Capítulo 4

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Cuando aquel día salí de la consulta del médico sabía que iba a ser duro, que mi vida iba a cambiar. Pero nunca imaginé que tanto. Ahora mismo siento más como mi casa la sala de espera que mi propio hogar. Sé que hay gente que está peor que yo, que pasa más tiempo que yo en los hospitales. Pero entendedme, en mi vida había pasado por un proceso así. Las veces que he pisado un médico ha sido por un resfriado común o para vacunarme cuando era pequeña. Y ahora es por algo muy diferente.

Además de por las continuas visitas al médico estos días he estado de bajón por otra cosa. Veo que mi carrera se va a estancar. Han pasado cuatro meses desde que empecé a trabajar en Late Motiv. Y no sé ni cuántas veces he faltado ya. Me van a despedir. Lo veo. No sé ni porqué no lo han hecho ya. Lo bueno es que las veces que he ido me ha salido bien mi sección, o eso creo. Al menos eso he entendido al ver a la gente reír y aplaudir. Pero aunque a la gente le guste no es la que decide si me quedo o no. Por desgracia.

Narra Silvia Abril

- ¿Todavía estás aquí? ¿No duermes? - Era casi la una de la madrugada de un sábado y Andreu seguía despierto en el comedor.

- Ahora mismo voy cariño, ve a la cama.

- ¿Qué haces? - me acerco a la mesa, separo una de las sillas y me siento.

- Estoy con el papeleo del programa y eso, lo de siempre.

- ¿Y esto? - había muchos papeles en la mesa pero solo uno llamó mi atención. Lo cogí y efectivamente pude comprobar que era el contrato de esa chica, Ana Morgade.

- Silvia, ve a la cama - me quita el papel de las manos y lo pone lejos de mí.

- ¿Qué haces con su contrato?

Suspira pesadamente y dos segundos después, habla - Me lo ha dado el director del programa. Están pensado en despedirla y me han pedido opinión... Dicen que si yo estoy de acuerdo esta misma semana se lo comunican.

- Ah... ¿Y qué vas a hacer? Yo la echaría...

- Silvia, yo sé que esa chica no te cae bien. Pero yo la veo muy válida para el programa. A la gente le hace gracia y es muy trabajadora.

- Y tan trabajadora... Como que ha faltado más de la mitad de veces que le ha tocado venir.

- Sus razones tendrá. Evidentemente tenemos que hablar con ella y saber porqué falta tanto, pero de ahí a despedirla...

- No sé Andreu, yo creo que hay personas más cualificadas y más profesionales que ellas para ese puesto. Y si el propio director te ha hecho esa propuesta es que tampoco la ve preparada, ¿no crees?

- Tengo que hablar con ella... A ver qué explicación me da. El lunes sin falta la cito en el programa.

- No te preocupes, ya hablo yo con ella, que tú estás muy liado.

- ¿Segura? No me la vayas a liar, eh Silvia.

- Tranquilo, yo me las arreglo, confía en mí.

El lunes Andreu citó a Ana unas horas antes del programa y yo lo primero que hice al llegar fue dirigirme a su camerino, tenía ganas de dejarle las cosas claras.

- Supongo que te preguntarás de qué tengo que hablar contigo - le dije nada más cerrar la puerta del camerino.

- Creo que lo sé... Es por mi ausencia en el programa, ¿verdad? Quería hablarlo con Andreu.

- Pues ahora lo puedes hablar conmigo.

- Tiene una explicación. No he dicho nada pero...

- Seguramente dirás que han sido una serie de imprevistos - la interrumpo. Seguramente me iba a contar alguna excusa barata para quedar bien.

- Bueno, en realidad si. Pero no es ninguna excusa, tengo explicación. Si me dejas - coge su bolso y lo abre - tengo aquí unos papeles que quería mostrarle a Andreu y al director del programa y si quieres los puedes...

- No me valen, ¿que es, un justificante de tus padres?

- Si me dejas mostrártelo podrás ver que... - me ofrece los papeles y yo, cansada, los tiro al suelo.

- Me dan igual tus absurdos papeles.

- ¿Se puede saber qué haces? - se agacha y recolecta todas las hojas sueltas antes de ponerse a mi altura otra vez. La verdad es que eran unas cuántas - Estoy intentando darte explicaciones que se supone que es a lo que has venido. Pero en vez de escucharme me interrumpes cuando hablo y me vacilas. No sé ni para qué has venido si no quieres hablar. Además, se supone que con quien tengo que hablar es con tu marido y no contigo - me dice alterada y elevando el tono de voz.

- ¿Tú quién te crees que eres para hablarme así? - la encaro, cada vez estamos más cerca - No tienes ningún derecho a gritarme y decirme esas cosas. Tengo tanto derecho como cualquiera aquí a pedirte explicaciones. Deberías gritar menos y centrarte más, que parece que no te importa una mierda tu trabajo.

- Si me escuchases sabrías por qué he faltado tanto estos días. Pero claro, tú lo único que quieres es verme para echarme cosas en cara y luego ir con el cuento a tu marido diciendo cualquier cosa que se te ocurra para echarme a la calle. Que parece que la única que vale aquí eres tú. Cuando todos sabemos que si tu marido no fuese el presentador a lo mejor no estarías aquí.

Mi mano salió disparada y acabé dándole una bofetada. Le di tan fuerte que le giré la cara. Ella lo único que hizo fue posar su mano sobre la mejilla y segundos después se giró y nos quedamos mirándonos. Pude ver la rabia en sus ojos. Sobre todo porque estábamos tan cerca que hasta oía su respiración.

Y de repente, sin saber por qué, mi vista bajó hacia su boca por un segundo. ¿Por qué? No tengo ni idea. Solo espero que ella no se haya dado cuenta. Aunque a la distancia a la que estabámos creo que hasta me podía leer la mente.

InevitableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora