Capítulo XI

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*Leve contenido de violencia*

Era la una y media de la madrugada y Evonne se encontraba encerrada en el baño de aquel cuarto de hotel, observando fijamente su reflejo, mientras presionaba el borde del lavado tan fuerte que sus nudillos dolían.

Podía sentir su corazón latiendo desbordado, en tanto observaba cada detalle y sentía repulsión hacia sí misma. Por más que lo intentaba, no lograba reconocer a la mujer en el espejo; esa que tenía sus ojos cargados de maquillaje, los labios escarlata, y ni hablar del conjunto de lencería que llevaba puesto.

Por la marca y estilo supuso que aquello debió costar una fortuna, y le parecía algo horrible tal despilfarro cuando se hubiera podido invertir de alguna mejor manera. Pero, pensar así también le disgustaba, porque la hacía sentirse culpable, ya que, era como terminar aceptando aquella realidad que definitivamente no era suya; sentía que estaba viviendo la vida de otra persona, y era el reflejo de esa persona el que estaba frente a ella en el espejo.

—¡Sal de ahí, y déjame verte! —demandó la persona que se encontraba en la habitación, tal parecía que comenzaba a desesperarse.

Ella cerró los ojos con fuerza y suspiró profundo mientras lentamente iba soltando sus manos del lavado, las sentía húmedas y frías, por lo que las frotó sobre la minifalda de lencería que tanto odiaba. Giró sobre su eje y caminó hacia la puerta, al salir, permaneció con los ojos cerrados, ya que no quería ver la mirada cargada de burla que seguramente le estaría dedicando aquella persona.

—Acércate. —ordenó, desde el borde de la cama.

Abrió los ojos, pero los mantuvo puestos en el suelo de mármol de aquella lujosa habitación. Caminó hacia él, tambaleándose a causa de un leve mareo que la invadió, y cuando finalmente estuvo de frente, se forzó a sí misma a levantar la mirada, encontrándose con esos ojos esmeraldas que se habían vuelto objeto de sus más grandes pesadillas.

—Te queda bien —esbozó una sonrisa ladeada, y estiró la mano hacia la suya para tomarla. —. Ven aquí. —la atrajo hacia él.

Aquel hombre, de cabello castaño y ojos verdes, posó las manos sobre su cintura y hundió los dedos en su piel, enterrando las uñas en ella, hasta que un gemido de dolor se escapó de sus labios. Alzó la mirada para verla, haciéndola estremecer al darse cuenta de que sus ojos estaban de un tono oscuro por la lujuria, y, sin despegar su mirada de su rostro prosiguió.

—Escogí bien el atuendo.

—P-Parezco una prostituta —se quejó, nerviosa, y desvió su rostro hacia una esquina, prefiriendo ver la pared.

—¿Cuántas parejas has tenido, Evonne? —inquirió.

—Solo una.

James, su amor de secundaria.

—¿Solo uno? —deslizó la mano sobre la tela en su cintura. —. Me sorprende.

Idiota. Era todo en lo que podía pensar al oírlo hablar. Comenzaba a arrepentirse de todo ;desde el momento en que le mintió a Elías para que la dejara marcharse sola, el instante en que, desesperada y sin saber qué hacer, se quedó frente al club y vio salir a aquel hombre, quien fue hasta su auto a buscar una camisa limpia, y el minuto en que tomó el valor de dejarle su número telefónico en el parabrisas, como si fuese una cualquiera.

Si era honesta, estaba desesperada por encontrar una solución, y como no le escribió esa noche, creyó que se había librado de él.

—Ya quiero irme a casa. —murmuró inconscientemente.

Un Novio Para Mi Hermana (Evonne Necesita Un Novio)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora