La Llegada A Sidney

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Después de un largo viaje en el camión de mudanzas, llegamos a la casa, me gustó mucho como era nada más verla, tenía ese toque americano que tanto me gustaba. El vecindario no estaba mal, dos filas de casitas todas del mismo estilo.

-Por fin llegamos. - dice mi padre tras estirar las piernas.

-Me encanta la casa y sobre todo el bonito jardín que tiene. -  responde mi madre mirando a mi hermano y a mí.

No respondemos, ninguno de los dos está de buen humor debido a la rápida decisión de mis padres de mudarnos a un país que se encuentra en la otra punta del mundo.

-No está mal. - suelto yo al mismo tiempo en el que doy un leve codazo a mi hermano en el costado para que preste atención.

-Sí, lo que tu digas, claro. - responde mi hermano tras quitarse los cascos rápidamente.

-Mirad chicos, ya se que ha sido todo muy rápido y probablemente estaréis mosqueados con nosotros, pero contando con que tenéis un perfecto nivel de inglés y con que iréis a un instituto muy cercano, no tendréis problemas a la hora de hacer nuevos amigos y quizá un nuevo amor. - dice mi madre mirando a mi hermano.

Este no la devuelve una mirada muy agradable que se diga, a continuación la puerta de atrás del camión se abre para oxmenzar así la mudanza con la ayuda de unos hombres que mi padre a contratado para que los ayuden durante estos dos días de mudanza. Llevábamos ya 2 horas de mover cajas cuando mis ojos color verde se cruzaron con unos preciosos ojos azules. El dueño de esos hermosos ojos era un chico rubio y alto de unos 16 años. Pasó rápidamente en bici por la calle y la dejó tirada en el jardín de la casa de al lado, todas mis emociones negativas desaparecieron al pensar que ese chico podría ser mi vecino.

-Sophie, ¿estás bien? - me pregunta mi padre.

-Si papá, habrá sido un pequeño mareo, Jet Lag me imagino. - mentí.

-Bueno se hace tarde y no es plan de quedarnos aquí fuera, por mucho que sea agosto, el agosto aquí en Sydey, es invierno y no querréis poneros malos, ¿no? - pregunta mi madre.

-No. - respondemos Daniel y yo al unísono.

Esa noche dormimos en sacos de dormir todos juntos en el salón. No dormí muy bien ya que no me podía quitar a ese chico de la cabeza.

La mañana siguiente, salimos a desayunar a una cafetería en el centro de la ciudad. Si ya en las fotos Sydney parecía un lugar asombroso, lo era aún más cuando lo veías en persona.

Ese día estuvimos un poco más animados, aproveche también a hablar con mis amigos, sobre todo con Isma y Clara, mis dos mejores amigos. Les conté el flechazo que sentí y también lo bonito que era esto, ellos me echaban de menos y yo también a ellos.

Dimos un pequeño paseo en familia y vimos la costa, no nos bañaríamos porque en estas fechas aquí hacía frío.

Al llegar a casa ya habían casi terminado la mudanza, suerte que las habitaciones ya estaban pintadas, yo elegí un azul celeste.

Luke, el chico de la casa de al ladoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora