Capítulo 2

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Probablemente fue cinco meses atrás cuando en una noche fresca, igual a esa, Kongpob se encontró por primera vez con ese hombre que conducía aquel automóvil rojo. Probablemente fue culpa de Kongpob encontrárselo en primer lugar, ese día estaba ausente, prestando poca atención a su entorno porque, al parecer, no había aprendido la lección lo suficientemente bien para no bajar la guardia en ese lugar de la ciudad.

En ese momento iba arrastrando los pies, buscando un oportunidad como hacia diariamente, cuando dio vuelta en un callejón equivocado sólo para encontrarse frente a frente con cinco hombres y quizá, demasiadas jeringas en el suelo junto a sus pies. Todos esos ojos se sintonizaron para mirarlo al mismo tiempo. Kongpob retrocedió, esperando poder reaccionar lo más rápido posible para salir ileso de ahí.

Fue demasiado tarde.

Esos hombre habían visto a Kongpob, específicamente, su dinero. Y por supuesto, a los drogadictos no les importaba otra cosa además de obtener más dinero para su próxima dosis. Pero lo que Kongpob tenía que averiguar en esos segundos limitados de quietud, era si valía la pena quedarse a pelear con ellos por su dinero, o soltarlo para correr y salvar su vida.

Pero se tardó más del tiempo necesario en hacer su elección, de un momento a otro, varios pares de manos lo tomaron de diferentes partes, rompiéndole la ropa para lograr arrebatarle el dinero que había escondido junto a su cuerpo.

Fue entonces cuando escuchó por primera vez derrapar ruidosamente un automóvil, dejando el olor característico a la goma quemada en el ambiente. El sonido del claxon sonó con persistencia antes de que el automóvil retrocediera y luego arrancara a máxima velocidad hacia ellos, deteniéndose apenas unos centímetros antes de atropellar a Kongpob y a los drogadictos que lo estaban atacando.

Cualquiera que fuera el plan del hombre detrás del volante, había funcionado. Ya que, apenas salió del automóvil, los cinco hombres salieron corriendo de ahí. Kongpob los observo huir mientras él trataba desesperadamente de mantenerse de pie a pesar de estar sangrando.

Kongpob aún estaba tratando de averiguar que estaba pasando, cuando alguien tomó su brazo y tiró de él hacia arriba, arrastrándolo fuera de la sofocante luz de los faroles.

La voz del hombre sonó preocupada y ligeramente irritada cuando habló.

—Oye, tú ¿estás bien?

Kongpob levantó la cabeza, a punto de responder al hombre que acababa de salvarlo, que lo estaba gracias a él. Cuando su rostro apareció frente a sus ojos, e inmediatamente, se quedó sin habla.

Para alguien que no tenía donde dormir, Kongpob ya no interactuaba con personas comunes. Menos con alguien que parecía haber salido de una revista de modas. El hombre frente a él estaba vestido con un traje caro, demasiado bien vestido para una ciudad como esa, y era un poco, quizá demasiado, atractivo. Como si con sólo poner un pie en esas calles, su piel color porcelana fuese a mancharse.

El hombre, por otra parte, no estaba de humor para aguantar la mirada llena de admiración y asombro con la que Kongpob estaba mirándolo. Así que él le sacudió el brazo con fuerza para llamar su atención.

— ¡Oye! Te estoy hablando. ¿Qué tanto te hirieron? ¿No sabes qué lo peor que puedes hacer es meterte con tipos como esos? Si las drogan no te matan primero, ellos lo harán.

— ¿Qué? ¡No, no! Estoy limpio, lo juro. No soy un drogadicto, nunca he consumido drogas.

Kongpob no sabía exactamente porqué insistió en defenderse de las acusaciones de ese hombre cuando lo más inteligente era agradecer por sus consejos salir corriendo lo más rápido que pudiera de ahí antes de que esos hombres regresaran.

El hombre del automóvil rojoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora