𝐑𝐄𝐓𝐎𝐒 | 𝟒

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𝗘𝗧𝗛𝗘𝗥𝗘𝗔𝗟

Con mis sentidos embotados por el consumo masivo de alcohol previo, además del elevado volumen de la música, que continuaba sonando en el interior de la casa, anduve tras Yun, siguiendo su camino por las escaleras, hacia la planta superior. Respeté la distancia unos pasos, dudando y a la vez temiendo por cuál sería su reacción al darse cuenta de que la estaba persiguiendo. Apenas nos conocíamos. Aquella chica para mí era demasiado impredecible todavía, y no quería que se molestara y volviese a huir sin antes haber intercambiado unas palabras con ella.

El segundo piso estaba completamente a oscuras, tanto que en un principio me costaba avanzar rápidamente por la incertidumbre de si chocaría con algún mueble o cuerpo. Tras unos segundos vagando a través de largos pasillos, con puertas tras las que se escuchaban indiscretos gritos y gemidos, mis ojos se acostumbraron a la penumbra. Aún siguiendo los pasos de Yun, crucé una de ellas, y pude observar una gran sala de decoración sencilla y para nada ostentosa; cama de matrimonio, armario y un par de cómodas. Seguramente se trataba del dormitorio principal. Los techos eran altos, decorados con vigas de madera oscura y un amplio ventanal irrumpiendo en una de las paredes, que debía ofrecer mucha luminosidad durante el día.

Aún inconsciente de lo cerca que yo me encontraba, JinYun cruzó ese ventanal, saliendo a una enorme terraza. Se podía ver todo el jardín y parte de los alrededores de la lujosa casa desde aquel punto.

Sentí la fresca brisa nocturna acariciar mi rostro y torso al desnudo. Lejos de molestarme, lo agradecí, porque me ayudó bastante a despejarme, aunque todavía me sentía algo angustiado.

Había una pareja de adolescentes enrollándose en una esquina de aquel balcón, que se separó inmediatamente con la llegada de Yun. Los fulminé con la mirada antes de que pudiesen siquiera reprenderla por haberlos interrumpido, y por suerte se marcharon sin intenciones de empezar una disputa para descubrir quién se convertiría en el dueño del lugar. JinYun ni siquiera se dio cuenta, o al menos eso pareció. Ella simplemente fue hasta la barandilla metálica, allí se agachó y escondió la cabeza entre sus brazos.

Me acerqué cuidadoso, tal vez más tenso de lo que lo hube estado en bastante tiempo. Respiré hondo, y decidido, puse una mano sobre su hombro, que estaba frío y húmedo.

—Eh, Yun —la llamé, haciendo que se estremeciera antes de levantar la cabeza para mirarme.

—¿...Jungkook? —Frunció el ceño cuando me reconoció.

Yo ahora no podía moverme. Me quedé completamente estático, paralizado y mudo solo por volver a ver su rostro así, tan cerca.

Reparé por primera vez en que tenía el pelo mojado, algunos de los mechones oscuros se pegaban a su frente, mejillas y cuello. Deseé apartarlos con caricias, y después besar detenidamente cada uno de esos lugares. Sus rasgados ojos azabache —una de sus señas de identidad por aquella forma tan bonita que tenían, carentes de pliegues existentes entre ellos y sus cejas—, brillaban ebrios con la luz de plata de la luna y las estrellas. Su vista confundida se alternaba entre mi cara y el ventanal, como si no comprendiera cómo había llegado allí sin que ella se hubiese dado cuenta antes. Por mi cabeza pasaron miles y millones de pensamientos diferentes, pero todos se ataban en un punto común, aquel que afirmaba que Yun era una mujer de belleza etérea; sutil, sublime y tan suave... Me costaba creer que fuera alguien de este mundo. Y no sabía qué sería de nosotros dos en el futuro, pero le agradecí al destino por haberla cruzado en mi camino en el presente.

Pasé saliva por mi garganta, y la aclaré como pude antes de volver a dirigirme a ella.

—¿Estás bien?

RETOS | jjk.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora