My Shot.

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«¿Sabes por qué te quiero? No sabía que estaba perdido hasta que me encontraste. No sabía lo que era estar solo hasta la primera noche que pasé sin ti en mi cama. Tu eres lo único que he hecho bien. Tu eres lo que he estado esperando» -Maravilloso Desastre, Jamie McGuire.


Había días, momentos precisos, en los que Yuuri se sentía extrañamente tranquilo, con tanta paz que se quedaba horas y horas viendo el techo del cuarto en donde dormía; hoy era uno de esos días, anteriormente Yurio le había avisado que no podría hacerle compañía ya que iba a revisar el estado de su amigo Chris, porque no había despertado de su coma y debía saber la razón, tampoco iba a llegar Viktor pues -como buen primer fundador- le tenían que hacer un montón de estudios con respecto a sus golpes, por obvias razones nadie más podría «pedirlo» y por lo tanto ya no sabía qué hacer. Pensó en visitar a Pichit en la mañana, pero le habían dicho que alguien lo había apartado hasta tarde, él simplemente regresó a su cuarto sintiendo una gran tristeza por su amigo, a diario tenía que observar como Alfas Puros pedían a sus amigos casi a diario, sin descanso alguno. Se sentía miserable, desanimado, enojado y ofendido cada vez que eso ocurría, sabía que había tenido mucha suerte por tener a un fundador que gustaba de él, tenía muy en claro que de no ser así hubiera terminado siendo vejado y ultrajado por aquellos que pensaban que tenían el derecho de usar a los Omegas como incubadoras. Yuuri bien sabía que la mayoría de Alfas Puros iban a ese lugar sólo por placer y no para el «deber», también sabía que ellos y los Omegas que tenían «contactos», violaban la ley comprando y usando métodos anticonceptivos, condones y pastillas; la mayoría de Omegas y Alfas preferían pasar sus celos a solas para prevenir embarazos, aún si rompían las leyes. Sus amigos y él formaban parte de ese grupo, en parte porque Viktor respetaba sus decisiones y en parte porque sus familiares siempre enviaban esas cosas o chantajeaban a uno que otro Beta del ejército; sus familias siempre estaban presentes y ayudándolos, aún cuando no se pudieran ver.
Decidió ir a buscar a Pichit luego de varias horas, asegurándose que no esté ocupado con alguien.

—¡Yuuri!— dió un salto por el grito su amigo, iba saliendo de su cuarto, se volteó para cerrar la puerta y cuando regresó la mirada Pichit se encontraba justo frente a su rostro.

—¡Que susto me diste!— se tomó el corazón porque latía desbocado en su pecho.

—Lo siento, lo siento— sonrió avergonzado —Pero ¿a dónde ibas?

—Iba hacia tu cuarto, imaginaba que ya no tenías «clientes» por tu descanso— explicó Yuuri mientras se recuperaba.

—Oh, justo de eso venía a hablarte, ya no voy a tener más clientes— un extraño brillo se presentó en la mirada de Pichit. Yuuri alzó una ceja, confundido. Un Beta que vigilaba en la esquina los miró con ojos penetrantes —¿Podemos pasar a tu cuarto?

—Sí, creo que es lo mejor— abrió la puerta color café rojizo y los dos pasaron a sentarse en la alfombra de color azul —Ahora sí, cuéntame sobre eso.

—Verás, tendré los mismos privilegios que tú.

—¿Eh?— sólo exclamó eso, no entendía y su amigo lo confundía más.

—¿Crees en los destinados?— Pichit se inclinó y susurró muy cerca de Yuuri, casi como si lo que le contara fuera un secreto... Casi como si estuviera prohibido.

—¿Destinados? ¿Qué es eso?— susurró de vuelta, aunque no sabía porque lo hacían.

—¿Nunca has escuchado la leyenda? ¿Los rumores? ¿Viktor nunca te ha dicho nada sobre ello?— Yuuri negó —Bien, ¿alguna vez escuchaste la leyenda del hilo rojo del destino?

Lazos ProhibidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora