrimas la miraron, “T-tony...” tartamudeó. Nat suspiró, bajó su mano al cuello de ella, es una caricia descendente hacia su espalda. —Lo sé, lo sé. Steve también. Está bien, vamos a estar bien. Lo prometo.

¿Qué más podía decir?

Pepper lloró.

Natasha se aferró a ella, fingiendo que era sólo para consolarla y no para curar también su propio corazón roto por la partida de su mejor amigo.

Nat sólo miró por la ventana, perdida su mirada en la oscuridad de la noche; mientras que los ojos de Pepper se quedaron clavados en las manos de Tony y Steve que quedaron demasiado cerca, rozándose.

Al menos, pensó, están juntos ahora.

* * *

Antes de que la luz lo bañara por completo, antes de cruzar, hubo una mano que se aferró a la suya, deteniéndolo.

Tony apartó la mirada de aquel punto donde el pequeño Peter se perdió, sorprendido; parpadeó, sus ojos adaptándose de nuevo, fijándose primero en esa mano tan conocida unida a la suya, el tacto familiar; subió por el brazo, el hombro, el cuello, aquellos labios que sabían enloquecerlo, la nariz que tantas veces jugueteó con la suya y, finalmente, esos ojos de cielo.

Tony suspiró. Respiró. Se sintio vivo de nuevo, justo antes de morir.

Steve no dijo nada.

Tony tampoco.

Steve se echó un poco para atrás, ahora que estaba ya seguro de su atención. El cuerpo de Tony se tensó, dividido entre seguir su destino o ir con Steve...y es que Steve era también su destino. Siempre lo sería.

La luz podía esperar sólo un poquito más.

Steve levantó lentamente su mano, dejándola con la palma hacia arriba. Sus ojos buscando los de su Omega, su compañero para toda la vida...y después de eso también.

Tony sintió aquel dolor en su pecho, en su vientre, cuando colocó la suya sobre la de Steve.

Sus dedos se entrelazaron. Steven tiró de él más cerca, su brazo libre se enredó en su cintura. Sus pechos chocaron, ya no había latidos, no más corazones rotos.

Comenzaron moviéndose muy lentamente. Sus pies chocaban suavemente. Sus cuerpos se movían a un mismo ritmo. Tony sintió las lágrimas cálidas acumularse y después desbordarse y resbalar por sus mejillas. Dejó su frente en la mejilla de Steve, tan fría, y después en su hombro. Se aferró a él con fuerza.

—Lo s-siento —repitió las palabras que lo comenzaron roto.

Steve negó. Él no habló, pero las palabras estaban ahí, entre ambos, con la muerte esperando: “Sshh. Baila conmigo. Sólo baila conmigo, amor.”

La muerte les permitió un último baile

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La muerte les permitió un último baile.

O, quizá, era sólo la propia muerte invitándolo a bailar, dándole a Tony un último suspiro, así como la vida le permitió unos instantes con su hijo nonato.

“Sólo baila conmigo, Tony. Quédate aquí conmigo, mi amor. Quédate conmigo.”

Los brazos de Steve lo rodearon. Hacía frío. Pero ya no dolía el corazón, porque ya no latía.






* * *

Aclarando: el capítulo 8 (siguiente) es el final, el 9 una especie de epílogo... ¿Les gustaría un final alternativo –que sería el 10–?

De sus respuestas depende si son 9 o 10 capítulos. De cualquier forma, muchísimas gracias por leer esta historia a pesar de que rompe sus corazones 🙈❤

Corazones rotos (Stony)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora