Durmiendo En Tu Cama

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Ella…

Llegue a mi casa a penas consciente de lo que había pasado, me di una ducha para lograr despejar mi mente aun aturdida y desconectada de mis emociones, sin embargo, hice un esfuerzo por  arreglarme  lo mejor posible para seguir fingiendo ante el mundo  que nada malo pasaba, aunque fue difícil ocultar las oscuras ojeras bajo mis ojos que todavía estaba un poco enrojecidos e hinchados, pero como tantas otras veces solo me bastaría un poco de maquillaje y un buen hechizo para desinflamar mi rostro.

Sali a penas con el tiempo justo y me apresure para seguir con el protocolo del día, siempre puntual, siempre perfecta, suspire y sonreí lo mejor posible apenas abrí la puerta, tome valor para contestar cortésmente cada saludo, corresponder cada sonrisa en los rostros conocidos que se presentaban frente a mi, y no podía dejar de sentir un vacio cada vez más profundo en mi interior al seguir intentado que todo fluyera ante los ojos de los demás como algo normal.

Llegue a mi oficina y cerré la puerta recargando mi espalda con alivio, la sonrisa se borro de inmediato y la tristeza me volvió a abrumar como cada día desde que lo perdí, pero como siempre no permitía que nadie notara mi dolor, no quería compasión o lastima de nadie, no quería afectar a los demás con mis sufrimientos, no deseaba perturbar la existencia de nadie más.

Me deje caer con pesadez en mi silla, deseando que esta me tragara para dejar de sentir, para perderme, pero no era posible, ya lo sabía.

Comencé a trabajar como autómata, sin prestar mucha atención a lo que realmente hacia, pero conocía tan bien mi trabajo que sin problemas sabia que estaría listo sin mayor contratiempo.

Ya era tarde cuando termine mis labores, no había salido a comer y a decir verdad no tenia hambre, tome mi saco del perchero, al igual que la pequeña bolsa que siempre llevaba y salí de la oficina. Para mi alivio estaba sola, ya todos se habían ido, al menos así no tenía que seguir fingiendo una felicidad que desde hacía ya tanto no sentía.

Mi primera intención era irme a mi casa, pero de solo recordar que estaría vacía, desistí de la idea, a veces la soledad aplastante de lo que debería ser mi hogar me ahogaba, intensificando mas mi inmensas ganas de llorar.

Me desaparecía entonces sabiendo muy bien cuál era el único lugar que me hacía sentir un poco mejor un poco más libre. Camine por varias horas en aquel parque, sin preocuparme de lo tarde que era. Hasta ese momento caí en la cuenta de lo que había pasado el día anterior y no podía creerlo.

Tan mal estaba que no me habia dado cuenta de la dimensión de las cosas que ocurrieron, termine en la cama de Malfoy, me aferre a sus brazos como única salvación cuando sentí que me mi llanto me sobrepasaba, ¿Pero el también lloraba? Estaba casi segura de que así era, porque lo sentía temblar mientras sus cálidos brazos me envolvía.

Me preguntaba ¿Por qué lloraba? Pero no tengo la menor idea, hace ya tantos años que no sabía de él, o mejor dicho ya hace tantos años que no se dé nadie del mundo mágico,  los mismos años que me he negado  a regresar a un mundo que siento que ya no me corresponde.

Con esos pensamientos deje que mis pasos me llevaran casi sin sentir a ese lugar especial, a ese lugar que era solo de los dos, donde pasamos innumerables tardes abrazados, haciendo planes de un futuro que jamás llego.

Nuevas lagrimas bajaban de mis ojos ¡Maldita sea! Cuando pararía, estaba ya cansada de tanto llorar, al diablo con todo, como quisiera al menos poder dejar de pensar, de sentir, de sufrir aunque solo fuera por unos minutos. Pero no, parecía que el hoyo en mi pecho cada vez se hacía más grande, más profundo e insoportable.

Escuche pasos acercándose, pero no me moví, no me importaba quien fuera, si se trataba de algún asaltante o un acecino no opondría resistencia, por el contrario quizás estaría agradecida de al fin tener un poco de suerte. Sonreí irónica ante el pensamiento.

El Dolor Nos UneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora