Capítulo IV

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—P-Por favor, basta. Basta o gritaré —le advirtió, asustada.

Su corazón latía desbordado, y sus extremidades le temblaban mientras, aterrada, se preguntaba qué era lo que planeaba hacer ese hombre. Quiso pedir ayuda, huir de él, pero tenía su brazo presionado con firmeza y la llevaba casi arrastras.

—Ajá —se limitó a responder, liberándola, una vez que estuvo ante el lavamanos. —. ¿Cuál es tu nombre?

—¿Qué? —cuestionó, retrocediendo un par de pasos y cohibiéndose en la esquina.

—¿Eres retrasada? —inquirió él, arqueando una ceja, mientras la veía con desdén.

—Evonne. —decidió responder, presionando los labios.

—Verás, Evonne —dijo, mientras se quitaba su blazer y desabotonaba su camisa blanca, manchada con vino. —. Me has hecho pasar una gran vergüenza frente a estos hombres. ¿Sabes lo difícil que me fue conseguir su respeto por ser muy joven comparado con ellos? Acabas de darles un motivo para tomarme como un chiste, y burlarse de mí. —comentó, prensando la mandíbula.

—Lo siento...

—No lo sientas —respondió cortante, sacándose la camisa y dejando a su vista aquel cuerpo tonificado que poseía. Mojó la tela con el grifo e intentó limpiarse el abdomen. —. ¿Qué edad tienes?

Ella frunció el ceño en confusión. ¿Qué era aquello? Ese hombre le resultaba muy misterioso y eso la aterraba.

—Diecinueve —respondió, con un hilo de voz.

Él pausó un momento y giró el rostro en su dirección, para luego mirarla de pies a cabeza.

—En ese caso —suspiró, observándose en el espejo sobre el lavado. —. Creo que se me ocurren diferentes formas en que podrías pagarme por lo de esta noche.

—¡¿Disculpe?!

Él debía estar bromeando.

—Una disculpa no es suficiente —respondió, volteando el rostro hacia ella y ladeando un poco la cabeza. La expresión en su rostro era tan seria que le provocaba escalofríos, definitivamente él no estaba bromeando.

—Y-Yo...

—Por favor, no quieras venir a fingir inocencia —resopló, arqueando una ceja. —. Eres de barrio, es de conocimiento público que desde muy jóvenes se convierten en mujeres, por decirlo de una forma suave.

Tragó saliva, y desvió la mirada en dirección a la puerta. Definitivamente era un buen momento para marcharse.

—Lo que pasa, Evonne —continuó, y al parecer notó su intención de huir, ya que avanzó hacia ella. —. Es que tengo una especie de fetiche con las mujeres de barrio, se podría decir que tienen más resistencia que las que viven en mi ciudad, todas delicadas como el cristal —acortó el espacio entre ambos y guio la mano hacia los mechones de risos que se escapaban de su moño. —. Ustedes, en cambio, son más exóticas, e indomables.

Evonne desvió el rostro justo en el momento en que él tenía la intención de rozar la yema de los dedos sobre sus labios, e intentó retroceder un par de pasos para alejarse de él, no quería que la tocara, le daba asco. Pero solo consiguió quedar acorralada, con la pared tras su espalda.

—Bien —dijo, haciendo un puño con la mano que tenía extendida. —. Para mejorar la oferta, no solo no te cobraré, sino que también te daré mucho dinero...

Abrió los ojos ampliamente al sentir cómo el corazón le daba un salto en su pecho, estaba estupefacta. ¿Pagarle? ¡Ella no era una prostituta!

—¡Evonne! —Jeremy, junto a un guardia, ingresaron en el lugar, interrumpiéndolos.

Un Novio Para Mi Hermana (Evonne Necesita Un Novio)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora