Capítulo 10

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Narra Ana Morgade

Estaba destrozada. Me sentía inútil. ¿Cómo iba a conseguir trabajo si cuando tengo uno no cumplo con mis obligaciones? En mi defensa puedo decir que cuando no iba al programa no era por gusto. Había días en los que se me hacía imposible ir porque justo me tocaba ir al médico o días en los que mi cuerpo no se sostenía en pie. Ya me habían informado de esto, se supone que a medida que pase el tiempo mi cuerpo se irá acostumbrando y los efectos no serán tan fuertes. Pero al principio es normal que no sepa cómo llevarlo, no estoy acostumbrada.

- Hola morena mía - me saluda cuando cierro la puerta. Tenía la intención de evitarla al llegar a casa pero con ella justo detrás de mi ahora lo veo imposible - ¿Cómo ha ido la reunión? ¿Te han dicho algo? - me giro lentamente y en cuanto me ve se percata de mis lágrimas - ¿Qué pasa Ana? ¿Por qué lloras? - yo simplemente dejo caer mi bolso y me abrazo a ella - Ey... Cariño, no llores. ¿Qué pasa?

- Me han despedido, Anna - digo como puedo en mitad del llanto.

- ¿Cómo que te han despedido? - mi llanto se vuelve más fuerte - Tranquila, no te pongas nerviosa - me susurra al oído mientras que con su mano derecha me acaricia la espalda.

- Anna... Dile a Cris que no venga mañana, se cancela todo - mañana es mi cumpleaños. Nuestra amiga Cristina Pedroche iba a venir para estar las tres juntas ya que hacía un tiempo que no nos veíamos. Yo no celebro mi cumpleaños casi nunca, no me gusta. Y este año tenía menos ganas que los anteriores. Y lo de mi depido fue la gota que colmó el vaso.

- ¿Qué dices Ana? No puedes cancelarlo. Te vendrá bien despejarte.

- No, no quiero. Dile a Cris que se quede en casa y que lo siento mucho - recojo mis cosas del suelo para irme a la habitación. Empiezo a caminar pero Anna se pone delante de mi y me abraza fuerte.

- ¿Quieres que duerma contigo hoy? - me pregunta al oído.

- ¿No habías quedado con Lucho?

- Ya nos veremos un día de estos - me guiña el ojo y me lleva a la habitación enganchándome de su brazo.

Anna era una buena amiga. Quizás es la única razón por la que ahora mismo tengo una mínima gana de seguir viviendo.

. . .

Habían pasado casi tres semanas desde aquel fatídico día en el que me quedé sin trabajo. No me había recuperado del todo. Pero estaba mejor. Aunque los nervios me invadían. Andreu me había citado en su casa para hablar conmigo. Temblaba más que un flan.

Aparco la moto y reviso que la dirección esté bien. Una vez compruebo que es correcta camino hasta la puerta, me tomo unos segundos y toco el timbre.

- Hola - esboza una pequeña sonrisa, la primera que veo en ella, creo. Al menos la primera que va dirigida a mi.

- Perdón, yo... - me pongo nerviosa, más aún - buscaba a Andreu, me citó aquí.

- Lo sé, no está, se ha tenido que ir.

- Ah, vaya. Bueno, pues... Yo me voy, siento las molestias - digo rápidamente antes de darme la vuelta para marcharme.

- No no, pasa - me giro y la miro extrañada. Ella se aparta dejándome ver un poco el interior de la casa antes de atreverme a pasar dentro - Andreu me ha dicho que te lo de yo - cierra la puerta.

- ¿Darme? ¿El qué?

- Siéntate si quieres - me señala el sillón que tenemos a nuestra derecha.

- No, gracias...

- Bueno, voy a buscar lo tuyo - desaparece por el pasillo y es en ese momento cuando me paro a observar la casa. Se ve muy bonita. Y ordenada. Se nota que le dedican tiempo. En el mueble que tengo frente a mí hay varias fotos. Decido acercarme por mera curiosidad teniendo cuidado para que Silvia no me vea. Hay fotos suyas con Andreu, otra con una mujer rubia y varias chicas morenas, deben ser sus hermanas, hay una que se parece mucho a ella. Y después hay una ecografía enmarcada. Me quedo mirándola y es increíble lo que siento con algo tan ajeno a mí. Debe ser porque nunca he visto una. Al menos no así, tan cerca.

- ¿Te gustan? - su voz me hace pegar un salto hacia atrás.

- Lo siento, no quería parecer cotilla. Solo...

- No te preocupes - me interrumpe. ¿Por qué se comportaba así conmigo? No estaba a costumbrada a que me tratara bien - Toma, esto es tuyo - me da un sobre.

- ¿Qué es? - pregunto absurdamente mientras lo abro y veo que dentro tiene varios billetes - No puedo aceptar esto - hago el gesto de devolvérselo pero me aparta la mano.

- Es tuyo, es... Tu finiquito.

- No lo necesito. No lo merezco... - me quedo contemplando el sobre, como si hubiese algo interesante en él.

- ¿Quieres ver la casa? - pregunta tras unos instantes de silencio. Seguía sin entender porqué de repente me trataba como a una persona. Antes no lo hacía.

En los próximos minutos se dedica a mostrarme las diferentes partes de la casa. A veces me explica cosas por las que yo no le pregunto pero me parece interesante lo que me cuenta así que me limito a escucharla. Cuando termina, volvemos al punto de partida. Iba a recoger mis cosas para irme pero me doy cuenta de que nunca llegué a quitarme el bolso.

- Bueno, gracias por el tour. Y... por esto - hago un breve movimiento con el sobre - Dile a Andreu que ha sido un placer trabajar con él, con vosotros, y que le agradezco la oportunidad que me dio. Espero que os vaya muy bien - miro su vientre rápidamente al decir esto y sin dejar que diga nada me doy la vuelta para irme de allí.

Agarro el pomo de la puerta y es entonces cuando siento una mano apretar mi hombro. Del sobresalto me giro y contemplo a una Silvia con mueca de dolor y la mano posada en su barriga. Miro hacia abajo y veo que la alfombra tiene una mancha en la que el su color se vuelve más fuerte al estar mojada. Silvia había roto aguas.

InevitableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora