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8 de diciembre de 2004. 04:38 PM.

Llueve. No suele importarme el tiempo que haga fuera mientras tenga un techo que cubra las hojas de mi libro. Me gusta salir al patio o a la azotea, pero me es indiferente estar dentro. He obligado a Mello, Near y Matt a sentarse junto a mí en una mesa para leer todos juntos Un mundo feliz, pues tenemos que hacer un comentario para literatura. Mello está enfrente de Near y le echa una mirada tras otra. Near no despega su mirada del libro. Matt ha intentado sacar varios temas de conversación. Se dedica a explicarnos que no necesita leer ese libro porque ha jugado a demasiados juegos que tienen lugar en futuros distópicos, y yo le digo que eso no sirve de nada para hacer una sinopsis. Near despega sus labios por primera vez en una hora. Es el único de los chicos presentes que aún no ha cambiado la voz, así que sigue sonando suave y tranquila.

— ¿Podéis callaros? Quiero leer en silencio.

Ahora que sabe que eso le molesta, Mello se pone a comentar el libro en voz alta hasta que Near, cansado, se larga a la biblioteca. Me levanto de la mesa, mirándole con reproche.

— ¿Es que no eres capaz de pasar un rato con él? ¿Para esto intento que os llevéis mejor? No ayudas, Mello.

—Yo no le he echado. Se ha ido por voluntad propia.

Matt aprovecha para dejar el libro boca abajo y volver a su GBA. 

—Mello, sabes perfectamente que no soy tonta. Le has echado. Y no ha sido sin querer. ¿Qué intentas?

—No intento nada. Esto no es de hoy ni de ayer, siempre le he odiado, desde el maldito día en que llegó al colegio y dejé de ser el mejor.

Me cuenta la historia como si no la supiera ya. No hace falta preguntarle para saber que odia a Near porque le supera en todo. No soporto ese complejo de inferioridad suyo.

—Pues que os den, meh.

Me tiro al sofá frente al televisor donde Matt tiene conectadas sus consolas. Él se sienta a mi lado y enciende su Play Station mientras yo leo a Huxley por cuarta vez. Disfruto ese vocabulario enrevesado y complejo, raro de ver a principios del siglo XX, que incluso después de tres lecturas completas he de buscar en el diccionario. Mello se queda en la mesa, comiendo chocolate mientras pasa las páginas. Tiene cara de aburrirse. Near se habrá ido a la biblioteca para reposar el libro contra la pared mientras juega a saber con qué. Matt le grita cosas a Crash Bandicoot que me retumban en la cabeza. Empiezo a entender a Near.

Sudsudoeste, Sudeste, Este… Sonrío cuando llego a la última página. No es un final demasiado agradable, pero siempre que llego a las páginas finales me llega una oleada de sentimientos, pensamientos y conclusiones. Mi cabeza se siente como una oficina de Correos abarrotada. Me levanto de un salto y miro el reloj. ¿Llevo tres horas con el libro? Mello ya no está en la mesa, pero sí su tomo del libro. Matt ahora está enseñando a jugar a Linda y Nana, su mejor amiga. Decido ir a hacer una visita a Near. Ya no está en la biblioteca. Llamo a la puerta de su cuarto, pero tampoco escucho una respuesta. Vuelvo al salón y pregunto a Matt, Linda y Nana.

—Chicos, ¿sabéis dónde están Near y Mello?

Matt pausa el juego. Odia más que nada que le hablen en medio de la partida. Mira un momento al techo, pensativo. Como siempre que juega, lleva puestas sobre sus ojos esas gafas naranja de piloto que suele llevar en la frente, lo que le da el aspecto del niño que aún es.

—Hace como media hora que Roger vino a llamarle.

¿Roger? Normalmente nos habría llamado a los cuatro, para contarnos novedades sobre el caso Kira. ¿Tendrá relación con algo que haya hecho Mello? Un escalofrío recorre mis venas. Es solo otra hipótesis, pero me hace echarme a temblar mientras me dirijo al despacho, donde Roger se encuentra sentado, con el codo sobre la mesa y la cara enterrada en su mano. Near está en el suelo, completando uno de sus puzles con la marca de L. Sin girarse siquiera, me dice con un hilo de voz vacío de algún sentimiento:

—Han matado a L. Mello se ha ido. Me han nombrado su sucesor.

Mi mundo se viene abajo. Adiós a mi vida vacía de preocupaciones. ¿Mello ha renunciado? No me lo creo. Corro a su cuarto. Tiene amontonadas unas veinte tabletas de chocolate sobre la cama, junto a un montón de ropa, su cepillo de dientes, cuadernos y bolígrafos. Me quedo en la puerta. Él está echando cosas de los cajones en una mochila. Lleva puestas unas deportivas y una cazadora vaquera.

— ¿Se supone que te vas? ¿Vas a dar la espalda a quienes te han ofrecido toda su ayuda?

—Tú no lo entiendes, Cleo –viene hacia mí y acerca su cara a la mía tanto que me intimida-. No entiendes nada, joder, nada. L está muerto. Me…me...

—Lo sé, Mello, lo sé. Es a Near a quien ha nombrado. Pero conozco lo suficiente a L como para saber que no iba a elegir solo a Near. Y tú no te irías por eso.

—Claro que lo sabes, no eres tonta –escucho una carcajada silenciosa, a pesar de que siento la rabia en su tono de voz.

—Si te vas es porque te han dado la opción de ser uno solo y llamaros L. Y tú ni loco querrías eso.

—Pareces que lo sepas mejor que yo —comienza a doblar su ropa, pues no le cabe toda en la mochila.

— ¿…y adónde piensas ir?

Se encoge de hombros de una forma que me saca de quicio. Es más, lo hace precisamente porque sabe que me fastidia ese gesto. Soy incluso más despreocupada que él, pero que esté tan seguro de que quiere irse y que no sepa adónde me hace preocuparme sobremanera.

—Maldita sea, ¿estás loco? No tienes dinero. No puedes llegar a Winchester y hacer autostop, es peligroso. Solo puedes hacer trabajos a medio tiempo, y no tienes ni idea del mundo exterior. ¿Cuánto llevas sin salir de aquí, once años?

No me contesta. Me calla apartándome a un lado y saliendo a toda prisa por la puerta, con la mochila al hombro. Le persigo hasta la puerta, donde consigo agarrar su camiseta negra para que no se mueva.

—No quiero que te vayas. Es una estupidez, no lo has pensado bien. Tengo miedo. Ahí afuera… ¿quién sabe qué puede pasarte?

Vuelve a dirigirme esa sonrisa que solo parezco haber visto yo.

—No tengas miedo. Sé defenderme mejor de lo que parece. ¿Acaso soy yo tonto? –de repente soy yo la que se siente tonta. ¿Cómo se me ha podido pasar por la cabeza que le pase algo? Me deja sin palabras, ahora simplemente quiero decirle que eso me da igual, que no quiero que me deje sola. Pero creo que ni siquiera mi diccionario tiene palabras para convencerle.

—Yo… — ¿Por qué hablo siquiera? Así solo quedaré peor. No diré nada. Es su decisión.

Él tampoco ha dicho nada. Esa sonrisa rara de ver se mantiene en su cara. Y sé bien que ese Mello al que únicamente yo conozco va a abrazarme. Y lo hace. Lo hace con más fuerza aún que cuando estuve a punto de caerme. Me susurra al oído para asegurarse de que solo yo oiga sus palabras.

—Volverás a verme. Te lo prometo. Pero para entonces seré diferente. Solo espero que me reconozcas –mira mis ojos verdosos y deja de sonreír. Ah, ya sé qué es. Los siento llorosos—. Cuando lloras pareces tonta. Tú no eres tonta, así que no llores.

Se da la vuelta y sale del orfanato, aun bajo la lluvia. Ya es de noche, y no hace más que correr por un oscuro camino hacia la ciudad. Solo espero que esté bien, por mucho que me haya dicho, sigo sintiendo miedo.

Vuelvo al salón. Allí están todos los alumnos y profesores reunidos frente al televisor. Las noticias. Ha pasado algo grave. Busco a Matt con la mirada y me sitúo a su lado. No necesito preguntarle qué ha pasado, al verme llegar junto a él me contesta.

—Alguien se está haciendo pasar por L.

Siento una mano en mi hombro. Son unos dedos fríos y huesudos de niño. Near.

—Cleo… —me mira a los ojos. Los suyos brillan con preocupación, pero sus cejas y boca no dicen nada-. ¿Vas a ayudarme?

Asiento mientras escucho la misma voz distorsionada que L usaba para comunicarse con el mundo decir mentiras sobre Kira.

—Esta es la guerra, Near. Y la justicia prevalecerá.

Línea de sucesión.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora