Septiembre.
Han pasado dos meses desde que Ronaldo y yo discutimos afuera de la escuela. No he tenido respuesta alguna de su parte. Las primeras tres semanas fueron interminables, para cuando pasaron cuatro semanas mi orgullo había desaparecido por completo, solo quedaba yo con mis sentimientos, deseando a cualquier costa que mi mejor amigo regresara a mi lado, pero lo había ofendido de verdad y él tenía a Francisco de su lado. Le envié muchos mensajes de texto disculpándome y pidiéndole una oportunidad, le llamé por las tardes durante dos semanas y nada resultó. Para cuando pasó el mes y medio su indiferencia en la escuela comenzaba a ser un pelo menos doloroso, pero aun dolía verlo reír junto a Francisco.
El día que discutimos creí haberlo perdido en aquel estruendoso accidente de autos en la esquina de nuestro colegio, justo al frente de la farmacia del señor Calienes; una ventana hecha trizas, un anaquel de medicamentos totalmente regados por el suelo y una mujer rubia muerta. Ese fue el precio de aquel estruendoso choque. El auto también resultó dañado, el parachoques quedó inutilizable, el capote arrugado y el parabrisas roto, provocando cortes horribles al rostro de aquella pobre mujer.
Entre el caos pude ver a mi mejor amigo asustado, a un costado del auto, mirando perdidamente el horizonte. Aquel auto se estrelló a pocos metros de su cuerpo dejándolo en shock por varios minutos. Sé que debí acercarme de inmediato, debí haberlo abrazado y debí haberle dicho que sentía haberme comportado como un tonto. Pero no lo hice, como de costumbre.
Pasé aquel día llorando juntó a mamá que recién se recuperaba en casa de sus heridas, mientras yo intentaba aferrarme con las pocas fuerzas que me quedaban en el cuerpo a lo que todos llamaban "vida".
Recuerdo perfectamente la conversación que mamá y yo tuvimos esa tarde.
—Él es tu mejor amigo. Debes hacer lo correcto—dijo mamá.
—¿Y qué es lo correcto?
—Lo que tu alma decida hacer, sé que eres bueno. Me lo has demostrado en cada acción de tu vida. En cada decisión buena o mala, siempre has sabido cómo arreglar las cosas —sonrió, mientras recostaba su torso sobre la cama y yo le acomodaba la almohada que le daba soporte al yeso de su pierna. —Ven aquí— dijo, entonces yo me recosté junto a ella y tomé su mano con delicadeza, tratando de no lastimarla. —Sé que sabrás como solucionar sus diferencias, han sido amigos por años, no dejes que tu orgullo se interponga en esto.
—No lo quiero perder mamá.
—¿quién dijo que lo perderás? Solo es una pequeña discusión. En unas semanas todo estará bien.
Y así pasaron dos meses en que ninguna palabra pudimos cruzar, tal vez se debía a nuestro orgullo, o tal vez era más grande que eso.
Desde que Ronaldo no me habla, se me ha hecho una costumbre salir a la calle a caminar, observando a mis vecinos hacer sus vidas normales, a excepción de Hippie Bee, la observé durante una semana completa todas las mañanas y descubrí que a diario decide salir a su jardín a las ocho de la mañana, sentarse en su césped y mirar el cielo con determinación hasta las diez de la mañana, cuando el sol comienza a sentirse ya caliente. Entonces abraza el viejo árbol que se mantiene fuerte fuera de su casa y sonríe con mucha paz en su interior. Ciertamente he sentido envidia y admiración por aquella mujer.
Esta mañana (sábado) me desperté a las siete en punto, estiré los pies y salí a tomar el aire fresco mientras comenzaba mi rutina para espiar a mis vecinos. En especial a Hippie Bee. Pasé por su casa y la observé regar su jardín con los pies descalzos.
—Buenos días señora Bee—dije amablemente, entonces ella se acercó a mí dejando caer la manguera sobre sus flores.
—Buenos días—dijo amablemente. —Tengo una pregunta para ti jovencito—añadió.
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La casa de los secretos
Fiksi RemajaCarlos es un joven de 19 años. Los diferentes problemas que ha atravesado a lo largo de su corta vida lo han llevado a sentirse miserable. Por lo que su madre, un día decide regalarle el diario de su difunto padre quien también sufría a su edad, gen...