𝐑𝐄𝐓𝐎𝐒 | 𝟓

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𝗟𝗜𝗚𝗛𝗧𝗘𝗥

Había llegado el viernes, y en contra de mis absurdas expectativas, la primera del curso terminó siendo una semana desconcertantemente... común.

Aparté la mirada del tedioso libro de historia que estaba subrayando de un potente amarillo fosforito —tan intenso que incluso me hacía daño a la vista—, solo para matar el tiempo hasta que la campana sonase, poniendo fin a la última hora lectiva de la mañana. Estaba demasiado agotado y hambriento como para seguir prestando atención. Únicamente podía salivar pensando en la comida deliciosa que habría preparado mi madre aquel día, y la magnífica siesta que echaría después de devorarla por completo. Por Dios, necesitaba salir de la jaula educativa que constituían esas cuatro paredes y llegar a casa lo antes posible. Más que una clase de historia, para mí aquello empezaba a asemejarse a un condenado suplicio.

Resoplé de pura desesperación y miré a mi izquierda por enésima vez en los cuarenta y cinco minutos que llevábamos encerrados allí dentro, encontrándose mis ojos con aquella brillante melena teñida de violeta. Sook estaba sentada con una de sus amigas, en un pupitre a mi lado, garabateando algo al estilo anime en su cuaderno de notas, que yo no alcanzaba a ver muy bien, pero que parecía ser bastante bueno. Su concentración en el dibujo, despertó mi curiosidad por saber de qué serie o manga procedía el personaje, o si simplemente se trataba de una producción propia, sacada de su imaginación.

Tal vez podría preguntárselo más tarde, y así aprovechar para volver a pedirle disculpas, aunque, como las anteriores, dudaba que esta vez sí estuviese dispuesta a escucharlas.

Aún me sentía un gran estúpido por lo que pasó con ella en la fiesta. Puesto que nos veíamos en el instituto diariamente, me apenaba de sobremanera que las cosas entre nosotros hubiesen quedado como lo hicieron. Ella me evitaba todo cuanto le era posible, y mi simple presencia parecía causarle náuseas cuando no le quedaba otra más que cruzarse conmigo. Pero no podía culparla. Después de todo, Jimin y yo la jodimos bastante al abandonarla dos veces en una sola noche. Merecíamos que nos pagase con su ignorancia, y poniéndome en su situación, aún me parecía un castigo minúsculo.

Interrumpiendo mis pensamientos, además de la incesante y monótona charla del viejo profesor, escuché un indiscreto bostezo a mi derecha.

Volví la cabeza para descubrir a un Jimin cabizbajo, que a escondidas miraba su teléfono móvil, oculto bajo el pupitre. Llevaba puesto el gorro de una sudadera deportiva gris —la cual ni siquiera formaba parte del uniforme del instituto— tapando parte de su cabello gris decolorado, que ya no conservaba nada del rosado que días antes lo avivaba. Aquella mañana, mi amigo estaba usando sus enormes lentes de montura de pasta negra. Desde pequeño había necesitado gafas por ser miope, pero rara vez se las ponía. Por eso me extrañó verlas cuando llegó a primera hora, momento en que nos explicó que en esta ocasión fue porque se levantó tarde, y no le quedó nada de tiempo para ponerse las lentillas.

Jimin odiaba esas gafas, tenía una idea muy tonta de que le quitaban atractivo. Pero yo no podía pensar más diferente. Siempre creí que lo hacían verse como uno de esos crushes intelectuales de película que suelen tener las adolescentes. Le daban cierto toque sensual y enigmático, como esas personas cuya aparente inteligencia exterior las hace lucir incluso más sexys. El muy idiota no parecía querer darse cuenta de cómo lo miraban cuando las llevaba puestas. Aquel accesorio reposando sobre su pequeña nariz, junto a su mandíbula afilada y labios gruesos, sería capaz de despertar el interés y quedarse con la atención de cualquiera.

RETOS | jjk.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora