Capítulo 49

1.2K 135 146
                                    


Draco me sujetó de la espalda, temeroso de que me cayera.

— Usted señor, no tiene por qué tocarme — retiré su mano de mi espalda y le fruncí el ceño en un gesto mal hecho.

— Será mejor que nos vayamos, Hermione. Oliver — sacó su billetera y luego de ella, un par de billetes que aventó sobre la barra — quédate con el cambio. Gracias por llamarme.

— ¿Por qué pagas mi cuenta? ¿Quién te dio el permiso? — le miré, aun ceñuda y con voz torpe.

— Vámonos, Hermione.

— Pues yo no me quiero ir — rezongué y luego me crucé de brazos.

— No seas ridícula, Hermione. Vámonos — me instó a seguir caminando pero me detuve y luego me tambaleé por el esfuerzo — Si es necesario sacarte de aquí en brazos, lo haré — me advirtió y me miró serio. Nos quedamos mirándonos por un buen rato, retándonos el uno al otro; pero fracasé por completo luego de perderme en esos bellos ojos color gris, protagonistas de mis sueños.

— De acuerdo — farfullé — Tú ganas. Siempre ganas — hice un mohín y luego me di la media vuelta para dirigirme a la salida; algo que hizo que me mareara. Pude sentir una firme y fuerte mano sujetándome por la cintura, y al reconocer aquella dulzura en el tacto, la piel se me erizó y un montón de mariposas se desataron en mi estómago. Maravilloso, incluso ebria y torpe, Draco provocaba esas reacciones en mí. Fruncí el ceño mentalmente. Cuando llegamos afuera, después de esquivar a toda la gente y que, el aire me movió los cabellos, quité de un tirón su mano en mi cintura y le miré ceñuda — ¿Qué pretendes, Malfoy? — mi voz me parecía incluso más torpe.

— Sacarte de aquí sana y salva. Vámonos — me apuntó el auto negro del que era dueño, animándome a que subiera.

— No — me crucé de brazos — Ya me sacaste de allá adentro. Ya déjame aquí — le hice un gesto con la mano para que se fuera.

— Hermione, por favor. Sube — me rogó, serio. Me giré y comencé a caminar con pasos torpes, sintiendo aun cómo el suelo bailaba bajo mis pies — ¡Hermione! — exclamó, ordenando que parara, pero lo ignoré — No seas terca.

Seguí caminando, o al menos lo intentaba. Y de pronto sentí que mis pies se despegaron del cemento y unos fuertes y dulces brazos me elevaron — ¿Qué haces? ¡Suéltame! — intenté luchar — ¡Malfoy, déjame! — pero mis intentos fueron sólo fracasos.Draco caminó los pocos metros hasta su auto y con cada uno de sus movimientos, su perfume varonil que me llevaba a flotar en un paraíso, se metía por mi nariz. Me depositó con cuidado media parte de mi cuerpo en el suelo, mis pies volvieron a tocar el piso; pero mi cintura aún estaba fuertemente ceñida por su mano. Me tenía aprisionada. Abrió la puerta del copiloto del auto y luego volvió a cargarme como un bebé y me depositó con dulzura sobre el asiento. Se inclinó sobre mí y abrochó el cinturón de seguridad sobre mi cuerpo. Oí el chasquido del seguro al cerrar — No soy un bebé — mascullé.

Entonces me miró. Su bello rostro estaba a sólo centímetros del mío y su respiración me golpeaba el rostro. Sus ojos brillaban con la tenue luz de las lámparas que entraba por las ventanillas del auto. El puñado de mariposas de mi estómago enloqueció — No seas tan terca, Hermione, por favor — musitó y su aliento cálido se metió por nariz, mandando al demonio todas las barreas que quise construir contra él. Miró mis labios, pude notarlo y luego pasó saliva escandalosamente. Se retiró rápidamente y su perfume se revolvió entre las partículas de aire.

Cerró la puerta con cuidado y luego caminó hasta el otro asiento del auto y subió. Aquella noche había luna nueva, por lo tanto, sólo la luz amarillenta de las lámparas alumbraban la solitaria calle de Venecia. Encendió el motor del auto, y el suave ronroneo interrumpió la tranquilidad y el silencio.

Manual de lo prohibido [Dramione]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora