Capítulo 30

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A las ocho, tal y como dijimos, Ana vino a buscarme. Decidí salir yo para que no se cruzara con Llum, esta era capaz de soltar cualquier cosa y no me quería arriesgar.

- Estás guapísima - le oigo decir cuando cierro la puerta. Me giro y allí está, mi Ana. Ella sí que estaba guapísima.

- Tú me superas... - ambas sonreímos y nos unimos en un caluroso abrazo.

- Feliz cumpleaños - me susurra - otra vez - ríe

- Gracias - la abrazo más fuerte, se estaba tan bien...

- ¿Vamos? - me señala su moto. Cuando me había dicho que venía a buscarme se me había olvidado completamente que ella venía en moto.

- ¿Tengo que subir ahí?

- Sí - se ríe.

- Bff... ¿Por qué no vamos en mi coche?

- Vaamos - me coge de la mano para llevarme hasta la moto.

Me ofrece un casco, me lo pongo a la vez que ella se pone el suyo y subimos a la moto. Antes de arrancar me dice que me agarre a ella y eso hago. Al final no se estaba tan mal como pensaba ahí arriba.

Según Ana todavía quedaba un tiempito para llegar. Y más que iba a quedar. De repente la moto empezó a hacer unos ruiditos y luego se paró. Menos mal que Ana pudo llevarla hasta un lado para poder bajarnos de ella sin peligro.

- ¿Ya? ¿Pudiste arreglarlo? - le pregunto cuando se levanta.

- No... - coge el móvil y llama a la grúa, y allí nos quedamos hasta que llega. Después cogemos un taxi para ir a su casa.

No pudimos ir al restaurante en el que Ana había reservado porque se nos pasó la hora. Aunque disfruté de la cena igualmente. Llamamos a un restaurante cercano en el que ya habíamos pedido otro día y comimos en casa de Ana tan ricamente.

- Silvia... Lo siento. Quería que pasaras una noche especial por tu cumpleaños, o al menos una buena noche, y se me ha estropeado todo con el problema de la moto. No pensaba que fuésemos a acabar cenando en mi casa - dice cuando ya habíamos terminado de cenar y estábamos las dos hablando en el salón.

- No te disculpes, ha sido una noche fantástica.

- Bueno... Seguro que Andreu te hubiese podido preparar algo mucho mejor.

- Lo dudo - me mira seria - No hubiese puesto nada de empeño, estoy segura...

- Yo creo que sí. Eres su mujer, Silvia.

- Qué más dará eso... - miro el suelo como si hubiese algo interesante en él y mientras me da tiempo a recordar mi día de hoy. La verdad es que podría haber sido mejor, aunque he tenido algunos momentos buenos... - Andreu casi se olvida de que era mi cumpleaños... Se ha acordado de felicitarme justo antes de cruzar la puerta de la cocina... Y esta tarde se ha ido a Barcelona... - sin casi darme cuenta las lágrimas empiezan a brotar a gran velocidad. Me las quito rápidamente pero no servía de nada, eran demasiadas.

Veo cómo la mano de Ana se acerca a mi barbilla y en unos segundos paso de mirar el suelo a tener su cara delante de mí.

- No me valora, Ana... Al menos eso es lo que siento yo desde hace meses...

- Pues es un imbécil - dice haciéndome soltar una pequeña risa - Lo tenía que decir, perdón...

- No, si... Algo de razón tienes, no te disculpes.

- Cualquier persona estaría encantada de tenerte a su lado, Silvia - dice dulcemente mientras me limpia las lágrimas que quedaban en mis mejillas.

Su sonrisa me tenía hipnotizada. Me acercaba lentamente a ella sin dejar de observarla. Ana no se movía. Hasta que quedamos una frente a la otra, separadas por apenas un par de centímetros. Entonces sí que se movió. Puso su mano en mi hombro para separarme de ella suavemente. Pero yo me mantenía firme en mi sitio.

- Silvia, no... - susurra.

- ¿Por qué no?

- No debemos... - agacha la cabeza y al mismo tiempo quita su mano de mi hombro.

- Pero queremos - no responde. Solo suspira.

- No sé... Bueno, sí que sé...

- ¿Entonces?

- Mira Silvia - me mira - yo...

No quería escucharla. Quería besarla. Y eso hice.

Al principio noté que ponía un poco de resistencia. Pero esta se esfumó enseguida. Nos besábamos sin pensar cuándo parar, dejándonos llevar por la ganas. Nuestros besos anteriores habían sido simples y cortos. Este no. Este estaba cargado de pasión.

Pensaba que nos íbamos a quedar allí pero Ana decidió que la mejor opción era levantarnos e ir hacia su habitación. Antes de llegar ya nos habíamos deshecho de los zapatos y yo estaba en proceso de quitarle la camisa cuando la apoyé en la pared de su habitación. De su boca pasé a su cuello, en el que dejé mil y un besos mientras ella se dedicaba a acariciar mi abdomen. Unos minutos más tarde decidí desvestirla poco a poco hasta que quedó en ropa interior y pude obrservar el cuerpo de una diosa. Ella también había comenzado a desvestirme, solo le quedaba quitarme el pantalón.

- Espera Silvia...

- ¿Qué pasa? - le acaricio la mejilla.

- Necesito hacer algo antes de seguir - me agarra la mano y entonces me quita el anillo de matrimonio lentamente y lo pone en la mesilla. Se da la vuelta y me mira con cierta expresión de culpabilidad - Lo siento Silvia, es que... - suspira y se queda en el sitio mientras espera a que yo me acerque - Bff... No podía seguir viéndote con ese anillo puesto si...

La beso - Olvídalo, no pienses en eso... - la agarro de la cintura y la dejo en la cama antes de seguir besándola. Era adictiva, no podía parar.

- Silvia... Esto no está bien... ¿Tú estás segura de lo que vamos a hacer?

- Ni siquiera me había planteado si estaba bien o no. Quiero hacerlo y con eso me basta.

- Pero...

- Shh... No sigas, deja de pensar - la beso para acabar la conversación. Por suerte esta vez se dio por vencida y se centró en nosotras.

Ana apenas tardó unos segundos en deshacerse de mis pantalones y lanzarlos al suelo. El resto os lo podéis imaginar. Estuvimos un rato disfrutando de nuestros besos y nuestras caricias hasta que decidimos que había llegado el momento de despojarnos de la ropa interior que era lo único que nos quedaba.

Nunca había hecho el amor con una mujer y esa noche Ana me enseñó lo que era amar en estado puro. Creo que nunca voy a poder olvidar la noche tan increíble que viví atrapada entre sus piernas mientras me hacía disfrutar con cada movimiento suyo. Sus manos empezaron a hacer magia y yo solo podía dejarme llevar y decir su nombre entre suspiros ahogados.

InevitableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora