Capítulo 4

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Andrei de verdad no pensó que el golpe fuese a ser tan doloroso, pero su rodilla lo estaba matando. 

En cuanto se había bajado del auto del moreno se había ido directo a su salón de clases para sentarse a esperar porque se le estaba dificultando el caminar por la creciente inflamación, no quería que fuese tan evidente que había tenido un accidente, pero aunque estaba de moda el usar pantalones rasgados, el suyo claramente no había sido comprado así. 

Hizo lo que pudo para mantener la atención en la clase, pero sólo quería ir a una farmacia y luego a su casa, quizás si debió aceptar la oferta de Hernán de ir a una clínica porque de ese modo le habrían dado algo para el dolor, pero en ese momento le pareció ser algo tan insignificante que no quiso seguir perpetuando la imagen de hijito de papá que Hernán tenía de él. Aunque no es que fuese tan importante para él la imagen que el moreno se hubiese hecho.

De todos modos, luego de unas cuantas horas estaba casi seguro de que lo que tenía era más que un simple golpe y se encontró llamando a su madre, desde un teléfono prestado, para que lo retirase y llevara a ver un médico. La mujer había contestado asustadísima porque el castaño no estaba llamando desde su propio celular y en cuestión de minutos estaba estacionando frente al edificio de la facultad. Andrei había mentido y dicho que  el accidente había sido su culpa, porque de otra forma su madre habría enloquecido más, ya tenía suficiente con los retos por no avisarle antes y esperar tanto para ir a la clínica, que lo único que esperaba es que la situación no fuera la excusa para sacar a la madre sobreprotectora que se estaba esforzando por mantener oculta. Finalmente tenía sólo una contusión con mucha acumulación de líquido lo que estaba provocando el dolor y la dificultad de movimiento, por lo que le recetaron un día de reposo y medicamentos.

No podía caminar, pero de camino a casa insistió en pasar a comprar un nuevo celular, su madre se había negado, diciendo que no lo necesitaría y que podía esperar un par de días pero Andrei no había aceptado esa respuesta, según él necesitaba estar al tanto de lo que ocurría en la universidad, cuando en realidad sólo lo necesitaba en caso de que Hernán llamara, porque Andrei de verdad sentía que lo haría.

Y si lo hacía, tenía la excusa perfecta para conseguir un poco más de él, después de todo, casi lo atropelló, y aunque no lo había logrado, de todos modos había terminado en la clínica. Le parecía un poco infantil, el aprovecharse de su culpa para acercarse a él, pero algo extraño le pasaba con Hernán, cada vez que lo veía sentía que una nueva capa de él caía, pero también sentía que tenía muchas más, y él quería quitarlas todas, quería descubrir que era eso que tanto se esforzaba en ocultar, porque cuando estuvieron solos en ese auto había notado lo mucho que luchó por contener su sonrisa ante su coqueteo y también lo extrañó lo mucho que lo descolocó que le pidiese su número, hombres como él debían recibir ese tipo de insinuaciones todo el tiempo, ¿por qué reaccionar así, cómo si Andrei le hubiese pedido la cosa más imposible y extraña del mundo?

Andrei sabía también que con su historia era peligroso lo mucho que le interesaba Hernán, hasta donde él sabía el moreno podía estar ocultando cualquier cosa, no había mucha información sobre él además de lo profesional y no tenía redes sociales, por lo que era imposible que se hiciera una idea de la persona que era más allá de los atisbos que había obtenido, que tampoco decían mucho. 

Siempre había tenido un gusto por lo oscuro, lo misterioso, lo peligroso, esas eran las cosas que lo habían hecho perder el control, porque lo hacían sentir vivo, y Hernán estaba encendiendo una llama similar en su interior con su indiferencia que no lograba convencerlo del todo. Cuando había vuelto al país se había prometido a sí mismo y a sus padres que no volvería a sus antiguas prácticas y tenía toda la intención de hacerlo, pero no había podido evitar iniciar ese juego, fue una reacción espontánea a lo mucho que lo había atraído Hernán, y sabía que no podría detenerse, a menos que Hernán lo hiciera por él.

Esqueletos en el armarioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora