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❝ El destino es un enigma,
un juego infinito del que
no puedes escapar ❞
Jeon JungKook, un Omega de
veintidós años vive en carne
propia los juegos que el destino
le tiene preparados. Su...
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2 meses después...
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El último par de meses de gestación para JungKook fueron cruciales, la noticia de la posibilidad que su bebita falleciera antes de nacer provocaron un sin fin de nuevas emociones. Desde ataques de pánico por no sentir su movimiento, hasta pesadillas recurrentes que su Alfa tuvo que controlar con la ayuda de su aroma.
Siguiendo la recomendación de la doctora Hwang, guardó reposo hasta el día previsto para el parto. Su jefe dió el grito en el cielo cuando le dijo que renunciaría, el viejo señor Choi no quería que su empleado estrella se fuera por lo que acordo con él que cuando su cachorrita tuviese la edad suficiente para salir, podría estar con ella en la cafetería durante su jornada laboral, definitivamente fue un gesto muy amable y poco creíble de su parte.
Día tras día, JungKook hablaba sin parar describiendo cada una de sus acciones y narrando cada cosa que veía para sentir el movimiento de la pequeña dentro de su vientre. NamJoon mientras tanto impregnada su aroma en la ropa del menor para ayudarlo a no sentirse solo y cada hora llamaba a casa para asegurarse que todo estaba bien.
─Pequeña me gustaría mucho saber que está ocurriendo en la facultad. ─Pronunció JungKook mientras se encontraba recostado en el sofá mirando un aburrido programa de televisión.
El barullo de la TV era lo único audible en su departamento desde aquella mañana, aún no eran ni las doce del mediodía y el pobre Omega ya estaba aburrido, su Alfa ya se había encargado de todos los deberes domésticos dejándolo sin nada que hacer. Además, ya había hecho de todo para vencer su aburrimiento, ya había leído todos los libros de su novio, jugó videojuegos por horas y terminó con todo el catálogo de series y películas en Netflix, así que últimamente se la pasa en su sofá escuchando la TV sin prestarle mucha atención.
JungKook estaba empezando a quedarse dormido cuando de pronto el pitar del timbre lo alertó. Totalmente extrañado, se levantó cuidadosamente del sofá para después abrir la puerta, en cuanto lo hizo deseo no haberlo hecho, pues tan solo ver ligeramente aquella cabellera rubia basto para arrepentirse de inmediato.
─¡Jeon JungKook, ábreme! ─Demandó molesta la dueña de aquella cabellera rubia.
─¡Casa equivocada! ─Respondió el muchacho conteniendo sus ganas de reír.
─¡Ábreme, te traje chocolates!
─¡Puedes dejarlos ahí!
─¡JungKook!, no quiero usar mi voz de Mando.
Inevitablemente aquella sensación de sumisión invadió por completo el sistema nervioso del Omega obligándolo a obedecerle sin rechistar en el intento, por lo que después de abrir la puerta, JungKook se enfrentó a una triunfante Lisa en una lucha interminable de trompetillas cuan niños de cinco años. La lucha parecía llegar a su fin cuando un aroma desconocido penetro en las fosas nasales del Omega, quien inmediatamente se escondió detrás la puerta temeroso. Cualquier aroma desconocido podía causar un temor indescriptible en los Omegas en cinta.
