Y con hoy hacía cinco días que no veía a Ana. Cinco días que para mí eran como cinco semanas. Desde la noche de Los Goya no habíamos podido vernos. Y me mataba. A Andreu me estaba costando entenderlo más de lo normal estos días. Primero va a mi habitación para hablar, cuando llegamos se va, dos días mas tarde me vuelve a sacar el tema pero lo llaman y se queda en el aire. Y ya no ha vuelto a intentar hablar conmigo. A mí ya me estaba desesperando con sus idas y venidas. Por eso había decidido zanjar esto de una vez por todas. Creo que era lo mejor. Para él, para mí y para todos.
- ¿Qué haces ahí parada? - me pregunta desde el sillón. Yo estaba al lado de la pared, esperando a que me llegara la fuerza y la valentía para atreverme a hablarle.
- Esperar... - camino hasta el sillón pero no me siento a su lado. Me siento en el sillón pequeño.
- ¿Esperar a qué?
- ¿No vamos a hablar?
- ¿Hablar de qué?
- ¿Cómo que "de qué"? - lo miro seria - ¿De qué va a ser? De nosotros.
- Yo no quiero hablar ahora.
- Pues yo sí - digo decidida
Él suspira y deja el móvil encima de la mesa - Bien, hablemos.
- Ah, ¿quieres que empiece yo?
- Bueno, tú eres la que lleva siempre la iniciativa, ¿no? Eres la que deja de hablarme, la que decide que no compartamos habitación...
- A lo mejor si hago esas cosas es porque creo que son necesarias y porque me sale hacerlas, ¿no crees?
- No sé, tú sabrás. Lo de salir por ahí tan repentinamente cuando quieres también lo ves necesario, ¿no? Porque desde hace un tiempo sales más de lo normal - ya yo estaba enfadada cuando empezó a hablar pero esto fue la gota que colmó el vaso.
- ¿Qué dices? Yo flipo contigo, ¿tú te estás escuchando?
- Perfectamente.
- Me parece increíble que me estés reprochando eso cuando tú pasas más noches en la calle con tus amigos que en casa con nosotras. Y yo no te he dicho nada, he aguantado y aguantado años callada, apenas he sacado el tema. ¿Y ahora vienes a decirme que salgo mucho? Lo tuyo es de otro mundo, Andreu.
- No sé de qué te sorprendes, yo llevo así mucho tiempo, deberías estar acostumbrada.
- Ah que el problema es ese, ¿no? O sea lo tuyo es normal porque llevas mucho tiempo saliendo, lo mío como es repentino, no lo es. Eso no tiene ni pies ni cabeza. Y encima estás admitiendo que llevas años descuidando a tu familia.
- Yo no os he descuidado, Silvia.
- ¿Ah no? Llevas años haciéndolo. Que tu hija ya no se acuerda de lo que es pasar una tarde con su padre. ¿Dónde quedaron tus promesas? Esas que me hiciste cuando nació la niña. Me dijiste que ibas a dedicar menos tiempo a tus amiguitos y al trabajo en casa y mírate, sigues igual o peor. Cada vez te importamos menos y yo ya no puedo más, Andreu. Yo quiero estabilidad. Quiero llegar a casa y tener a alguien con quien compartir mis sentimientos, alguien con quien poder hablar, reír, llorar. Alguien que se preocupe por mí y por Joana. Necesito una familia. Yo te necesitaba a ti, ¿y qué tengo? Un marido ausente. Un marido invisible que lo único que hace es trabajar y dedicar su tiempo libre también a su trabajo. A su trabajo y a sus amigos. ¿Pues sabes qué? ¡Que ahora vas a tener todo el tiempo del mundo para ti, porque yo quiero el divorcio! - cuando terminé de hablar me paré a analizar todo lo que había dicho. No era consciente de todo lo que estaba diciendo. Pero no me arrepentía de nada.
- ¿Qué? No, Silvia, ¿cómo que el divorcio?
- Lo que oyes, yo ya no soporto más esta situación. No voy a seguir perdiendo el tiempo - me levanto y voy a la habitación. Apenas un minuto más tarde oigo la puerta de la calle.
Abro el armario, cojo un bolso grande y empiezo a coger ropa y a meterla dentro. No quería quedarme aquí, iba a estar muy incómoda después de esta conversación con Andreu y tampoco quiero arriesgarme a que me vuelva a sacar el tema. Cuando termino con mi ropa me voy a la habitación de la niña.
- Mami, ¿qué haces?
- Coger tu ropa, cariño.
- ¿Para qué? - dejo el bolso en el suelo y me pongo de rodillas.
- ¿Quieres ir a ver a Ana?
- ¡Sii!
- Pues venga, mete tus juguetes en tu mochila que nos vamos ahora mismo.
- Vale, bieen - se levanta y da algunos saltitos hasta llegar a su caja de los juguetes.
Antes de salir de la habitación oigo de nuevo el sonido de la puerta, Andreu había vuelto. Salgo al salón y dejo el bolso en el suelo. Él se sienta en el sillón y observa una revista que tiene entre las manos. Agudizo un poco la vista y consigo ver la foto de la portada. En ella salíamos Ana y yo riéndonos mientras ella me apretaba la nariz de payaso que llevaba.
- Estás con ella, ¿verdad? - yo no digo nada, me había pillado por sorpresa - Cómo no me di cuenta antes...
- Andreu...
- Has caído muy bajo, Silvia, ¡muy bajo! - tira la revista encima de la mesa y se levanta. Camina hacia la habitación de Joana y yo voy detrás de él, no sabía lo que iba a hacer. Entra en la habitación y va hacia el corcho donde Joana tiene sus dibujos. Entonces coge el que le hizo Ana aquel día y lo rompe con furia. Joana cuando lo ve se echa a llorar y viene hacia mí.
- ¿Se puede saber qué haces?
- Mientras yo pueda evitarlo mi hija no tendrá ningún tipo de contacto con esa mujer. No voy a permitir que me robe mi familia.
- Llegas tarde, Andreu. Estas son las consecuencias de no valorar a tu familia cuando todavía lo éramos - cojo la mochila de Joana y salgo de la habitación con ella de mi mano. Andreu viene detrás de nosotras pero no le hago caso. Cuando llego al salón cojo el bolso con nuestra ropa, voy hacia la salida, cojo mi bolso y salgo de allí, ahora mismo esa casa era el último sitio en el que quería estar.