Soledad

259 35 4
                                    



Capítulo II

Deambuló por aquella ciudad bastante tiempo, intentando comprender todo lo que estaba pasando.

Por principio de cuentas dejo de llorar, pues sabía que eso no solucionaría para nada sus extrañas circunstancias. Además de que la gente que se cruzaba con ella, le miraba con sobrada preocupación, muchos se acercaron a preguntarle si necesitaba algún tipo de ayuda, pero ella prefirió ignorarles.

Porque, ¿quién podría entender su situación?

¿Quién podría creerle?

Si su familia le hubiese tratado de otra forma, otra cosa sería, pero lamentablemente no fue así. Y sufría mucho. Su corazón estaba completamente roto.

Ella era la luz de la vida de sus padres, su razón de vivir, sin ser orgullosa pero ella era la primera hija, gozaba de privilegios un tanto mejores que los de sus hermanos, y era tan horrible y tan triste saber que era despreciada por ellos.

Al pasar de los minutos y después de sopesar la situación llego a un punto en que solo se movía automáticamente.

Barajó varias posibilidades, tal vez estaba soñando o tal vez fuera el infierno que había merecido después de morir. Porque de una cosa podría estar segura, estaba muerta. Pero, entonces... ¿Por qué seguía ahí? En ese mundo desconocido, donde al parecer era la mala del cuento. Su vida había dado un giro de 360 grados, donde le negaban acercarse a sus hijas, donde no sabía donde rayos estaba Naruto.

Se frustraba, maldecía, y no podía evitar que su alma resintiera el dolor. De sus ojos perlados escaparon unas cuantas gotas saladas que recorrieron sus mejillas y fueron a desaparecer sobre sus ropas.
A través de su vista nublada por el llanto pudo divisar el camino recorrido y entonces supo que no tardaría en llegar a su destino.


El sol se había ocultado en el horizonte y afortunadamente ya estaba delante de esa casa. Se detuvo unos breves instantes pues tenía temor de entrar.

¿Y si Naruto estaba ya esperándola? ¿Que le preguntaría? Estaba su mente hecha un desbarajuste, y creía que difícilmente podría articular palabra.

Por momentos recordaba el misterioso mensaje de suicidio que escuchara de aquel aparato esa misma mañana y pensaba en su vida, una y otra y otra vez.

Entonces, después de darle varias vueltas al asunto, dedujo por instinto o por lógica, que ella estaba casada con Naruto y debido a su naturaleza sombría o malvada, le habían quitado a sus hijas.

Se lamentaba por lo que estaba viviendo pero si esa era una forma de redimir sus pecados, estaría dispuesta a pagar y a luchar, de ser preciso, por recuperar a su familia.

Sí, eso haría...

Subió la escalinata y se adentró a la vivienda para que a su paso se encendieran las luces de la sala. Se dio cuenta entonces de que todo estaba como lo había dejado, así que no se preocupó en absoluto.

Caminó abriéndose paso entre aquellos objetos destartalados y se dirigió rumbo a su cuarto, entonces descubrió la recamara contigua.

Curiosa como era, tomó el picaporte con nerviosismo y lo giró con cautela, suspiró hondamente y entró.

Un aroma delicioso, a maderas y a especias, le inundó la nariz, pero no era la esencia característica de su querido esposo. Era distinta, tanto que su corazón latió anhelante esperando conocer al dueño de tan divina fragancia.

Déjame soñarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora